<p class=»ue-c-article__paragraph»>»Googlear es para gente vieja». Lo avisaba el año pasado el <a href=»https://www.wsj.com/tech/googling-is-for-old-people-thats-a-problem-for-google-5188a6ed» target=»_blank» rel=»nofollow»><i>Wall Street Journal</i></a> y hace unas semanas lo confirmó con datos <a href=»https://www.wsj.com/tech/ai/ais-threat-to-google-just-got-real-8280b4ee » target=»_blank» rel=»nofollow»>un ejecutivo de Apple</a>: las búsquedas en <strong>Google </strong>están cayendo, básicamente porque mucha gente se ha pasado a <strong>ChatGPT</strong>. «Es algo que <strong>no sucedía en 20 años</strong>». Despídanse de Internet tal y como lo habíamos conocido.</p>
Hoy abrimos ChatGPT para todo tipo de consultas cotidianas. Nos advierten de los peligros de la inteligencia artificial, pero…
«Googlear es para gente vieja». Lo avisaba el año pasado el Wall Street Journal y hace unas semanas lo confirmó con datos un ejecutivo de Apple: las búsquedas en Google están cayendo, básicamente porque mucha gente se ha pasado a ChatGPT. «Es algo que no sucedía en 20 años«. Despídanse de Internet tal y como lo habíamos conocido.
Una experta consultada por el diario económico lo comparaba con ese momento en que Microsoft no supo ver la importancia del smartphone y el iPhone acabó trastocando su dominio del mercado. Google tenía una posición que parecía insuperable, pero «la inteligencia artificial [la tecnología detrás de ChatGPT] es hoy a las búsquedas lo que el comercio electrónico supuso para los grandes almacenes Walmart».
Tampoco ayudan plataformas como TikTok, en las que los más jóvenes hacen sus consultas (sólo en la red social china se registran 3.000 millones al día).
La historia de Internet está llena de herramientas que desaparecen para dejar paso a las que nos ofrecen casi lo mismo… pero mejor. Murió Messenger y ahora nos wasapeamos; dejamos de tener amigos en MySpace y Tuenti y nos pasamos a los instamigos; dijimos adiós a Skype, pero seguimos telellamando por Zoom y Teams. Tampoco nadie se acuerda de aquel árbol infernal de Yahoo! en el que buscábamos.
Aunque no parece que Google vaya a seguir el camino de los muertos de Internet (de hecho, ya ofrece sus propias respuestas rápidas basadas en IA, para disgusto de las webs que viven únicamente del tráfico que llega del buscador), lo cierto es que hoy ya abrimos ChatGPT sin pensarlo para todo tipo de tareas cotidianas. La traducción de un e-mail, una receta con lo que tengamos en la nevera u organizar un viaje a Japón.
Tus deseos son órdenes… o no.
«¿Quién puede creer que ChatGPT esté hecho únicamente para entregarnos textos desprovistos de toda intención?», avisa Éric Sadin en La vida espectral (Ed. Caja Negra). «Esta lógica del prompt [las órdenes que damos al chatbot] está diseñada para hacernos creer que estamos decidiendo por nosotros mismos (…); cuando en verdad estos procesadores tienen como único objetivo ser ellos los que gravitan sobre nuestros comportamientos«.
Pese a los presagios de Sadin, no puedo evitar pensar que la IA generativa tiene algo del Internet primigenio, ese de finales de los 90 y principios de los 2000; ese anterior al odio en redes y a los algoritmos que te incitan a comprar; ese que desde su interfaz basiquísima prometía, simplemente, facilitarnos la vida.
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