<p>Hubo un tiempo en el que ser integrante de una orquesta de pueblo no estaba muy bien visto. Al menos, por aquellos músicos «de verdad» que solo vivían de su arte y no entendían que <strong>también es músico aquel que solo ejerce los fines de semana</strong> mientras dedica los días laborables a atender su negocio de panadería o a desempeñar su profesión de fontanero.</p>
Las nuevas generaciones de las sagas orquestiles de- toda-la-vida se han reencarnado en Power Ranger y han capitaneado en los últimos años una venganza muy bien orquestada que les ha llevado a lo más alto
Hubo un tiempo en el que ser integrante de una orquesta de pueblo no estaba muy bien visto. Al menos, por aquellos músicos «de verdad» que solo vivían de su arte y no entendían que también es músico aquel que solo ejerce los fines de semana mientras dedica los días laborables a atender su negocio de panadería o a desempeñar su profesión de fontanero.
Creo que no me equivoco si aseguro que siempre ha acompañado a estas orquestas de verbena un cierto tufillo a cutrerío. La historia de este país siempre ha estado presente en sus espectáculos, y en todo momento han cumplido con algo que no todo el mundo es capaz de ofrecer: un servicio público para todos los públicos. En definitiva, han sabido entretener y divertir. Que no se le olvide a nadie. Al fin y a cabo, eso es lo que todos perseguimos cuando acudimos a las fiestas patronales de nuestra ciudad o de nuestro barrio.
No será la primera vez que me he divertido más con un espectáculo de orquesta (como las archifamosas Panorama o La Misión) que con el concierto estrella del artista revelación del año que me aburrió soberanamente cantado balada tras balada, dejando su último y único éxito para el final con el consiguiente sopor de todos los allí presentes. Y eso trae lo peor que le puede pasar a un ayuntamiento: las barras vacías después de que el respetable haya optado por irse a dormir. Esta situación jamás la vivirá el alcalde de turno si contrata a una buena orquesta. Y es que su show y repertorio siempre son un éxito asegurado.
Siendo conscientes de su poder, durante mucho tiempo cuestionado, las nuevas generaciones de las sagas orquestiles de- toda-la-vida se han reencarnado en Power Ranger y han capitaneado en los últimos años una venganza muy bien orquestada que les ha llevado a lo más alto. Han gozado de reconocimiento, han cobrado cachés elevados y, sobre todo, han tapando la boca a muchos. La sofisticación ha llegado a su universo. Su espectáculo de luces, los vatios de sonido y los escenarios móviles provistos de pantallas led, sistemas de elevación y camerinos incorporados hacen que el poderío predomine en su puesta en escena.
Allí los padres podrán escuchar el último hit de Chayanne mientras ven a sus hijos en el otro extremo del escenario (botellón en mano) bailando al son de un temazo de Bad Bunny. Aderezados de coreografías muy dignas, mucho brillo en el vestuario, fuego frío y explosión de confeti. El paraíso. Un auténtico espectáculo que jamás te aburre.
Como cantaba la gran Gracia Montes: «Soy una feria, soy una feria». Y por tanto, soy una orquesta. Hace años, Nancys Rubias editamos el disco Orquesta Nancy en homenaje a este género. Y les puedo asegurar que triunfamos como nunca interpretando los éxitos de Blondie, Paulina Rubio y de todos nuestros ídolos. Las canciones de todos para todos.
Cultura