<p><i>Hamnet </i>y <i>Valor sentimental</i> empiezan a amargarle la carrera de premios a <i>Una batalla tras otra</i>. <i>Hamnet</i> ha sido calificada por algunos como «la mejor película de la historia»; <i>Valor sentimental</i> es una de las mejores películas del año. Lo segundo es más potente que lo primero, desde luego. <strong>A </strong><i><strong>Hamnet</strong></i><strong> le terminará perjudicando un </strong><i><strong>hype</strong></i><strong> tan demencial; a </strong><i><strong>Valor sentimental</strong></i><strong> no debería perjudicarle nada</strong>. No le pongo un pero a la película de Joachim Trier. En Hollywood quizá pese que en <i>Valor sentimental</i> se hable poco inglés, pero las cosas están cambiando y desde el fenómeno <i>Parásitos </i>uno puede triunfar en América a lo grande hablando en francés, alemán o noruego.</p>
Un arte popular que no llega a la gente es un arte estéril. Por eso se envían las películas a los premios. Y se doblan. Y se les ponen calificativos tan ridículos como «la mejor película de la historia».
Hamnet y Valor sentimental empiezan a amargarle la carrera de premios a Una batalla tras otra. Hamnet ha sido calificada por algunos como «la mejor película de la historia»; Valor sentimental es una de las mejores películas del año. Lo segundo es más potente que lo primero, desde luego. A Hamnet le terminará perjudicando un hype tan demencial; a Valor sentimental no debería perjudicarle nada. No le pongo un pero a la película de Joachim Trier. En Hollywood quizá pese que en Valor sentimental se hable poco inglés, pero las cosas están cambiando y desde el fenómeno Parásitos uno puede triunfar en América a lo grande hablando en francés, alemán o noruego.
Como Ena, Valor sentimental es peor cuando las brechas idiomáticas de su historia desaparecen en versión doblada. Lo que se gana en accesibilidad se pierde en calidad. ¿Cómo se traduce y cómo se dobla el conflicto de Elle Fanning en la película de Trier? Ella interpreta a Rachel Kemp, una estrella de Hollywood que acude a Noruega para rodar la que podría ser la última película del genio Gustav Borg (Stellan Skarsgard). Pero Rachel es consciente en todo momento de que el inglés no es el idioma natural de Borg y eso hace que la película esté naciendo torcida. Tampoco es natural que sea ella la protagonista del proyecto y no Nora (Renate Reinsve), la también actriz hija de Gustav. Por su parte, Nora ya tiene bastante con lo que tiene. Como su hermana Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas). Los cuatro intérpretes de Valor sentimental están nominados a los Globos de Oro y Stellan tiene toda la pinta de ganarlo. Incluso por encima de Sean Penn, que en Una batalla tras otra no podría dar más juego (ni más asco).
Hay mucho cine en ambas películas, algo que no se puede decir de todo lo que se proyecta en las salas últimamente. Podría estar horas viendo los cambios de rasante de Una batalla tras otra, el charco de vómito oscilante de El triángulo de la tristeza, el cántico Sardaukar de Dune o al T1000 de Terminator 2 presumiendo de naturaleza líquida al atravesar unos barrotes. Y me quedaría a vivir en esa playa francesa en la que Gustav y Rachel se reconocen como genio y estrella. O en cualquier escena (cualquiera) de Deseando amar, una película que lleva veinticinco años fabricando cinéfilos con su despliegue de lenguaje visual, belleza y emoción. También hay de eso en Valor sentimental, aunque en versión fría y nórdica. Mientras Una batalla tras otra apuesta por lo salvaje, Valor sentimental se aferra a la civilización como única manera de gobernar las pulsiones. Paul Thomas Anderson quiere que durante unas horitas veamos el mundo arder; Joachim Trier propone plantar semillas en el suelo quemado. Que sus obras compitan por los mismos premios es un poco absurdo. Pero un arte popular que no llega a la gente es un arte estéril. Por eso se envían las películas a los premios. Y se doblan. Y se les ponen calificativos tan ridículos como «la mejor película de la historia».
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