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  Opinión  Occidente escala su guerra mundial
Opinión

Occidente escala su guerra mundial

20 de junio de 2025
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Gaza fue el anuncio, Ucrania el tanteo, Irán la escalada, pero Rusia y China son la traca y el objetivo final. .. La Unión Europea continua afirmando “el derecho de Israel a defenderse”, mientras el jefe de su primera potencia confiesa que “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Hay dos enfoques sobre lo que está pasando. El optimista afirma que los conflictos a los que asistimos, la masacre de Gaza, la guerra de Ucrania, y la guerra contra Irán, son choques separados e independientes, cada uno con su particular lógica y motivación, la “seguridad europea”, los embrollos de Oriente Medio, el colonialismo israelí…

Por desgracia, la realidad sugiere otra cosa: los tres choques están relacionados y forman parte del mismo proceso. Se trata de la guerra contra los adversarios de Occidente: contra todos aquellos que objetan su menguante dominio mundial y representan la posibilidad de una administración planetaria colegiada y plural entre potencias. No es un orden ideal, pero es diferente del hegemonismo y respetuoso con las diferentes civilizaciones.

En relaciones internacionales, la divisoria no es entre democracia y autocracia, sino entre hegemonismo y pluralismo multipolar. La alternativa hegemonismo/multipolaridad es a las relaciones internacionales lo mismo que la alternativa dictadura de partido único/ pluralismo-división de poderes en un régimen nacional.

Los mayores dictadores están en lo que antes se auto denominaba “mundo libre”. La simple realidad es que los adversarios de Occidente y sus denostados regímenes, la teocracia iraní, el régimen ruso con aspectos liberales y tradicionalismo eslavo, o la benevolente “dictadura” china con su buena gobernanza, son mucho más responsables y prudentes en su comportamiento exterior.

Y a diferencia de los tiempos de la conferencia de los no alineados en Bandung (1955), la fuerza de gravedad de la potencia de la economía china convierte ahora esa alternativa en algo serio que atrae a la mayoría del mundo y le permite formar un gran polo, lo que en Occidente se vive como amenaza. Ante esa amenaza, el imperio está dispuesto a quemar el mundo para salvar su trono, en palabras del comentarista vietnamita Sony Thang. Gaza fue el anuncio, Ucrania el tanteo, Irán la escalada, pero Rusia y China son la traca y el objetivo final.

Vemos muestras de la unidad político-militar del bloque occidental en las dos guerras por estado interpuesto, contra Rusia e Irán, vía Ucrania e Israel. Los mismos drones que atacaron bases estratégicas rusas el 1 de junio, se usaron el viernes 13 en Irán para eliminar a veinte dirigentes político-militares de primer nivel, además de a científicos nucleares.

En ambos casos el apoyo militar y financiero de la OTAN (Estados Unidos más la Unión Europea) y su cobertura política es manifiesto. La “agresión rusa no provocada” y el “derecho de Israel a defenderse”, forman parte del mismo relato. Lo mismo puede decirse del engaño concertado. El Times of Israel explicaba el mismo día 13 que haciendo ver que estaba negociando, Estados Unidos ayudó a que Irán bajara la guardia de tal forma que Israel pudiera ejecutar su ataque sorpresa.

Ese engaño es de la misma factura que aquel “proceso de Minsk” sobre el que Angela Merkel y François Hollande admitieron que solo era una comedia para entretener a Rusia y ganar tiempo, mientras la OTAN fortalecía al ejército ucraniano. “Permitir a Netanyahu atacar Irán cuando los enviados estadounidenses estaban negociando con Teheran, sitúa a la Presidencia de Estados Unidos al mismo nivel de credibilidad que Al Capone”, dice el director del MidleEast Eye, David Hearst. ¿Quién volverá a fiarse de una negociación con Estados Unidos?

Todos los imperios utilizan la violencia al toparse con su declive, pero Estados Unidos es un caso especial. No tiene memoria de guerra en su propio territorio -su guerra civil queda muy lejos-, solo experiencia de guerras lejanas y fáciles de fusiles contra lanzas o de alta tecnología contra morralla predigital.

Allí donde no ganaron, en Corea, en Vietnam y en los desastres de la guerra continua de los últimos treinta años, la catástrofe nunca la sufrieron ellos. Ese dato biográfico de Estados Unidos hace particularmente peligroso su proceso de ir a menos. Como en su día Boris Yeltsin en la URSS, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un acelerador del decreciente poder occidental.

Decadencia tardo-romana

Cuando asistimos en los noventa a la dramática quiebra soviética, nos vino a la cabeza la idea de que solo una quiebra del imperio occidental podría emularla en intensidad. Estamos en ello. En Estados Unidos estamos asistiendo a lo que parecen los inicios de un grandioso y peligroso espectáculo. Ante nosotros un cuadro completo de decadencia tardo-romana. Al frente del imperio hemos visto a un presidente senil, Joe Biden, asistido por ayudantes con nivel de becario (los secretarios de Estado y seguridad nacional, Blinken y Sullivan) que ha sido relevado por un sociópata narcisista.

A los pocos meses en el cargo, su íntimo socio, el hombre más rico del mundo, le ha acusado de formar parte de una red pederasta cuyo organizador -Jeffrey Epstein, con pedigrí de chantajista del Mossad – fue suicidado en prisión. Su administración está dividida sobre contra quién hacer la guerra, los responsables saltan de los cargos y el Secretario de Estado Marco Rubio, asume funciones del Consejo de Seguridad Nacional, un aparato enorme descabezado que no se sabe quién dirige.

El presidente ha defendido un proyecto inmobiliario-genocida para Gaza, un día dice una cosa y al siguiente lo contrario, su maltrato comercial de socios y adversarios anuncia graves perjuicios a la economía popular de su país, su política de emigración y sus excesos autocráticos provocan levantamientos “contra el rey”.

Trump que alardeaba con desafiar al “estado profundo”, sufrió dos atentados en su campaña electoral y ya no parece capaz de mantener su promesa electoral de no meter a su país en nuevas guerras, lo que rompe su base popular. Esta especie de Nerón leyó en mayo en Riad, Arabia Saudí, un discurso anunciando un giro pacífico y no intervencionista en Oriente Medio y un mes después está llamando a los más de diez millones de habitantes de Teheran a evacuar la ciudad y a sus dirigentes a una “rendición incondicional”… No sabía nada de Ucrania cuando prometió acabar con la guerra en veinticuatro horas y ahora confirma que no tiene ni idea de lo que es Irán.

Ignorando el informe de sus agencias de seguridad que en marzo confirmaron que Irán, “No está construyendo el arma nuclear y que su líder supremo no autorizó tal programa que fue suspendido en 2003”, Trump se ha rendido a la tesis israelí, defendida desde los años noventa, de que Teheran está “a punto” de hacerse con la bomba.

Se repite el esquema utilizado con Irak en 2003. Irán, que no ha atacado a nadie y que defiende desde hace décadas la creación de una zona desnuclearizada en Oriente medio, es presentado como el gran peligro regional con la falsedad de las armas de destrucción masiva por Israel, único poseedor de arsenales nucleares, químicos y biológicos en la región, que ha atacado a todos sus vecinos sin excepción y que la misma semana que comenzó su ataque contra Irán, con la colaboración de Estados Unidos y las potencias europeas, tomen nota: masacraba a gazatíes hambrientos en los puntos de distribución de comida a razón de varias decenas al día, bombardeaba Siria y Líbano, atacaba el puerto de Hodeidah en Yemen y secuestraba e aguas internacionales el barco de Greta Thunberg que intentaba llegar a Gaza.

La Agencia Internacional de la Energía Atómica, controlada por potencias occidentales hostiles, que se negó a decir quién bombardeaba la central nuclear ucraniana de Zaporozhe ocupada por los rusos, ha desempeñado en Irán el mismo papel de espionaje de las instalaciones iraníes que los inspectores de la ONU realizaron en Irak por cuenta de los servicios secretos occidentales.

El imperio quiere hacer con Irán los mismo que hizo con Irak, Siria o Libia, de acuerdo con el conocido guion neocon de septiembre de 2001 revelado por el General Wesley Clark en 2011: destruir siete países en cinco años: Irak, Líbano, Siria, Somalia, Libia, Sudan e Irán. Todo se repite y al mismo tiempo es muy diferente.

Los medios de comunicación y el establishment político occidental han asistido con comprensión al “Pearl Harbor” iraní, sin caer en la cuenta de que aquello concluyó con una derrota del atacante, como si fuera normal la agresión contra un país en medio de una negociación, con la eliminación de toda una plana mayor, incluido el jefe negociador iraní, Alí Shamjaní, matando de paso a decenas de civiles.

Ante todo esto, el Presidente francés, Emmanuel Macron condena el “programa nuclear iraní” y reafirma de “el derecho de Israel a defenderse y garantizar su seguridad”. El ministro de exteriores alemán, Johann Wadephul, ha ido más lejos al “condenar enérgicamente” a Irán por “atacar indiscriminadamente territorio israelí”, antes incluso de que Teheran lanzara sus primeros misiles de respuesta, de momento sin gran impacto.

Por su parte, la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha reiterado “el derecho de Israel a defenderse” con alguna llamada “a las dos partes” a la contención. Pero ha sido un tercer alemán, el Canciller Friedrich Merz, el autor de la declaración más exacta y más vergonzosa: “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Lo que pasará

Lo que va a pasar a partir de ahora en Irán depende de cinco preguntas para las que no tenemos respuesta.

Desde que Donald Trump matara al principal militar iraní, el General Gasem Soleimani, en enero de 2020, la moderación de Irán ha sido extraordinaria. En abril de 2024 Israel atacó con gran mortandad la embajada iraní en Damasco. Irán respondió con un ataque simbólico. El 19 de mayo Israel mató al Presidente de Irán, Ebrahim Raisi y a su ministro de exteriores, Amir Abdolahian. Irán prefirió encubrir el atentado y presentarlo como un accidente de helicóptero.

Los dos últimos días de julio de 2024 Israel asesinó al jefe militar de Hezbollah, Fuad Shukr y al líder de Hamas, Haniyeh, cuando éste se encontraba invitado en Teherán. Se anunciaron respuestas, pero Irán acabó comprando el collar de cuentas que le ofreció la administración de Biden, prometiendo un alto el fuego permanente en Gaza si no había represalias.

No hubo alto el fuego. En septiembre Israel inició los bombardeos de Beirut, declarados “linea roja”, y el 17 y 18 de ese mes descabezó a la cúpula de Hezbollah en Líbano con la explosión de los dispositivos personales pager. No hubo respuesta, así que el día 27 asesinaron al líder de Hezbollah, Nasrallah.

La respuesta fue la operación “Promesa verdadera 2” que causó daños en Israel, pero que no llegaron, ni de lejos, al daño sufrido por el práctico desmonte del “eje de la resistencia”. Esta prudente moderación es, seguramente, lo que ha dado alas al actual ataque directo contra Irán. Por eso, la primera pregunta cuya respuesta desconocemos es:

¿Cuantos misiles tiene Irán? Tras los ataques de los últimos seis días, ¿conserva capacidad ofensiva para dañar a Israel de forma significativa y hacer creíble su disuasión? Irán está lanzando menos misiles contra Irán conforme pasan los días. ¿Es verdad que cuanto más se desgaste la defensa antimisiles israelí, los iranís les lanzarán misiles cada vez más potentes? ¿Tienen misiles de reserva para la eventualidad de una participación militar de Estados Unidos?

Segunda: China y Rusia, ¿van a ayudar a Irán? Irán ayudó a Rusia en Ucrania. Ahora a Rusia le viene bien que Occidente diversifique su acción militar fuera de Ucrania. Rusia tiene una relación ambigua con Israel, donde viven más de un millón de ex ciudadanos de la URSS. ¿Enviará Rusia baterías antiaéreas de última generación que hasta ahora han sido negadas por el Kremlin y que Moscú necesita en su propio terreno, más aún ante la posibilidad de un segundo frente contra países de la OTAN en el Báltico y el norte de Rusia? Respecto a China, es el principal receptor de petroleo iraní. Irán es un elemento esencial en la gran estrategia china de integración euroasiática de la nueva ruta de la seda. Los tres países mantienen alianzas firmadas. ¿Van a hacer algo? Si no lo hacen, ¿qué respeto merecerá su alianza, la Organización de Seguridad y Cooperación de Shanghai, los Brics, etc?

Tercera: ¿El “eje de la resistencia” tiene fuelle todavía, en Líbano, en Irak, en Yemen, para atacar a Israel, por ejemplo con acciones desde el sur de Líbano, mayor hostigamiento a la navegación en el Mar Rojo y eventuales ataques a bases americanas en el Golfo?

Cuarta: ¿Participarán los Estados Unidos en la guerra?Evidentemente, ya lo hacen, pero ¿lo harán directa y abiertamente, usando su ejército? En caso afirmativo, ¿cómo y con qué intensidad?

Quinta: ¿Los países del Golfo permitirán a Estados Unidos usar sus bases para atacar Irán, con la certeza de que Irán las atacará?

Sea como fuere, es obvio que Irán no es Irak. La implicación directa de Estados Unidos provocará un desastre de grandes proporciones, al lado del cual lo de Irak será un juego de niños. El eventual cierre del estrecho de Ormuz tendrá graves repercusiones en la economía mundial y los precios del petróleo. A largo plazo, el suicidio de Israel está servido, pero el suicidio de un estado, colonial y genocida, que además es potencia nuclear, es sumamente inquietante. No hay nada más peligroso que un suicida fanático.

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(*) Rafael Poch de Feliu, periodista español

 Gaza fue el anuncio, Ucrania el tanteo, Irán la escalada, pero Rusia y China son la traca y el objetivo final. .. La Unión Europea continua afirmando “el derecho de Israel a defenderse”, mientras el jefe de su primera potencia confiesa que “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”. Hay dos enfoques sobre lo que  

Misiles iraníes impactan Israel. Captura

Gaza fue el anuncio, Ucrania el tanteo, Irán la escalada, pero Rusia y China son la traca y el objetivo final. .. La Unión Europea continua afirmando “el derecho de Israel a defenderse”, mientras el jefe de su primera potencia confiesa que “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Hay dos enfoques sobre lo que está pasando. El optimista afirma que los conflictos a los que asistimos, la masacre de Gaza, la guerra de Ucrania, y la guerra contra Irán, son choques separados e independientes, cada uno con su particular lógica y motivación, la “seguridad europea”, los embrollos de Oriente Medio, el colonialismo israelí…

Por desgracia, la realidad sugiere otra cosa: los tres choques están relacionados y forman parte del mismo proceso. Se trata de la guerra contra los adversarios de Occidente: contra todos aquellos que objetan su menguante dominio mundial y representan la posibilidad de una administración planetaria colegiada y plural entre potencias. No es un orden ideal, pero es diferente del hegemonismo y respetuoso con las diferentes civilizaciones.

En relaciones internacionales, la divisoria no es entre democracia y autocracia, sino entre hegemonismo y pluralismo multipolar. La alternativa hegemonismo/multipolaridad es a las relaciones internacionales lo mismo que la alternativa dictadura de partido único/ pluralismo-división de poderes en un régimen nacional.

Los mayores dictadores están en lo que antes se auto denominaba “mundo libre”. La simple realidad es que los adversarios de Occidente y sus denostados regímenes, la teocracia iraní, el régimen ruso con aspectos liberales y tradicionalismo eslavo, o la benevolente “dictadura” china con su buena gobernanza, son mucho más responsables y prudentes en su comportamiento exterior.

Y a diferencia de los tiempos de la conferencia de los no alineados en Bandung (1955), la fuerza de gravedad de la potencia de la economía china convierte ahora esa alternativa en algo serio que atrae a la mayoría del mundo y le permite formar un gran polo, lo que en Occidente se vive como amenaza. Ante esa amenaza, el imperio está dispuesto a quemar el mundo para salvar su trono, en palabras del comentarista vietnamita Sony Thang. Gaza fue el anuncio, Ucrania el tanteo, Irán la escalada, pero Rusia y China son la traca y el objetivo final.

Vemos muestras de la unidad político-militar del bloque occidental en las dos guerras por estado interpuesto, contra Rusia e Irán, vía Ucrania e Israel. Los mismos drones que atacaron bases estratégicas rusas el 1 de junio, se usaron el viernes 13 en Irán para eliminar a veinte dirigentes político-militares de primer nivel, además de a científicos nucleares.

En ambos casos el apoyo militar y financiero de la OTAN (Estados Unidos más la Unión Europea) y su cobertura política es manifiesto. La “agresión rusa no provocada” y el “derecho de Israel a defenderse”, forman parte del mismo relato. Lo mismo puede decirse del engaño concertado. El Times of Israel explicaba el mismo día 13 que haciendo ver que estaba negociando, Estados Unidos ayudó a que Irán bajara la guardia de tal forma que Israel pudiera ejecutar su ataque sorpresa.

Ese engaño es de la misma factura que aquel “proceso de Minsk” sobre el que Angela Merkel y François Hollande admitieron que solo era una comedia para entretener a Rusia y ganar tiempo, mientras la OTAN fortalecía al ejército ucraniano. “Permitir a Netanyahu atacar Irán cuando los enviados estadounidenses estaban negociando con Teheran, sitúa a la Presidencia de Estados Unidos al mismo nivel de credibilidad que Al Capone”, dice el director del MidleEast Eye, David Hearst. ¿Quién volverá a fiarse de una negociación con Estados Unidos?

Todos los imperios utilizan la violencia al toparse con su declive, pero Estados Unidos es un caso especial. No tiene memoria de guerra en su propio territorio -su guerra civil queda muy lejos-, solo experiencia de guerras lejanas y fáciles de fusiles contra lanzas o de alta tecnología contra morralla predigital.

Allí donde no ganaron, en Corea, en Vietnam y en los desastres de la guerra continua de los últimos treinta años, la catástrofe nunca la sufrieron ellos. Ese dato biográfico de Estados Unidos hace particularmente peligroso su proceso de ir a menos. Como en su día Boris Yeltsin en la URSS, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es un acelerador del decreciente poder occidental.

Decadencia tardo-romana

Cuando asistimos en los noventa a la dramática quiebra soviética, nos vino a la cabeza la idea de que solo una quiebra del imperio occidental podría emularla en intensidad. Estamos en ello. En Estados Unidos estamos asistiendo a lo que parecen los inicios de un grandioso y peligroso espectáculo. Ante nosotros un cuadro completo de decadencia tardo-romana. Al frente del imperio hemos visto a un presidente senil, Joe Biden, asistido por ayudantes con nivel de becario (los secretarios de Estado y seguridad nacional, Blinken y Sullivan) que ha sido relevado por un sociópata narcisista.

A los pocos meses en el cargo, su íntimo socio, el hombre más rico del mundo, le ha acusado de formar parte de una red pederasta cuyo organizador -Jeffrey Epstein, con pedigrí de chantajista del Mossad – fue suicidado en prisión. Su administración está dividida sobre contra quién hacer la guerra, los responsables saltan de los cargos y el Secretario de Estado Marco Rubio, asume funciones del Consejo de Seguridad Nacional, un aparato enorme descabezado que no se sabe quién dirige.

El presidente ha defendido un proyecto inmobiliario-genocida para Gaza, un día dice una cosa y al siguiente lo contrario, su maltrato comercial de socios y adversarios anuncia graves perjuicios a la economía popular de su país, su política de emigración y sus excesos autocráticos provocan levantamientos “contra el rey”.

Trump que alardeaba con desafiar al “estado profundo”, sufrió dos atentados en su campaña electoral y ya no parece capaz de mantener su promesa electoral de no meter a su país en nuevas guerras, lo que rompe su base popular. Esta especie de Nerón leyó en mayo en Riad, Arabia Saudí, un discurso anunciando un giro pacífico y no intervencionista en Oriente Medio y un mes después está llamando a los más de diez millones de habitantes de Teheran a evacuar la ciudad y a sus dirigentes a una “rendición incondicional”… No sabía nada de Ucrania cuando prometió acabar con la guerra en veinticuatro horas y ahora confirma que no tiene ni idea de lo que es Irán.

Ignorando el informe de sus agencias de seguridad que en marzo confirmaron que Irán, “No está construyendo el arma nuclear y que su líder supremo no autorizó tal programa que fue suspendido en 2003”, Trump se ha rendido a la tesis israelí, defendida desde los años noventa, de que Teheran está “a punto” de hacerse con la bomba.

Se repite el esquema utilizado con Irak en 2003. Irán, que no ha atacado a nadie y que defiende desde hace décadas la creación de una zona desnuclearizada en Oriente medio, es presentado como el gran peligro regional con la falsedad de las armas de destrucción masiva por Israel, único poseedor de arsenales nucleares, químicos y biológicos en la región, que ha atacado a todos sus vecinos sin excepción y que la misma semana que comenzó su ataque contra Irán, con la colaboración de Estados Unidos y las potencias europeas, tomen nota: masacraba a gazatíes hambrientos en los puntos de distribución de comida a razón de varias decenas al día, bombardeaba Siria y Líbano, atacaba el puerto de Hodeidah en Yemen y secuestraba e aguas internacionales el barco de Greta Thunberg que intentaba llegar a Gaza.

La Agencia Internacional de la Energía Atómica, controlada por potencias occidentales hostiles, que se negó a decir quién bombardeaba la central nuclear ucraniana de Zaporozhe ocupada por los rusos, ha desempeñado en Irán el mismo papel de espionaje de las instalaciones iraníes que los inspectores de la ONU realizaron en Irak por cuenta de los servicios secretos occidentales.

El imperio quiere hacer con Irán los mismo que hizo con Irak, Siria o Libia, de acuerdo con el conocido guion neocon de septiembre de 2001 revelado por el General Wesley Clark en 2011: destruir siete países en cinco años: Irak, Líbano, Siria, Somalia, Libia, Sudan e Irán. Todo se repite y al mismo tiempo es muy diferente.

Los medios de comunicación y el establishment político occidental han asistido con comprensión al “Pearl Harbor” iraní, sin caer en la cuenta de que aquello concluyó con una derrota del atacante, como si fuera normal la agresión contra un país en medio de una negociación, con la eliminación de toda una plana mayor, incluido el jefe negociador iraní, Alí Shamjaní, matando de paso a decenas de civiles.

Ante todo esto, el Presidente francés, Emmanuel Macron condena el “programa nuclear iraní” y reafirma de “el derecho de Israel a defenderse y garantizar su seguridad”. El ministro de exteriores alemán, Johann Wadephul, ha ido más lejos al “condenar enérgicamente” a Irán por “atacar indiscriminadamente territorio israelí”, antes incluso de que Teheran lanzara sus primeros misiles de respuesta, de momento sin gran impacto.

Por su parte, la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha reiterado “el derecho de Israel a defenderse” con alguna llamada “a las dos partes” a la contención. Pero ha sido un tercer alemán, el Canciller Friedrich Merz, el autor de la declaración más exacta y más vergonzosa: “Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.

Lo que pasará

Lo que va a pasar a partir de ahora en Irán depende de cinco preguntas para las que no tenemos respuesta.

Desde que Donald Trump matara al principal militar iraní, el General Gasem Soleimani, en enero de 2020, la moderación de Irán ha sido extraordinaria. En abril de 2024 Israel atacó con gran mortandad la embajada iraní en Damasco. Irán respondió con un ataque simbólico. El 19 de mayo Israel mató al Presidente de Irán, Ebrahim Raisi y a su ministro de exteriores, Amir Abdolahian. Irán prefirió encubrir el atentado y presentarlo como un accidente de helicóptero.

Los dos últimos días de julio de 2024 Israel asesinó al jefe militar de Hezbollah, Fuad Shukr y al líder de Hamas, Haniyeh, cuando éste se encontraba invitado en Teherán. Se anunciaron respuestas, pero Irán acabó comprando el collar de cuentas que le ofreció la administración de Biden, prometiendo un alto el fuego permanente en Gaza si no había represalias.

No hubo alto el fuego. En septiembre Israel inició los bombardeos de Beirut, declarados “linea roja”, y el 17 y 18 de ese mes descabezó a la cúpula de Hezbollah en Líbano con la explosión de los dispositivos personales pager. No hubo respuesta, así que el día 27 asesinaron al líder de Hezbollah, Nasrallah.

La respuesta fue la operación “Promesa verdadera 2” que causó daños en Israel, pero que no llegaron, ni de lejos, al daño sufrido por el práctico desmonte del “eje de la resistencia”. Esta prudente moderación es, seguramente, lo que ha dado alas al actual ataque directo contra Irán. Por eso, la primera pregunta cuya respuesta desconocemos es:

¿Cuantos misiles tiene Irán? Tras los ataques de los últimos seis días, ¿conserva capacidad ofensiva para dañar a Israel de forma significativa y hacer creíble su disuasión? Irán está lanzando menos misiles contra Irán conforme pasan los días. ¿Es verdad que cuanto más se desgaste la defensa antimisiles israelí, los iranís les lanzarán misiles cada vez más potentes? ¿Tienen misiles de reserva para la eventualidad de una participación militar de Estados Unidos?

Segunda: China y Rusia, ¿van a ayudar a Irán? Irán ayudó a Rusia en Ucrania. Ahora a Rusia le viene bien que Occidente diversifique su acción militar fuera de Ucrania. Rusia tiene una relación ambigua con Israel, donde viven más de un millón de ex ciudadanos de la URSS. ¿Enviará Rusia baterías antiaéreas de última generación que hasta ahora han sido negadas por el Kremlin y que Moscú necesita en su propio terreno, más aún ante la posibilidad de un segundo frente contra países de la OTAN en el Báltico y el norte de Rusia? Respecto a China, es el principal receptor de petroleo iraní. Irán es un elemento esencial en la gran estrategia china de integración euroasiática de la nueva ruta de la seda. Los tres países mantienen alianzas firmadas. ¿Van a hacer algo? Si no lo hacen, ¿qué respeto merecerá su alianza, la Organización de Seguridad y Cooperación de Shanghai, los Brics, etc?

Tercera: ¿El “eje de la resistencia” tiene fuelle todavía, en Líbano, en Irak, en Yemen, para atacar a Israel, por ejemplo con acciones desde el sur de Líbano, mayor hostigamiento a la navegación en el Mar Rojo y eventuales ataques a bases americanas en el Golfo?

Cuarta: ¿Participarán los Estados Unidos en la guerra?Evidentemente, ya lo hacen, pero ¿lo harán directa y abiertamente, usando su ejército? En caso afirmativo, ¿cómo y con qué intensidad?

Quinta: ¿Los países del Golfo permitirán a Estados Unidos usar sus bases para atacar Irán, con la certeza de que Irán las atacará?

Sea como fuere, es obvio que Irán no es Irak. La implicación directa de Estados Unidos provocará un desastre de grandes proporciones, al lado del cual lo de Irak será un juego de niños. El eventual cierre del estrecho de Ormuz tendrá graves repercusiones en la economía mundial y los precios del petróleo. A largo plazo, el suicidio de Israel está servido, pero el suicidio de un estado, colonial y genocida, que además es potencia nuclear, es sumamente inquietante. No hay nada más peligroso que un suicida fanático.

(*) Rafael Poch de Feliu, periodista español

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