<p>En 2021 Héctor Alterio llevaba siete años sin regresar a Argentina por culpa de una agenda laboral irresistible a pesar de haber superado los noventa años de edad, cuando declaró a un periodista que ya era preso de la nostalgia: </p>
Una llamada de telefóno. Una lista negra. Así el actor tuvo que quedarse su familia en España en 1975 porque en su país lo quería asesinar la temible Triple A
En 2021 Héctor Alterio llevaba siete años sin regresar a Argentina por culpa de una agenda laboral irresistible a pesar de haber superado los noventa años de edad, cuando declaró a un periodista que ya era preso de la nostalgia:
«No se cuánto tiempo me queda y estoy sintiendo la necesidad de volver. Fundamentalmente, quiero recorrer con tiempo todos los lugares de mi infancia y mi adolescencia para ver cómo han quedado, cuánto se corresponde con los recuerdos que tengo sin borrar en la mente».
Alterio amaba España pero siempre fue argentino. Fan del equipo Chacarita y de los olores de su juventud. Como decía el personaje de Federico Luppi en su personaje de Martin (Hache). la película de Adolfo Aristarain en la que interpretaba a un director argentino exiliado en Madrid lo que echaba de menos era algo que no se nota hasta que se pierde.
¿Sabés que extrañaba yo de Buenos Aires? Los silbidos. La gente que anda silbando por la calle. Aquí nadie silba por la calle. Tardé en darme cuenta, tardé unos cuantos meses en darme cuenta. Casi me vuelvo, me entraron ganas de volver, pero pasó. Era absurdo, no podés volver a un lugar porque querés oír silbar a la gente».
Sin embargo el Héctor Alterio real venía escapando de otros silbidos, los de las balas. En 1975 recibió una llamada de teléfono del hotel Wellington: la temida Triple A le amenazaba de muerte. Había sido incluido en una lista negra como otros representantes de la cultura argentina. Era una amenaza muy seria de esta organización terrorista en la que confluían la ultraderecha peronista, sectores policiales y de los servicios de inteligencia, además del hampa. Poca broma.
La única opición era quedarse en España, adonde había viajado para presentar La Tregua en el Festival de San Sebastián. Se trataba de la primera película de su país nominada al Óscar al mejor filme de habla no inglesa, premio que se llevaría finalmente Amarcord de Fellini.
Sin despedirse de sus amigos, ni poder llevarse sus cosas, su vida cambió por completo. Estaba con su mujer, Ángela Bacaicoa y sus dos hijos, los futuros actores Ernesto (dos años) y Malena (seis meses). Durante meses los Alterio fueron mudándose de casa en casa auxiliados por amigos españoles que los acogían.
«Son situaciones que no me puedo olvidar, porque en los momentos límite de un ser humano, uno sabe quién es quién. Y si encuentras una mano y una actitud frente a estas situaciones, hay una sensación de generosidad enorme», contó Alterio al diario Clarín muchos años después. «Sin tener historia conmigo, españoles que no conocía, me proporcionaron un trabajo que no tenía y que me daba la posibilidad de asentarme en la profesión, en el país y en la economía».
Su primer papel en nuestro país se lo dio el productor Elías Querejata. Cosas del cine (y la vida). El actor que casi muere a manos de los militares se convirtió en un militar que está muerto. Así era su personaje en la legendaria Cria cuervos, de Carlos Saura.
«Yo saltaba de alegría porque no tenía que pronunciar zetas ni eses», contó Alterio años después. «Debía cerrar los ojos y quedarme quietito, vestido de militar, en un ataúd».
Aquí su recuerdo de los españoles que lo ayudaron:
«Empecé a recibir la solidaridad de gente que no me conocía o no tenía conmigo una relación personal. Gila me dio una buena mano y otra persona que me ayudó fue Alberto de Mendoza. Recuerdo con mucho cariño lo bien que se portaron conmigo Nuria Espert y Juan Diego. En 1977 gané en San Sebastián por A un Dios desconocido, lo que significó un empuje importante en mi trabajo».
Alterio siempre recordó que los comienzos fueron muy duros -inclusive, al principio hasta le costaba filmar- pero luego pudo adaptarse, en la vida y en su profesión. «En esa situación límites apareció gente: «Oye, ¿necesitas algo?», me decían algunos. Eso a mí me conmovió tremendamente porque no eran argentinos. Eran españoles que no me conocían, no eran amigos. Esos gestos me ayudaron mucho»
Cuando la democracia regresó a Argentina y se consolidó Alterio regresó a su país. Regresaría muchas veces. Argentino como el que más y agradecido a España.
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