<p>Jorge Escorial es un chaval de Madrid, de Carabanchel, del 93. Hijo de una familia humilde y que tuvo la suerte de poderse dedicar a lo que más le gusta que es la música». Y, sobre todo, aunque no lo diga él, Jorge es el chaval en el que se sostiene <strong>Recycled J</strong>. El que por pura pulsión inició un proyecto musical que fue hobby y que, en apenas una década, le ha convertido en uno de los renovadores del urbano español. Porque nadie entendía que alguien que se había criado en las batallas de rap en parques de la capital quisiera meter pop cantado, R&B y electrónica al género. Que alguien sin tatuajes visibles, con pinta y maneras de estudiante ejemplar, se dijera rapero. Pero la gente empezó a escucharle y tuvieron que seguirle. </p>
El rapero madrileño convierte su último disco, ‘San Jorge’, en un testamento y un grito de hora y media. De sus inicios a la muerte repentina de su padre
Jorge Escorial es un chaval de Madrid, de Carabanchel, del 93. Hijo de una familia humilde y que tuvo la suerte de poderse dedicar a lo que más le gusta que es la música». Y, sobre todo, aunque no lo diga él, Jorge es el chaval en el que se sostiene Recycled J. El que por pura pulsión inició un proyecto musical que fue hobby y que, en apenas una década, le ha convertido en uno de los renovadores del urbano español. Porque nadie entendía que alguien que se había criado en las batallas de rap en parques de la capital quisiera meter pop cantado, R&B y electrónica al género. Que alguien sin tatuajes visibles, con pinta y maneras de estudiante ejemplar, se dijera rapero. Pero la gente empezó a escucharle y tuvieron que seguirle.
Y ahora aquí está Jorge -o Recycled J- presentando un disco, San Jorge, que es un testamento y un grito de hora y media. El álbum doble de toda una vida. El del chaval que un día convirtió la música en su oficio y también el del que hace menos de un año sin esperarlo perdió a su padre. El del que gracias a los ingresos de una frutería en el mercado de San Isidro creció en Carabanchel, arrancó sus estudios de Magisterio y ahora quiere un hijo para compensar su pérdida. El que después de vomitar un manifiesto emocional e identitario tiene pensado hacer una parada en este camino. «San Jorge es el álbum más potente que he hecho, en dimensión y en todo lo demás. Mi primer álbum, Oro rosa, empieza justo diciendo que este es un camino sin atajos. Y eso ha pasado en siete años».
- ¿Qué le ha dado coger un camino sin atajos?
- Que esto haya sido difícil me hace saborear el éxito de otra manera. Conseguir las cosas fáciles tiene un precio. Yo me siento orgulloso de todos los baches que he tenido. Ese precio puede ser renunciar a tu esencia, dejarte llevar por el mainstream, por las redes sociales, por lo que quiera el público. En el camino del artista hay muchos demonios que te llevan hacia el éxito fácil que al final es lo más tangible. Yo me siento orgulloso de haberlos evitado.
- ¿Por eso en la intro canta ‘Reyes del under, fuimos unos don nadie. De Carabanchel a la red carpet’?
- Es que yo de eso siento mucho orgullo, es lo mejor. Tampoco es que yo haya sido nunca un pobrecito, pero llegar desde allí te hace saborear las cosas de otra manera, tener una perspectiva de cuando no sabíamos lo que era el mundo y cualquier cosa te parecía lo más. Llenar fuera de Madrid, que es mi casa y mi templo, tocar en otros países fuera, sonar en la radio… Yo vengo del rap, cuando era una cosa más sectaria. Yo fui el primero que me abrí más al pop, probaba a cantar, pero ni yo me había encontrado ni la industria me lo permitía. Ahora que un chaval sube unos vídeos a TikTok o Instagram se viraliza y hay una industria deseando masticar ese caramelo.
- ¿Qué tiene eso de positivo y qué tiene de negativo ?
- De positivo el camino, el aprendizaje, las tablas, el haberlo vivido. Lo malo que puede tener, te hago el símil con el exceso de información, que cualquiera se siente periodista y está todo lleno de fake news. Ahora cualquiera es cantante o artista. Antes cada letra de esas palabras tenía un peso. Los valores en la música han cambiado, ahora todo es la exposición. Nosotros de niños queríamos ser futbolistas o astronautas, ahora quieren ser famosos. Yo sé lo que he sido, sé que me han puesto la zancadilla 20.000 veces y yo a los chavales que salen no les hago eso.
- ¿Se ha sentido excluido de la música urbana en sus inicios?
- Excluido no me siento porque yo me gané mi hueco. No se entendía lo que hacía, pero la marginación musical te da garra y ganas de demostrar. Yo en los momentos en los que más hundido he podido estar sin encontrar mi camino tampoco me dejé guiar por el qué dirán. En esos momentos descubrí quién soy. Al principio, como yo no era tan macarra o buscaba hacer cosas más cantadas, me trataban como si fuese la Yoko Ono de Hijos de la ruina. Que venía a destruirles y a sacarles de su sonido. Y con el tiempo se ha demostrado que con eso Natos, Waor y yo llegamos a la patata de otra manera. Lo mismo me pasó con el Autotune, que se criminalizó mazo, dijeron que eso no era rap y ahora todos lo usan.
Más allá de eso, lo que atraviesa, como una daga, San Jorge es la muerte. Primero, la de sus abuelas. Y después la de su padre, Jero, que puso en pausa el proyecto y obligó a retrasar el álbum. Ahora convertido en un tránsito del duelo. «Yo le podía haber dedicado una canción a mi padre dentro de 10 años, pero el momento era este. Perderle fue una mierda, pero me dio mucha fuerza porque es algo que comparto con él». Su abuelo, también frutero, se murió al año de jubilarse. Su padre no llegó hasta ahí. «Se tiró dos años currando a tope, sin vacaciones, porque él era así. Y cuando deja de fumar, de beber, sale todos los días a andar, pierde 40 kilos se va al hoyo».
- ¿Ha cambiado su visión de la muerte después de este año?
- Claro que sí. Yo siempre trato de canalizar tanto lo bueno como lo malo en mi obra y en mi música. Es difícil conseguir que algo tan feo como esa concepción que se tiene de la muerte en Occidente sea algo bonito. Mi padre siempre decía que el que pierde es el que se va. Porque los demás seguimos aquí. Todos tenemos un padre, una madre, un hermano… y creo que es bonito para quien haya pasado algo así ver cómo lo pasamos el resto.
- En este disco hay también un canto evidente de amor a Madrid, a su barrio. Carabanchel es uno de los barrios que ha cambiado mucho estos años con la gentrificación. ¿Cuál es su relación con ambos?
- Me encanta Madrid, la amo y la llevo por bandera donde voy, pero he empezado a tener una relación tóxica con ella cuando me voy fuera. Aunque me inspira muchísimo, yo no podría haber hecho este disco apartado de mi realidad. Tenía que vivirla, tocar tierra, estar donde se han criado mis abuelos. También te digo que yo soy más de Carabanchel que madrileño y que español. A veces me parece que hasta lo llevo demasiado por bandera, pero es que me gusta pensar en el colegio al que fui, qué amigos tenía, de dónde llegaba el dinero a mi casa que nos ha dado de comer. Como buen rapero, llevo el hood dentro todo el rato.
- Hay un verso en ‘Sincero’ que ha incendiado a sus fans: ‘Cuatro discos en tres años es abusivo / Así que después de San Jorge me retiro / Quiero tiempo pa’ los míos y con Ana un par de críos’. ¿Ha pensado en dejar la música? ¿En irse ahora?
- Me he podido sentir perdido a veces en el proceso, mi equipo cercano, Ana y Ale, cuando hice Casanova se sentaron conmigo y me dijeron que me veían perdido. Y eso me dio perspectiva. Cuanto más perdido he estado, esa gente me ha hecho encontrarme. Cuando pasó todo lo de mi viejo, yo no sabía muy bien qué hacer y eso me dio pildoritas para seguir el camino. Entonces perdido he estado, pero muerto no. Recycled J tampoco está muerto porque sigo dando conciertos, pero cuando escribí eso sí que estaba en ese momento introspectivo. Si realmente en algún momento no lo he dejado es porque yo siento que la misión que tenía que cumplir no se había cumplido. No había encontrado a nadie a quien coger de la mano y decirle palante.
- ¿No lo ha dejado porque no ve un relevo?
- Voy a parar porque después de cuatro discos en cuatro años me parece que ya está bastante bien. El año que viene tenemos Hijos de la ruina, pero eso es otra cosa. También es verdad que la gente saca unas conclusiones de una barra… No voy a poner una fecha, pero San Jorge es un antes y un después en mi carrera, sin duda. Y creo que podemos dejarlo aquí.
- ¿Lo que va a hacer es tomarse un parón creativo?
- Me apetece disfrutar porque este es un disco que he hecho desde el dolor y desde el éxito que no he disfrutado. Te metes en una rueda de conciertos y de ciudades que no sabes ni dónde estás y al final acabas siendo preso de eso. Ahora quiero que todo el dinero que me gaste no sea en hacer otro videoclip y que todo lo que gane no vaya a otros superconciertos en los que nos gastamos todo para que sean espectaculares. Necesito coger un poquito de aire.
- ¿Y lo de ser padre está dentro de ese parón?
- Sí, me gustaría, aunque tampoco estamos activos ahora mismo con ello. Pero me gustaría. Cuando se me fue una vida pensé en traer otra al mundo. Siento que se ha ido mi padre y me gustaría tener un hijo porque además siempre me han encantado los niños. Por algo he estudiado Educación Infantil. Soy muy de cuidar a los míos, de estar muy encima y de ser muy patriarca. Pero cuando llegue el momento te daré la exclusiva.
- ¿Dedicarse a un oficio que exige estar tanto fuera de casa, tan demandante, lo complica?
- Yo me siento muy orgulloso de mi padre aunque no estuviese muy presente en esos años de mi infancia porque estaba trabajando todo el día. Me dio lo mejor que tenía. Hay mucho de él en mi forma de ser en el trabajo, en mi constancia, en mi superación. A mí me hubiera gustado tener un hijo en la pandemia para disfrutarlo, pero no sincronizamos relojes. Y claro que con mi profesión y la de mi pareja [modelo y estilista] es difícil criar y educar a un niño en los valores que nos gustaría. Cuando llegue, llegará.
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