Tras más de veinte años de estancamiento las autoridades del sistema de educación pública han presentado un renovado programa de estudio para la Asignatura de Educación Religiosa (AER). Este prolongado rezago había generado un clamor constante entre los docentes, quienes en los espacios ofrecidos por el Departamento de Asesorías Pedagógicas de las distintas Regionales solicitaban urgentemente un cambio. Sin embargo, estos espacios se vieron más limitados tras la pandemia, dejando a los educadores en una situación de mayor vulnerabilidad.
Es verdaderamente admirable cómo el diálogo, la tolerancia y el respeto entre diversos lideres religiosos prevalecieron sobre cualquier interés particular en la construcción de este nuevo plan. La sociedad demandaba, sin duda una transformación radical en pro de la justicia y la equidad. El objetivo, es claro: Formar desde el aula ciudadanos libres, con pensamiento crítico, hombres y mujeres de bien, practicantes de los valores universales, sin importar su credo.
El nuevo programa de Educación Religiosa no busca adoctrinar, sino promover el respeto a las distintas identidades religiosas y la sana convivencia entre culturas. Además, impulsa el desarrollo de la inteligencia espiritual (IE), respetando la libertad de pensamiento, conciencia y religión, mediante reflexiones, lectura de textos y actividades lúdicas. Esto se alinea con la necesidad de fortalecer la resiliencia y la resolución de conflictos.
En el marco de la XII Semana Nacional de Educación Religiosa, el esfuerzo del Ministerio de Educación Pública es digno de admiración. Desde las competencias, ejes temáticos, y el perfil de salida del estudiante, que abarca desde el primer año escolar hasta la formación secundaria, se plantea una formación integral, con un enfoque rehumanizador (José Luis Cañas Fernández).
Este enfoque busca devolver a la persona la libertad de elegir de manera responsable su propio proceso de enseñanza, aprendizaje y desarrollo, conectando con aquello que es valioso para ella y consolidando así una “voluntad de sentido”, es decir, una “para qué” existencial (V. Frankl).
Esta propuesta va más allá de la mera enseñanza de contenidos o la implementación de competencias. Se trata de un trato recíproco, donde las creencias individuales ceden paso al intercambio de experiencias y conocimientos previos, en un ambiente de respeto y ayuda mutua. Humanizar la educación implica fomentar un encuentro positivo con el otro y con la naturaleza, un reto fundamental en la transformación de los currículos educativos.
En la actualidad, frente a una humanidad que a menudo parece en decadencia, es imperativo formar ciudadanos que reconecten con sus raíces, seres pensantes que trasmitan respeto, tolerancia, humildad y buenos modales.
(*) M.Sc. Yuliana Vega Quesada,
Orientadora y Docente de Educación Religiosa.
Tras más de veinte años de estancamiento las autoridades del sistema de educación pública han presentado un renovado programa de estudio para la Asignatura de Educación Religiosa (AER). Este prolongado rezago había generado un clamor constante entre los docentes, quienes en los espacios ofrecidos por el Departamento de Asesorías Pedagógicas de las distintas Regionales solicitaban
Tras más de veinte años de estancamiento las autoridades del sistema de educación pública han presentado un renovado programa de estudio para la Asignatura de Educación Religiosa (AER). Este prolongado rezago había generado un clamor constante entre los docentes, quienes en los espacios ofrecidos por el Departamento de Asesorías Pedagógicas de las distintas Regionales solicitaban urgentemente un cambio. Sin embargo, estos espacios se vieron más limitados tras la pandemia, dejando a los educadores en una situación de mayor vulnerabilidad.
Es verdaderamente admirable cómo el diálogo, la tolerancia y el respeto entre diversos lideres religiosos prevalecieron sobre cualquier interés particular en la construcción de este nuevo plan. La sociedad demandaba, sin duda una transformación radical en pro de la justicia y la equidad. El objetivo, es claro: Formar desde el aula ciudadanos libres, con pensamiento crítico, hombres y mujeres de bien, practicantes de los valores universales, sin importar su credo.
El nuevo programa de Educación Religiosa no busca adoctrinar, sino promover el respeto a las distintas identidades religiosas y la sana convivencia entre culturas. Además, impulsa el desarrollo de la inteligencia espiritual (IE), respetando la libertad de pensamiento, conciencia y religión, mediante reflexiones, lectura de textos y actividades lúdicas. Esto se alinea con la necesidad de fortalecer la resiliencia y la resolución de conflictos.
En el marco de la XII Semana Nacional de Educación Religiosa, el esfuerzo del Ministerio de Educación Pública es digno de admiración. Desde las competencias, ejes temáticos, y el perfil de salida del estudiante, que abarca desde el primer año escolar hasta la formación secundaria, se plantea una formación integral, con un enfoque rehumanizador (José Luis Cañas Fernández).
Este enfoque busca devolver a la persona la libertad de elegir de manera responsable su propio proceso de enseñanza, aprendizaje y desarrollo, conectando con aquello que es valioso para ella y consolidando así una “voluntad de sentido”, es decir, una “para qué” existencial (V. Frankl).
Esta propuesta va más allá de la mera enseñanza de contenidos o la implementación de competencias. Se trata de un trato recíproco, donde las creencias individuales ceden paso al intercambio de experiencias y conocimientos previos, en un ambiente de respeto y ayuda mutua. Humanizar la educación implica fomentar un encuentro positivo con el otro y con la naturaleza, un reto fundamental en la transformación de los currículos educativos.
En la actualidad, frente a una humanidad que a menudo parece en decadencia, es imperativo formar ciudadanos que reconecten con sus raíces, seres pensantes que trasmitan respeto, tolerancia, humildad y buenos modales.
(*) M.Sc. Yuliana Vega Quesada,
Orientadora y Docente de Educación Religiosa.
Opinión – Diario Digital Nuestro País