Dentro de pocas semanas se iniciará el circo tragicómico de las campañas políticas de los diversos partidos en Costa Rica. Pero ya los ciudadanos no se tragan las piedras de molino de los candidatos ni los cantos de sirena de las agrupaciones que los impulsan. Y se preguntarán ¿por qué? Pues la respuesta es muy simple: hace ya mucho tiempo las agrupaciones políticas dejaron atrás sus andamiajes ideológicos y optaron por el personalismo mediático y populista de los candidatos.
Pero no solamente no tienen ya una ideología que les guíe en la elaboración de un programa de gobierno, si es que logran redactar uno, sino que los graves problemas nacionales se dejan de lado y sus propuestas de solución brillan por su ausencia.
No se habla de la reorientación de la economía, de la solución del problema fiscal, de la Reforma del Estado, de la modernización administrativa de las organizaciones públicas, del desmejoramiento de la educación, de la captura de ciertas instituciones públicas por camarillas cuasi delictivas que hacen de ellas lo que les viene en ganas, del deterioro de los servicios de salud pública, de la especulación inmoral en áreas como la intermediación de los productos agropecuarios, la reforma impositiva pendiente desde hace años, la mercantilización de los servicios médicos privados y la especulación inmoral de los medicamentos, y así podríamos seguir mencionando una enorme cantidad de cosas pendientes en el diálogo político indispensable.
La ausencia de una ideología política definida en las agrupaciones partidistas puede llevar a la falta de claridad sobre sus objetivos y valores, lo que a su vez puede generar apatía electoral y dificultar la participación ciudadana. Sin una base ideológica sólida, los partidos pueden ser percibidos como oportunistas, priorizando el éxito electoral sobre principios y propuestas concretas. Esto puede desembocar en una gobernanza deficiente y en la pérdida de confianza en las instituciones políticas.
Es importante recordar el rol de la ideología en los partidos políticos, que podemos resumir en lo siguiente:
Orientación:
La ideología política proporciona un marco para entender la realidad social y política, estableciendo objetivos y prioridades para la acción política.
Identificación:
Permite a los ciudadanos identificarse con un partido y sus propuestas, generando lealtad y participación.
Cohesión:
La ideología une a los miembros del partido en torno a una visión común, facilitando la toma de decisiones y la acción colectiva.
Legitimidad:
Un partido con una ideología definida transmite mayor credibilidad y legitimidad ante la ciudadanía.
Como también debemos mencionar las consecuencias de la falta de ideología:
Falta de rumbo:
Los partidos sin ideología pueden carecer de un norte claro, cambiando sus posiciones y propuestas según la conveniencia electoral.
Oportunismo:
Se prioriza el éxito electoral por encima de los principios, lo que puede llevar a la manipulación y la demagogia.
Desafección política:
La falta de claridad y la falta de compromiso con ideas y valores puede generar desconfianza y apatía en la ciudadanía.
Gobernanza deficiente:
La falta de principios y objetivos claros puede dificultar la implementación de políticas coherentes y efectivas.
En resumen, la ausencia de una ideología política definida en los partidos puede debilitar su función como representantes de la ciudadanía y como motores de cambio social, afectando negativamente la calidad de la democracia.
La debilidad política en Costa Rica se manifiesta en una creciente desafección ciudadana hacia la política tradicional, la fragmentación del sistema de partidos y la emergencia de liderazgos «antipolíticos» como el del actual presidente, Rodrigo Chaves, quien llegó al poder con un discurso antisistema. Esta situación se ve agravada por problemas estructurales como la desigualdad social, la inseguridad y la corrupción, que erosionan la confianza en las instituciones y debilitan la gobernabilidad.
La ciudadanía costarricense ha mostrado un creciente alejamiento de los partidos políticos tradicionales, lo que se refleja en la alta abstención electoral y la pérdida de identificación con las opciones partidarias existentes. El bipartidismo ha cedido terreno a una mayor fragmentación, con la emergencia de nuevos actores políticos y liderazgos que cuestionan las estructuras establecidas. La figura de Rodrigo Chaves, quien se presentó como un outsider que busca romper con las élites y la «vieja política», es un ejemplo de esta tendencia. Su discurso, aunque exitoso en términos electorales, puede contribuir a una mayor polarización y desestabilización política.
La desigualdad social, la inseguridad y la corrupción son factores que socavan la confianza en las instituciones y dificultan la gobernabilidad. La falta de soluciones a estos problemas genera frustración y descontento en la población. La fragmentación política y la polarización dificultan la construcción de consensos y acuerdos necesarios para abordar los desafíos del país, como la reforma fiscal o la lucha contra la delincuencia. La falta de rumbo en la política social, la rotación de funcionarios en el poder ejecutivo y las complejas relaciones entre poderes del estado, son algunos ejemplos de la debilidad institucional que afecta la capacidad del gobierno para implementar políticas públicas efectivas.
En resumen, la debilidad política en Costa Rica es un fenómeno complejo que combina la desafección ciudadana, la fragmentación partidaria y la emergencia de liderazgos disruptivos, junto con problemas estructurales que dificultan la gobernabilidad y erosionan la confianza en las instituciones.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Dentro de pocas semanas se iniciará el circo tragicómico de las campañas políticas de los diversos partidos en Costa Rica. Pero ya los ciudadanos no se tragan las piedras de molino de los candidatos ni los cantos de sirena de las agrupaciones que los impulsan. Y se preguntarán ¿por qué? Pues la respuesta es muy
Dentro de pocas semanas se iniciará el circo tragicómico de las campañas políticas de los diversos partidos en Costa Rica. Pero ya los ciudadanos no se tragan las piedras de molino de los candidatos ni los cantos de sirena de las agrupaciones que los impulsan. Y se preguntarán ¿por qué? Pues la respuesta es muy simple: hace ya mucho tiempo las agrupaciones políticas dejaron atrás sus andamiajes ideológicos y optaron por el personalismo mediático y populista de los candidatos.
Pero no solamente no tienen ya una ideología que les guíe en la elaboración de un programa de gobierno, si es que logran redactar uno, sino que los graves problemas nacionales se dejan de lado y sus propuestas de solución brillan por su ausencia.
No se habla de la reorientación de la economía, de la solución del problema fiscal, de la Reforma del Estado, de la modernización administrativa de las organizaciones públicas, del desmejoramiento de la educación, de la captura de ciertas instituciones públicas por camarillas cuasi delictivas que hacen de ellas lo que les viene en ganas, del deterioro de los servicios de salud pública, de la especulación inmoral en áreas como la intermediación de los productos agropecuarios, la reforma impositiva pendiente desde hace años, la mercantilización de los servicios médicos privados y la especulación inmoral de los medicamentos, y así podríamos seguir mencionando una enorme cantidad de cosas pendientes en el diálogo político indispensable.
La ausencia de una ideología política definida en las agrupaciones partidistas puede llevar a la falta de claridad sobre sus objetivos y valores, lo que a su vez puede generar apatía electoral y dificultar la participación ciudadana. Sin una base ideológica sólida, los partidos pueden ser percibidos como oportunistas, priorizando el éxito electoral sobre principios y propuestas concretas. Esto puede desembocar en una gobernanza deficiente y en la pérdida de confianza en las instituciones políticas.
Es importante recordar el rol de la ideología en los partidos políticos, que podemos resumir en lo siguiente:
Orientación:
La ideología política proporciona un marco para entender la realidad social y política, estableciendo objetivos y prioridades para la acción política.
Identificación:
Permite a los ciudadanos identificarse con un partido y sus propuestas, generando lealtad y participación.
Cohesión:
La ideología une a los miembros del partido en torno a una visión común, facilitando la toma de decisiones y la acción colectiva.
Legitimidad:
Un partido con una ideología definida transmite mayor credibilidad y legitimidad ante la ciudadanía.
Como también debemos mencionar las consecuencias de la falta de ideología:
Falta de rumbo:
Los partidos sin ideología pueden carecer de un norte claro, cambiando sus posiciones y propuestas según la conveniencia electoral.
Oportunismo:
Se prioriza el éxito electoral por encima de los principios, lo que puede llevar a la manipulación y la demagogia.
Desafección política:
La falta de claridad y la falta de compromiso con ideas y valores puede generar desconfianza y apatía en la ciudadanía.
Gobernanza deficiente:
La falta de principios y objetivos claros puede dificultar la implementación de políticas coherentes y efectivas.
En resumen, la ausencia de una ideología política definida en los partidos puede debilitar su función como representantes de la ciudadanía y como motores de cambio social, afectando negativamente la calidad de la democracia.
La debilidad política en Costa Rica se manifiesta en una creciente desafección ciudadana hacia la política tradicional, la fragmentación del sistema de partidos y la emergencia de liderazgos «antipolíticos» como el del actual presidente, Rodrigo Chaves, quien llegó al poder con un discurso antisistema. Esta situación se ve agravada por problemas estructurales como la desigualdad social, la inseguridad y la corrupción, que erosionan la confianza en las instituciones y debilitan la gobernabilidad.
La ciudadanía costarricense ha mostrado un creciente alejamiento de los partidos políticos tradicionales, lo que se refleja en la alta abstención electoral y la pérdida de identificación con las opciones partidarias existentes. El bipartidismo ha cedido terreno a una mayor fragmentación, con la emergencia de nuevos actores políticos y liderazgos que cuestionan las estructuras establecidas. La figura de Rodrigo Chaves, quien se presentó como un outsider que busca romper con las élites y la «vieja política», es un ejemplo de esta tendencia. Su discurso, aunque exitoso en términos electorales, puede contribuir a una mayor polarización y desestabilización política.
La desigualdad social, la inseguridad y la corrupción son factores que socavan la confianza en las instituciones y dificultan la gobernabilidad. La falta de soluciones a estos problemas genera frustración y descontento en la población. La fragmentación política y la polarización dificultan la construcción de consensos y acuerdos necesarios para abordar los desafíos del país, como la reforma fiscal o la lucha contra la delincuencia. La falta de rumbo en la política social, la rotación de funcionarios en el poder ejecutivo y las complejas relaciones entre poderes del estado, son algunos ejemplos de la debilidad institucional que afecta la capacidad del gobierno para implementar políticas públicas efectivas.
En resumen, la debilidad política en Costa Rica es un fenómeno complejo que combina la desafección ciudadana, la fragmentación partidaria y la emergencia de liderazgos disruptivos, junto con problemas estructurales que dificultan la gobernabilidad y erosionan la confianza en las instituciones.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Opinión – Diario Digital Nuestro País