Desde el último fin de semana, la ciudad de Los Ángeles, California, ha sido escenario de protestas violentas tras una serie de redadas migratorias encabezadas por agencias federales. La situación se ha intensificado al grado de que el presidente Donald Trump ordenó el despliegue de más de 2,000 elementos de las fuerzas armadas para contener los disturbios. Luego, en la ciudad de San Francisco se dieron también manifestaciones, pero pacíficas, contra las medidas migratorias de Trump.
No es que antes no hubiera sucedido un fenómeno como éste en los Estados Unidos de América, pues de hecho varios tumultos protagonizados por ciudadanos afroamericanos fueron más o menos de la misma magnitud, por causa de hechos violentos de autoridades policiales contra uno de sus miembros, pero siempre estos hechos fueron controlados por la policía local. Sin embargo, las manifestaciones violentas de la ciudad de Los Ángeles, protagonizadas por supuestamente migrantes hispanoamericanos indocumentados, le dio la oportunidad que estaba esperando el delincuente convicto que gobierna en ese país, para utilizar tropas militares, en un despliegue nunca visto dentro del territorio norteamericano.
La CNN informó que según las autoridades policiales, no todos los manifestantes de Los Ángeles en los últimos cuatro días han estado motivados únicamente por el deseo de protestar contra las medidas migratorias de la administración Trump. El jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles, Jim McDonnell, distinguió entre los perpetradores y los manifestantes legítimos. “Cuando veo a quienes ejercen la violencia, no son las personas que vemos durante el día ejerciendo legítimamente sus derechos amparados por la Primera Enmienda para expresar sus opiniones sobre la aplicación de la ley migratoria”, declaró el domingo.
Muchos manifestantes se oponían a las recientes redadas migratorias y al despliegue de la Guardia Nacional del presidente Donald Trump, pero otros encajan en el perfil de “alborotadores profesionales”, según fuentes de inteligencia. Ahora bien, ninguna prueba fehaciente se ha dado sobre esta aseveración, lo cual no significa que no fuera posible, porque de hecho este fenómeno es recurrente en medio de cualquier manifestación violenta multitudinaria.
Donald Trump habla y actúa como un autoritario mientras intensifica un conflicto constitucional con California por su ofensiva migratoria. Mucho depende ahora de si simplemente se muestra firme o si está dispuesto a llevar a una nación ya de por sí tensa al otro lado de una línea decisiva en su afán por un Gobierno autoritario.
En un momento impactante, este lunes, el presidente de Estados Unidos –el país auto considerado el principal defensor de la democracia a nivel mundial durante 80 años– respaldó el arresto del gobernador demócrata del estado más poblado del país.
“Creo que sería algo grandioso”, declaró Trump, el único delincuente convicto que ha sido presidente, a los periodistas mientras cruzaba el Jardín Sur de la Casa Blanca.
Posteriormente, Trump desplegó cientos de soldados de la Infantería de Marina en servicio activo en Los Ángeles y autorizó la llegada de 2.000 reservistas adicionales de la Guardia Nacional tras un fin de semana de disturbios que incluyó enfrentamientos con la Policía y vehículos incendiados en zonas de la ciudad.
Las protestas fueron generadas por las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en busca de inmigrantes indocumentados en una ciudad y un estado que son epicentros del poder demócrata.
Altos funcionarios de la administración Trump están usando términos como “insurrección”. No es sorprendente que muchos observadores han interpretado esta retórica como una señal de que la Casa Blanca está dispuesta a invocar la Ley de Insurrección, una ley que permitiría al presidente activar tropas para sofocar una rebelión en un estado. No existe tal revuelta en California. Las afirmaciones de Trump este lunes de que su rápida acción evitó la destrucción de Los Ángeles tampoco son ciertas.
La trayectoria de la crisis podría ahora depender de si Trump sigue adelante con su teatralidad dictatorial, cruzando límites que los presidentes modernos no han abordado, en particular en el uso de tropas para hacer cumplir la ley. También podría depender de la moderación de los manifestantes, quienes le harían el juego a Trump al participar en más disturbios que generen imágenes televisivas alarmantes que puedan alimentar su retórica distópica.
En las relaciones sociales, el autoritarismo es una modalidad del ejercicio de la autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma participativa, originando un orden social opresivo, carente de libertad y autonomía. La sociedad preindustrial estuvo marcada por la imposición de una fuerte autoridad y jerarquía en todos los órdenes (religioso, político, económico, etc.), con una indiscutida autoridad paternalista dentro de la familia (patriarcado), frente a los grados cada vez mayores de libertad y autonomía propios de la sociedad industrial y la sociedad postindustrial.
En ciencia política y sociología el concepto de «autoritarismo» no tiene una definición unívoca, lo que permite identificar como autoritarias muchas y muy diferentes ideologías, movimientos y regímenes políticos.
En un sistema autoritario competitivo, un líder llega al poder democráticamente y luego erosiona el sistema de pesos y contrapesos. Normalmente, el ejecutivo llena la administración pública y los puestos clave, incluyendo la fiscalía y el poder judicial, con leales. Posteriormente, ataca a los medios de comunicación, las universidades y las organizaciones no gubernamentales para mitigar la crítica pública e inclinar la balanza electoral a favor del partido gobernante.
Estados Unidos se está transformando rápidamente de una democracia liberal a una forma de autoritarismo. Eso concluyeron cientos de académicos encuestados por el grupo Bright Line Watch, un equipo multiuniversitario que investiga la evolución de la democracia.
Los más de 500 politólogos encuestados advirtieron que la democracia estadounidense está en retroceso, y se está erosionando rápidamente, especialmente desde la reelección de Donald Trump en noviembre de 2024.
Según la medición del centro de estudios, que califica la calidad de la democracia en una escala de 0 (dictadura total) a 100 (democracia perfecta), el puntaje del sistema estadounidense cayó de 67 a 55 en solo unas semanas tras la elección.
Todo era cuestión de tiempo. Las políticas neoliberales impulsadas hace ya décadas, y principalmente las relacionadas con la educación, en el sentido de debilitar sistemáticamente el pensamiento crítico y propiciar un clima de ignorancia favorable a las manipulaciones de los mecanismos de propaganda política en los medios de comunicación, cuidaron con esmero el caldo de cultivo para que apareciera una figura (Trump) que representara el pensamiento de los grupos de poder económico que aspiraban tener la totalidad del poder político en el imperio.
Y lo peor de todo es que todo esto sucede en el momento en que el imperio norteamericano se ha ido debilitando, su influencia internacional deteriorándose palmariamente, y han aparecido conflictos armados que han llegado hasta el genocidio israelí contra los gazatíes, lo cual no augura nada bueno para el presente ni para el futuro cercano.
Desde el último fin de semana, la ciudad de Los Ángeles, California, ha sido escenario de protestas violentas tras una serie de redadas migratorias encabezadas por agencias federales. La situación se ha intensificado al grado de que el presidente Donald Trump ordenó el despliegue de más de 2,000 elementos de las fuerzas armadas para contener los disturbios. Luego, en
Desde el último fin de semana, la ciudad de Los Ángeles, California, ha sido escenario de protestas violentas tras una serie de redadas migratorias encabezadas por agencias federales. La situación se ha intensificado al grado de que el presidente Donald Trump ordenó el despliegue de más de 2,000 elementos de las fuerzas armadas para contener los disturbios. Luego, en la ciudad de San Francisco se dieron también manifestaciones, pero pacíficas, contra las medidas migratorias de Trump.
No es que antes no hubiera sucedido un fenómeno como éste en los Estados Unidos de América, pues de hecho varios tumultos protagonizados por ciudadanos afroamericanos fueron más o menos de la misma magnitud, por causa de hechos violentos de autoridades policiales contra uno de sus miembros, pero siempre estos hechos fueron controlados por la policía local. Sin embargo, las manifestaciones violentas de la ciudad de Los Ángeles, protagonizadas por supuestamente migrantes hispanoamericanos indocumentados, le dio la oportunidad que estaba esperando el delincuente convicto que gobierna en ese país, para utilizar tropas militares, en un despliegue nunca visto dentro del territorio norteamericano.
La CNN informó que según las autoridades policiales, no todos los manifestantes de Los Ángeles en los últimos cuatro días han estado motivados únicamente por el deseo de protestar contra las medidas migratorias de la administración Trump. El jefe del Departamento de Policía de Los Ángeles, Jim McDonnell, distinguió entre los perpetradores y los manifestantes legítimos. “Cuando veo a quienes ejercen la violencia, no son las personas que vemos durante el día ejerciendo legítimamente sus derechos amparados por la Primera Enmienda para expresar sus opiniones sobre la aplicación de la ley migratoria”, declaró el domingo.
Muchos manifestantes se oponían a las recientes redadas migratorias y al despliegue de la Guardia Nacional del presidente Donald Trump, pero otros encajan en el perfil de “alborotadores profesionales”, según fuentes de inteligencia. Ahora bien, ninguna prueba fehaciente se ha dado sobre esta aseveración, lo cual no significa que no fuera posible, porque de hecho este fenómeno es recurrente en medio de cualquier manifestación violenta multitudinaria.
Donald Trump habla y actúa como un autoritario mientras intensifica un conflicto constitucional con California por su ofensiva migratoria. Mucho depende ahora de si simplemente se muestra firme o si está dispuesto a llevar a una nación ya de por sí tensa al otro lado de una línea decisiva en su afán por un Gobierno autoritario.
En un momento impactante, este lunes, el presidente de Estados Unidos –el país auto considerado el principal defensor de la democracia a nivel mundial durante 80 años– respaldó el arresto del gobernador demócrata del estado más poblado del país.
“Creo que sería algo grandioso”, declaró Trump, el único delincuente convicto que ha sido presidente, a los periodistas mientras cruzaba el Jardín Sur de la Casa Blanca.
Posteriormente, Trump desplegó cientos de soldados de la Infantería de Marina en servicio activo en Los Ángeles y autorizó la llegada de 2.000 reservistas adicionales de la Guardia Nacional tras un fin de semana de disturbios que incluyó enfrentamientos con la Policía y vehículos incendiados en zonas de la ciudad.
Las protestas fueron generadas por las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) en busca de inmigrantes indocumentados en una ciudad y un estado que son epicentros del poder demócrata.
Altos funcionarios de la administración Trump están usando términos como “insurrección”. No es sorprendente que muchos observadores han interpretado esta retórica como una señal de que la Casa Blanca está dispuesta a invocar la Ley de Insurrección, una ley que permitiría al presidente activar tropas para sofocar una rebelión en un estado. No existe tal revuelta en California. Las afirmaciones de Trump este lunes de que su rápida acción evitó la destrucción de Los Ángeles tampoco son ciertas.
La trayectoria de la crisis podría ahora depender de si Trump sigue adelante con su teatralidad dictatorial, cruzando límites que los presidentes modernos no han abordado, en particular en el uso de tropas para hacer cumplir la ley. También podría depender de la moderación de los manifestantes, quienes le harían el juego a Trump al participar en más disturbios que generen imágenes televisivas alarmantes que puedan alimentar su retórica distópica.
En las relaciones sociales, el autoritarismo es una modalidad del ejercicio de la autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma participativa, originando un orden social opresivo, carente de libertad y autonomía. La sociedad preindustrial estuvo marcada por la imposición de una fuerte autoridad y jerarquía en todos los órdenes (religioso, político, económico, etc.), con una indiscutida autoridad paternalista dentro de la familia (patriarcado), frente a los grados cada vez mayores de libertad y autonomía propios de la sociedad industrial y la sociedad postindustrial.
En ciencia política y sociología el concepto de «autoritarismo» no tiene una definición unívoca, lo que permite identificar como autoritarias muchas y muy diferentes ideologías, movimientos y regímenes políticos.
En un sistema autoritario competitivo, un líder llega al poder democráticamente y luego erosiona el sistema de pesos y contrapesos. Normalmente, el ejecutivo llena la administración pública y los puestos clave, incluyendo la fiscalía y el poder judicial, con leales. Posteriormente, ataca a los medios de comunicación, las universidades y las organizaciones no gubernamentales para mitigar la crítica pública e inclinar la balanza electoral a favor del partido gobernante.
Estados Unidos se está transformando rápidamente de una democracia liberal a una forma de autoritarismo. Eso concluyeron cientos de académicos encuestados por el grupo Bright Line Watch, un equipo multiuniversitario que investiga la evolución de la democracia.
Los más de 500 politólogos encuestados advirtieron que la democracia estadounidense está en retroceso, y se está erosionando rápidamente, especialmente desde la reelección de Donald Trump en noviembre de 2024.
Según la medición del centro de estudios, que califica la calidad de la democracia en una escala de 0 (dictadura total) a 100 (democracia perfecta), el puntaje del sistema estadounidense cayó de 67 a 55 en solo unas semanas tras la elección.
Todo era cuestión de tiempo. Las políticas neoliberales impulsadas hace ya décadas, y principalmente las relacionadas con la educación, en el sentido de debilitar sistemáticamente el pensamiento crítico y propiciar un clima de ignorancia favorable a las manipulaciones de los mecanismos de propaganda política en los medios de comunicación, cuidaron con esmero el caldo de cultivo para que apareciera una figura (Trump) que representara el pensamiento de los grupos de poder económico que aspiraban tener la totalidad del poder político en el imperio.
Y lo peor de todo es que todo esto sucede en el momento en que el imperio norteamericano se ha ido debilitando, su influencia internacional deteriorándose palmariamente, y han aparecido conflictos armados que han llegado hasta el genocidio israelí contra los gazatíes, lo cual no augura nada bueno para el presente ni para el futuro cercano.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Opinión – Diario Digital Nuestro País