Las continuas y reiteradas amenazas o advertencias del presidente de los Estados Unidos sobre recuperar el Canal de Panamá, además de la barbaridad jurídica a nivel internacional que ello representaría, es una muestra más del destino manifiesto de cobardía del imperio, esta vez representado por un auténtico trastornado mental. Porque lo curioso es que, una potencia militar que no ha ganado una sola guerra desde la primera mitad del siglo pasado, se ensaña siempre con los países pequeños e indefensos. Sobre todo si no tienen ejércitos con qué responder.
Si revisamos la historia de los últimos ochenta años, encontraríamos invasiones a países pequeños y desarmados, incluyendo al mismo Panamá, o guerras de desgaste que terminaron perdiendo pero que representaron una ganancia extraordinaria para su industria militar norteamericana. Corea, Viet Nam, Siria, Irak, Afganistán y Yemen son ejemplos de pérdidas vergonzosas en el campo militar, así como vemos que en su otra modalidad: poner a otros a pelear guerras en donde se hacen necesarios sus armamentos, como Libia y ahora Ucrania, resultan también en derrotas, esta vez sin poner la carne de cañón de la juventud norteamericana.
EEUU solo invade países para saquearlos, destrozarlos, y deponer gobiernos, nunca se enfrentó cara a cara con potencias de igual calibre como la URSS en una guerra abierta y por eso la Guerra Fría no llegó a convertirse en Tercera Guerra Mundial, USA solo invadió países pequeños opositores al capitalismo y al sionismo, como Corea del Norte, Vietnam, Irak, Afganistán, Yugoslavia, pero nunca se atrevió a entablar guerra abierta con Rusia o China porque saben que perderían.
El 18 de marzo de 2023 se cumplieron 20 años de la invasión angloamericana de Irak, que se llevó a cabo sin motivo legítimo ni aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, pero que dejó 300.000 iraquíes muertos y los famosos registros fotográficos de las atrocidades cometidas por los estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib. Y así, después de derrotar y destruir Irak, los estadounidenses perdieron el control político del país frente a Irán, su principal competidor y adversario en el Medio Oriente.
Luego se vieron envueltos en una nueva guerra, en territorio de Ucrania, sin poder definir claramente cuáles son sus objetivos en este conflicto, ni tienen la menor posibilidad de lograr una victoria definitiva en el campo de batalla sin pasar por una guerra directa con el mayor poder atómico en el planeta.
No es de extrañar, por tanto, el aumento de la agresividad retórica, diplomática e ideológica de EEUU y sus satélites, que han adoptado una postura cada vez más militarista, incluso sin evaluar las consecuencias últimas de esta reacción casi irracional ante la pérdida del poder global que han ejercido durante los últimos 300 años. Como si los países del “Atlántico Norte” y sus pequeños satélites asiáticos estuvieran perdiendo el rumbo y el sentido mismo del absurdo de algunas de sus iniciativas absolutamente destempladas y casi ridículas, desde el punto de vista de su disputa global.
En apenas 50 días, el presidente Donald Trump ha hecho más que cualquiera de sus predecesores de la era moderna para derruir los cimientos de un sistema internacional que Estados Unidos erigió laboriosamente en los 80 años transcurridos desde que emergió victorioso de la Segunda Guerra Mundial junto a los aliados europeos, aunque quien realmente venció al nacionalsocialismo alemán fue la Unión Soviética.
Sin informar formalmente un cambio de rumbo ni ofrecer una justificación estratégica, Trump ha empujado a Estados Unidos a pasarse de bando en la guerra de Ucrania, abandonando cualquier intento de ayudar a una democracia incipiente y deficiente a defender sus fronteras contra un invasor de mayor porte. No dudó en ordenar que Estados Unidos votará con Rusia y Corea del Norte —y en contra de prácticamente todos sus aliados tradicionales— para bloquear una resolución de la ONU que identificaba a Rusia como el agresor.
Sus amenazas de apropiarse del Canal de Panamá, Groenlandia, la Franja de Gaza y, aunque suene increíble, Canadá, suenan depredatorias, incluida su afirmación del martes de que la frontera de Estados Unidos con su vecino y aliado del norte es una “línea artificial de separación”.
También le cortó a Ucrania el acceso a armas avanzadas y hasta a las imágenes satelitales comerciales de Estados Unidos, en parte como consecuencia de su enfrentamiento con el presidente Volodimir Zelensky en el Salón Oval, pero en gran medida porque el mandatario ucraniano insiste en que Occidente le garantice que acudirá en ayuda de su país si Rusia vuelve a invadirlos.
Los espacios que los EEUU abandonaron en América Latina, a quien siempre han tratado como inferior, los ha ido ocupando China con proyectos y financiamientos nunca antes vistos en la región, como parte de su política de influencia global. Y Trump, en vez de reconsiderar sus equivocaciones, cierra todas las posibilidades de retomar una relación de respeto (que realmente nunca tuvo) con nuestros países, y utilizando su táctica de mentir hasta el absurdo, como ha sido la tónica referente al Canal de Panamá.
Pero, ¿qué se puede esperar de un delincuente convicto, cuando ocupa la Casa Blanca y es el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas de los EEUU? El comportamiento del matón del pueblo, nada más.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Las continuas y reiteradas amenazas o advertencias del presidente de los Estados Unidos sobre recuperar el Canal de Panamá, además de la barbaridad jurídica a nivel internacional que ello representaría, es una muestra más del destino manifiesto de cobardía del imperio, esta vez representado por un auténtico trastornado mental. Porque lo curioso es que, una
Las continuas y reiteradas amenazas o advertencias del presidente de los Estados Unidos sobre recuperar el Canal de Panamá, además de la barbaridad jurídica a nivel internacional que ello representaría, es una muestra más del destino manifiesto de cobardía del imperio, esta vez representado por un auténtico trastornado mental. Porque lo curioso es que, una potencia militar que no ha ganado una sola guerra desde la primera mitad del siglo pasado, se ensaña siempre con los países pequeños e indefensos. Sobre todo si no tienen ejércitos con qué responder.
Si revisamos la historia de los últimos ochenta años, encontraríamos invasiones a países pequeños y desarmados, incluyendo al mismo Panamá, o guerras de desgaste que terminaron perdiendo pero que representaron una ganancia extraordinaria para su industria militar norteamericana. Corea, Viet Nam, Siria, Irak, Afganistán y Yemen son ejemplos de pérdidas vergonzosas en el campo militar, así como vemos que en su otra modalidad: poner a otros a pelear guerras en donde se hacen necesarios sus armamentos, como Libia y ahora Ucrania, resultan también en derrotas, esta vez sin poner la carne de cañón de la juventud norteamericana.
EEUU solo invade países para saquearlos, destrozarlos, y deponer gobiernos, nunca se enfrentó cara a cara con potencias de igual calibre como la URSS en una guerra abierta y por eso la Guerra Fría no llegó a convertirse en Tercera Guerra Mundial, USA solo invadió países pequeños opositores al capitalismo y al sionismo, como Corea del Norte, Vietnam, Irak, Afganistán, Yugoslavia, pero nunca se atrevió a entablar guerra abierta con Rusia o China porque saben que perderían.
El 18 de marzo de 2023 se cumplieron 20 años de la invasión angloamericana de Irak, que se llevó a cabo sin motivo legítimo ni aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, pero que dejó 300.000 iraquíes muertos y los famosos registros fotográficos de las atrocidades cometidas por los estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib. Y así, después de derrotar y destruir Irak, los estadounidenses perdieron el control político del país frente a Irán, su principal competidor y adversario en el Medio Oriente.
Luego se vieron envueltos en una nueva guerra, en territorio de Ucrania, sin poder definir claramente cuáles son sus objetivos en este conflicto, ni tienen la menor posibilidad de lograr una victoria definitiva en el campo de batalla sin pasar por una guerra directa con el mayor poder atómico en el planeta.
No es de extrañar, por tanto, el aumento de la agresividad retórica, diplomática e ideológica de EEUU y sus satélites, que han adoptado una postura cada vez más militarista, incluso sin evaluar las consecuencias últimas de esta reacción casi irracional ante la pérdida del poder global que han ejercido durante los últimos 300 años. Como si los países del “Atlántico Norte” y sus pequeños satélites asiáticos estuvieran perdiendo el rumbo y el sentido mismo del absurdo de algunas de sus iniciativas absolutamente destempladas y casi ridículas, desde el punto de vista de su disputa global.
En apenas 50 días, el presidente Donald Trump ha hecho más que cualquiera de sus predecesores de la era moderna para derruir los cimientos de un sistema internacional que Estados Unidos erigió laboriosamente en los 80 años transcurridos desde que emergió victorioso de la Segunda Guerra Mundial junto a los aliados europeos, aunque quien realmente venció al nacionalsocialismo alemán fue la Unión Soviética.
Sin informar formalmente un cambio de rumbo ni ofrecer una justificación estratégica, Trump ha empujado a Estados Unidos a pasarse de bando en la guerra de Ucrania, abandonando cualquier intento de ayudar a una democracia incipiente y deficiente a defender sus fronteras contra un invasor de mayor porte. No dudó en ordenar que Estados Unidos votará con Rusia y Corea del Norte —y en contra de prácticamente todos sus aliados tradicionales— para bloquear una resolución de la ONU que identificaba a Rusia como el agresor.
Sus amenazas de apropiarse del Canal de Panamá, Groenlandia, la Franja de Gaza y, aunque suene increíble, Canadá, suenan depredatorias, incluida su afirmación del martes de que la frontera de Estados Unidos con su vecino y aliado del norte es una “línea artificial de separación”.
También le cortó a Ucrania el acceso a armas avanzadas y hasta a las imágenes satelitales comerciales de Estados Unidos, en parte como consecuencia de su enfrentamiento con el presidente Volodimir Zelensky en el Salón Oval, pero en gran medida porque el mandatario ucraniano insiste en que Occidente le garantice que acudirá en ayuda de su país si Rusia vuelve a invadirlos.
Los espacios que los EEUU abandonaron en América Latina, a quien siempre han tratado como inferior, los ha ido ocupando China con proyectos y financiamientos nunca antes vistos en la región, como parte de su política de influencia global. Y Trump, en vez de reconsiderar sus equivocaciones, cierra todas las posibilidades de retomar una relación de respeto (que realmente nunca tuvo) con nuestros países, y utilizando su táctica de mentir hasta el absurdo, como ha sido la tónica referente al Canal de Panamá.
Pero, ¿qué se puede esperar de un delincuente convicto, cuando ocupa la Casa Blanca y es el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas de los EEUU? El comportamiento del matón del pueblo, nada más.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Opinión – Diario Digital Nuestro País