<p>Pese al insoportable calor, al acabar la entrevista <strong>Luis Tosar</strong> (Lugo, 1971) no huye escopetado como suelen hacer los famosos. Da un sorbo a su cerveza, saca el móvil y me hace tres recomendaciones musicales: Larkin Poe, Tyler Childers y Chris Stapleton. Acierta en todas. Cuando el ganador de tres Goya y uno de los tíos más majos de España habla conviene hacerle caso. Acaba de estrenar <strong>‘Matices’</strong>, una serie de intriga en SkyShowtime en la que vuelve a transformarse en un tipo capaz de hacerte llorar con un simple grito. «Mira que soy un tío supertranquilo, pero me acompañan el físico y la voz para dar miedo, ahí tengo ventaja. Todo ayuda para hacer carrera en esto», bromea. </p>
Es una celebridad, tiene mil premios y estrena serie, pero aún transmite autenticidad. «No me he traicionado tanto como para sentirme un vendido», ríe
Pese al insoportable calor, al acabar la entrevista Luis Tosar (Lugo, 1971) no huye escopetado como suelen hacer los famosos. Da un sorbo a su cerveza, saca el móvil y me hace tres recomendaciones musicales: Larkin Poe, Tyler Childers y Chris Stapleton. Acierta en todas. Cuando el ganador de tres Goya y uno de los tíos más majos de España habla conviene hacerle caso. Acaba de estrenar ‘Matices’, una serie de intriga en SkyShowtime en la que vuelve a transformarse en un tipo capaz de hacerte llorar con un simple grito. «Mira que soy un tío supertranquilo, pero me acompañan el físico y la voz para dar miedo, ahí tengo ventaja. Todo ayuda para hacer carrera en esto», bromea.
- La genética te empujaba a ser actor.
- No sé si tanto porque, por ejemplo, no tengo una dentadura especialmente bonita. Un amigo en el instituto siempre me decía: «Tú con esos dientes es imposible que seas actor de cine». Y yo pensaba que tenía razón, pero, mira, aquí estamos. Reconozco que en algún momento, cuando me empezó a ir bien, se me pasó por la cabeza la idea de arreglarla, pero como tampoco he pretendido nunca iniciar una carrera de galán me mantuve fiel a ella.
- La serie gira en torno a un psiquiatra. Los actores habéis sido fundamentales en romper el tabú de la salud mental.
- Sí, porque el psicoanálisis ha formado parte muy constante del mundo de la interpretación. Al principio fue cosa de la escuela argentina y luego les seguimos nosotros. Los actores y actrices, el que más y el que menos, siempre recurrimos a la terapia en algún momento porque hay varios ingredientes en nuestra profesión que tienden a desequilibrar. La exposición pública es un factor y luego está el compromiso que adquirimos a veces con cierto tipo de personajes oscuros o complejos porque la manera en que uno los afronta y se acerca a ellos tiene sus riesgos. Es una profesión en la que continuamente estás manejándote en territorios que no son emocionalmente demasiado estables. Súmale la inseguridad laboral y la aprobación constante que uno necesita como actor, que es un tema delicado porque juegas todo el rato con la autoestima desde un lugar muy precario. Conclusión, a terapia.
- La cara B de esto es que ahora raro es el famoso que no tiene un trauma que contar en un libro o un documental. ¿Se está mercantilizando la salud mental?
- Sí. Las modas son inevitables y existe el riesgo de que se empiecen a banalizar los problemas de salud mental, que son un tema delicado y un problema gordo y difícil de solucionar para muchas personas. A veces, hablar con tanta ligereza de ello entraña el riesgo de que la gente piense que todos los problemas mentales son fácilmente solucionables con un poco de terapia y no es así. Yo he ido a terapia en varias ocasiones y por fortuna no tengo grandes traumas que resolver, tengo los pequeños incidentes que provoca mi propia profesión y esas cosas que uno tiene encerradas dentro pero más o menos vas manejando. No puedo convertir eso en un súper trauma de la infancia como, por desgracia, sufre mucha gente para que me presten atención. Sí, creo que hay una mercantilización de estos problemas y, en general, una mercantilización de todo.
- ¿De qué más?
- Se hace una serie de todo, se saca un libro de todo. Veo que se hacen constantemente documentales que pienso: «Joder, ¿de verdad alguien tenía la necesidad de contar la historia de esta persona? ¿Tanto interesa esto?». A mí desde luego no, aunque entiendo que es un negocio, una vía de mercado y hay que vivir.
- Es un poco lo que hablábamos de la salud mental, la cara B de un fenómeno que ha sido positivo para vosotros como es el boom de las plataformas.
- Sí. Hay público para todo, esta es la realidad. A mí me cuesta cada vez más encontrar cosas que me interesen en las plataformas, en parte porque uno va acotando sus gustos, tampoco te quieres repetir mucho y tienes la sensación de «esto ya lo he visto». Antes teníamos mucha menos oferta que ahora y es fantástico tener esta facilidad de acceso a contenidos culturales, pero cada vez es más difícil encontrar lo que realmente a uno le gusta. Sobre todo porque el algoritmo juega un poco a la contra en este sentido, porque te condena a ver una y otra vez el mismo tipo de cosas y limita mucho nuestro espectro.
- En cualquier caso, lo que te faltaba a ti es aún más trabajo.
- Soy el de la canción de Astrud, el tío que lo hace todo en España [risas]. Me preguntan de vez en cuando por qué no bajo el ritmo de trabajo, pero es que yo desconfío plenamente de esta profesión desde el minuto uno. Tenía todas las razones para hacerlo cuando empezaba y sigo teniéndolas ahora porque a veces me pongo un poquito más exquisito, digo que no a cosas y luego llegan siete meses de sequía que piensas: «Seré imbécil».
- ¿Luis Tosar aún tiene siete meses de sequía?
- Sí, sí. A la que te descuidas, te pasa. Los proyectos en esto suben y bajan a la velocidad del rayo y hay cosas que parecen que están muy armadas y al minuto siguiente no se hacen. Desde que han entrado las plataformas esto es aún más habitual porque las películas suelen tener procesos de financiación más lentos, pero más previsibles. Las series se desmontan de un día a otro por razones que normalmente desconoces, vienen de arriba y nunca llegan a explicarte. Esto te hace más desconfiado… Bueno, más no, porque yo ya lo era y además soy gallego [risas]. Así que voy amarrando. Hasta ahora he tenido mucha suerte y lo agradezco. Objetivos cumplidos, pero no me fío un pelo.
- La semana pasada falleció Piti Sanz, clásico de la cultura gallega, amigo y socio tuyo desde hace muchos años en tus proyectos menos mainstream, de la música a la comedia y el teatro.
- Cuando desaparece alguien tan importante en tu vida como ha sido para mí Piti, una persona que además está íntimamente ligada además a mis comienzos, a aquellas primeras cosas que estaban entre la gamberrada y lo artístico, es inevitable ponerse un poco nostálgico. He mirado bastante hacia atrás. Lo que pasa es unos días que han sido muy dolorosos por la pérdida, también han sido de reencuentro con gente que ha sido importante en nuestro camino. Ha habido momentos súperbonitos entre tanta tristeza.
- Cuando recuerdas aquellos inicios absolutamente underground, ¿piensas que te has traicionado por el éxito?
- Sí, inevitablemente es algo que a veces sientes. Lo que pasa es que convivo bien con eso. Creo que no me he traicionado tanto a mí mismo como para que el yo de 20 años me dijera: «Tío, eres un vendido». Mi compromiso con la profesión sigue siendo el que era, llevo las cosas hasta las últimas consecuencias y en ese sentido, independientemente de cómo sea el producto, sigo fiel a mis ideas. Lo que pasa es que, de nuevo la nostalgia, a veces echo de menos trabajar sin estructura y que no todo esté todo tan armado alrededor. Ser como entonces y decir: «Hostia, va, llegamos y hacemos. Sin más».
- A cambio ahora sabes que llegas a fin de mes.
- Claro, esa es la gran diferencia. Antes era un poco suicida porque tampoco tenía nada más detrás. Ahora tengo una familia y otras responsabilidades que te obligan, como mínimo, a planificar las cosas y pensártelas dos veces antes de saltar. Ahora ya no soy yo sólo llegando a fin de mes, ahora tienen que llegar algunas personas más conmigo y eso te cambia la perspectiva, pero en general me siento en paz con mi carrera. Echo de menos la vivencia y, a veces, el gamberrismo, pero me divierto tanto rodando que de qué coño me voy a quejar.
- Has mantenido tu compromiso social, pero te has apartado progresivamente de la política. ¿Es definitivo?
- Sí, porque creo sinceramente que no pinto nada ahí. Ya tuve mis momentos de involucrarme [fue en las listas del BNG de 2004 a 2007] y lo que aprendí ahí fue que yo no aporto nada ostensiblemente amortizable, por así decirlo, a nivel político. Es decir, que no soy un político, no lo sé hacer y tengo que admitirlo, pero en la parte social y en lo puramente ciudadano y cívico sí que hay que estar y tener un compromiso. En cualquier caso, todo el que vive en sociedad es inevitablemente político de alguna manera, otra cosa es que lo quieras asumir o no. Entiendo que otras personas conocidas tengan sus reservas y no quieran tener ningún tipo de pronunciamiento por la razón que sea, pero yo nunca lo he podido evitar. Tampoco he querido. Es parte de la vida. Los actores tenemos una profesión que tiene mucho eco y no quiero renunciar a ese eco porque puede producir cosas maravillosas a nivel social.
- ¿Las nuevas generaciones de actrices y actores son más cautos en lo político que vosotros?
- Sin duda y seguramente sea más inteligente [risas]. Entiendo que a ellos les ha tocado navegar en aguas mucho más procelosas que las nuestras. La política de hoy en día es mucho más farragosa de lo que era hace 10 o 20 años. Además a los chavales de ahora también les ha tocado una era digital en la que cualquier pronunciamiento es más difícil de entender porque, de entrada, seguramente la información llegue mucho más sesgada. De lo que uno dice a lo que llega a transmitirse puede haber un abismo y eso no pasaba tanto antes. Ahora entre las redes, los titulares, la radicalización de algunos medios… el mensaje cada vez llega menos puro.
- ¿Estás desencantado con la política?
- No estoy desencantado, me niego a caer en la antipolítica porque creo que es negativa para la sociedad. La política es complicada y, hostia, hay que tener arrestos y mucho compromiso para dedicarte a la política, hoy más que nunca. Creo sinceramente que hay políticos cojonudos y cojonudas en este país que intentan realmente hacer las cosas bien. Te diría que de todos los colores, incluso. Hasta los de VOX intentan hacer las cosas bien según lo que ellos creen que está bien y son muy comprometidos con su causa. De eso trata la política aunque yo tenga una opinión terrible de sus ideas. Lo que pasa es que se ha entrado en una discusión política que aporta muy poco al ciudadano. El 90% de la conversación política diaria no aporta absolutamente nada a la gente, sólo aporta al partido. Están mirando su propio discurso y únicamente están intentando crear tifosi. Poco más.
- ¿Es esta legislatura una oportunidad perdida para la izquierda?
- Sí, en el sentido de que se están ejecutando muy pocas medidas y políticas realmente progresistas. Es evidente que tampoco es fácil en el actual panorama político tan segmentado, pero todos pierden el tiempo en pelear y embarrar. Se ha establecido que las reglas del juego ahora son estas y parece que nadie, ni de izquierdas ni de derechas, quiere bajar las cosas a tierra y decir: «Hostia, ya basta. Podemos estar en el Parlamento esta semana, la siguiente y las diez próximas charlando de esto y lanzando mensajes para que viralicen, pero en realidad no estamos haciendo nada práctico. Lo único que estamos consiguiendo es cerrar filas cada uno para su lado. Es frustrante.
- ¿Qué te indigna ahora mismo?
- La impunidad de Israel me encabrona muchísimo cada día. No puede ser que un país haga lo que le sale de las reales pelotas y que la comunidad internacional no sirva absolutamente para nada. Estos últimos días parece que empieza a haber algo de contestación, pero en la práctica seguimos igual. ¿Estos señores pueden masacrar a civiles cuando quieran? Joder, tiene que haber algún tipo de poder colectivo que pueda frenar mínimamente esto. Europa no podemos ser tan mindundis. Es una sensación de impotencia muy grande cuando piensas: «¿Todo el mundo me está vendiendo una moto cuando dicen que les parece muy mal el genocidio y que el embargo de armas a Israel tiene que ser efectivo ya? ¿Realmente está ocurriendo algo que refrende esas palabras o toda Europa tiene claro que esto es una cosa que se dice, pero en realidad no se van a tomar medidas nunca?». La sensación es esa y es muy terrible.
Cultura