<p>Más de uno se ha llevado el <strong>chasco de su vida</strong>, al ir a ver a su banda favorita en directo, pero el sonido que sale de los altavoces nada tiene que ver con la música que tantas veces ha escuchado en casa. O la voz del solista no se oye. O directamente canta mal. O el grupo <strong>se retrasa hasta el infinito</strong> y el enfado que acumula uno tras las espera estropea el mejor de los acordes. O el público, más que inyectarle emoción el <i>show</i>, molesta hasta hacer perder la paciencia. O los baños son el infierno. O hay colas infinitas en las barras.</p>
Unos 17.000 seguidores del cantante madrileño llenan la Plaza de España, en contraste con sus primeros recitales en la capital hispalense en el mítico Fun Club ante un reducido público, hace más de 20 años
Más de uno se ha llevado el chasco de su vida, al ir a ver a su banda favorita en directo, pero el sonido que sale de los altavoces nada tiene que ver con la música que tantas veces ha escuchado en casa. O la voz del solista no se oye. O directamente canta mal. O el grupo se retrasa hasta el infinito y el enfado que acumula uno tras las espera estropea el mejor de los acordes. O el público, más que inyectarle emoción el show, molesta hasta hacer perder la paciencia. O los baños son el infierno. O hay colas infinitas en las barras.
Nada de eso ha ocurrido en el concierto de Leiva y sus siete músicos este sábado en el Icónica SantaLucía Sevilla Fest en la Plaza de España, un lugar emblemático cuidadosamente acondicionado para albergar a una treintena de bandas y solistas de todo pelaje nacionales e internacionales, que van a ir desfilando entre junio y julio. El espectáculo del artista madrileño ha sido redondo. Con el sonido y la voz rozando el diez. Los músicos con traje blanco y Leiva, con camisa negra y su inseparable sombrero. El canijo artista con su guitarra ha alcanzado una talla descomunal sobre el escenario. Ha comenzado con una puntualidad suiza, con cuenta atrás incluida, a las 22.30 horas. Y se ha extendido durante casi dos horas. Hubo tiempo para sus hit más conocidos, de su etapa en Pereza, y también para repasar y el nuevo disco, Gigante, publicado el pasado abril. Precisamente con la canción que da nombre al álbum el artista ganó la noche de este miércoles dos premios de la Academia de la Música de España 2025: mejor canción rock y mejor videoclip.
Y aunque el disco está recién salido del estudio, los 17.000 seguidores del artista que se han congregado en la Plaza de España ya se saben los nuevos temas. Por supuesto han coreado Gigante y también esa joya que es El polvo de los días raros: «Se me duerme el cielo de la boca / El mundo de ayer ya no me pertenece / Creo que odio la ciudad…». Y el celebrado estribillo: «De repente, la ciudad huele demasiado a ti».
Ese aparente odio a la ciudad no es sólo la estrofa de una canción. Leiva hizo la maleta y se fue a vivir al campo, donde ha estado «un año y medio fuera de la civilización», como ha contado durante el concierto. Y tras ese tiempo alejado de los focos, el cantante ha sentido «muchos nervios» y una gran «emoción» al reencontrarse con su público. El recital de Sevilla es el segundo de la gira que acaba de comenzar y que incluye una treintena de ciudades. La intranquilidad inicial del artista se ha esfumado al subir al escenario porque ahí se ha dado cuenta de que «este es mi sitio». Aplausos y más aplausos.
Leiva no encarna el tópico de la rock star, siempre en saraos luciendo palmito y llevando al extremo el lema de «sexo, drogas y rock and roll». No hay ninguna evidencia de que arrasara el hotel donde se ha alojado en Sevilla. Ni la habrá. Al contrario, por la mañana, al llegar a la ciudad se ha puesto las zapatillas y ha salido a correr. Y se ha topado con numerosos seguidores que lo han saludado y le han contado que, por la noche, iban a verlo en concierto, según ha detallado, entre canción y canción.
«Qué peña más guay hay en Sevilla. Nunca normalizamos que alguien con su dinero pague la entrada para un concierto. Por eso estaremos eternamente agradecidos. Esperamos estar a la altura de eso», ha dicho, humilde, la rock star que pisotea todos los tópicos que se asocian a un artista de su talla.
Leiva también ha recordado su paso, hace ya más de veinte años, por la mítica sala Fun Club, en la Alameda de Hércules de Sevilla, por donde han desfilado buena parte de los grupos nacionales de los años 90. Menudo carrerón lleva a sus espaldas el artista. De la reducida discoteca y ante un pequeño grupo de seguidores a llenar la imponente Plaza de España.
La muchedumbre que lo seguía ha cumplido escrupulosamente las peticiones del artista para que guardaran los móviles y se mantuvieran en silencio durante una de las canciones. Parecía imposible que todos respetaran los deseos de Leiva, pero así ha sido. Y el público, de lo más variopinto y con edades desde los cero años hasta los sesenta y muchos. Al menos tres embarazadas de más de cinco meses, algún bebé en mochila con sus padres, jóvenes, puretas y hasta una despedida de soltera.
El recital ha arrancado con una proyección en las pantallas gigantes de Leiva montado en un Vespino por medio del campo, mientras ha sonado Bajo presión. Los potentes focos han cambiado del rojo al blanco y ha continuado con La lluvia en los zapatos, muy celebrada por sus seguidores, al igual que Gigante. De las 22 canciones que han sonado, la mitad, más o menos, del nuevo disco y el resto, de sus anteriores trabajos. Un buen equilibrio para contentar a todos. El concierto ha terminado con los temazos Estrella Polar y Lady Madrid. Todos con los brazos en alto. Y con la sensación de haber disfrutado un espectáculo que ha rozado la perfección.
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