<p>Dos frases importantes quedaron dichas en la presentación de la exposición <i>Warhol, Pollock y otros espacios americanos </i>del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. La primera la dijo <strong>Guillermo Solana</strong>, director artístico del museo: «Hay exposiciones que se hacen a favor del canon y otras que se hacen <strong>para desafiar al canon</strong>». La segunda frase es de <strong>Estrella Diego</strong>, la comisaria de la exposición: «La contemplación es el principal acto político y radical que podemos hacer». </p>
Una exposición en Madrid desafía al canon y demuestra que el arte abstracto y el figurativo no son realidades excluyentes a través de sus grandes estrellas.
Dos frases importantes quedaron dichas en la presentación de la exposición Warhol, Pollock y otros espacios americanos del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. La primera la dijo Guillermo Solana, director artístico del museo: «Hay exposiciones que se hacen a favor del canon y otras que se hacen para desafiar al canon«. La segunda frase es de Estrella Diego, la comisaria de la exposición: «La contemplación es el principal acto político y radical que podemos hacer».
Warhol, Pollock y otros espacios americanos (desde ayer y hasta el 25 de enero) es una cosa y su contraria. Es una exposición hecha para atraer multitudes por la fama de los dos nombres propios que aparecen en su título y es un esfuerzo intelectual complejo que va en contra de la idea intuitiva del arte del siglo XX que tiene cualquier aficionado. Jackson Pollock, el chaman en trance que pintaba los cuadros más abstractos que puedieran imaginarse, y Andy Warhol, el publicista de sí mismo, el hombre de las latas de sopa y de los retratos de Nixon. Pollock, el loco; Warhol, el falso frívolo. ¿Qué hacen unidos en una muestra?
«La gente me dice que qué rara es esta asociación pero a mí me parece normalísima», dijo De Diego en la presentación de Warhol, Pollock y otros espacios americanos. Su exposición enlaza a los dos artistas por dos vías, una más o menos convencional y la otra más exigente.
Por un lado, está la cronología: Jackson Pollock, como todos los artistas abstractos del mundo, empezó en el arte figurativo y se deslizó hacia el cubismo, el expresionismo y el action painting. Pero eso no significaba que la figuración no existiese. «En la abstracción de Pollock está la tachadura del arte figurativo, no su desaparción», dijo Guillermo Solana. Junto al viaje personal de Pollock, está el de su mundo, que empezó a desandar el camino de la abstracción en los años 60. Pollock y Warhol no son los únicos artistas que aparecen en la exposición del Thyssen: Lee Krasner, Helen Frankenthaler, Marisol Escobar, Sol LeWitt y Cy Twombly y Mark Rothko acompañan a la pareja y demuestran que las categorías de abstracto y figurativo son representaciones de la realidad pero no la realidad. Hubo pinturas y fotografías que fueron las dos cosas a la vez y un gran mural de Robert Rauschenberg que aparece en la exposición de Madrid lo demuestra. La pieza del pintor estadounidense, vista en ese contexto, parece un collage warholiano en medio de una tormenta matérica al estilo de Pollock.
La otra vía por la que Estrella De Diego conecta a los dos pintores tiene a Warhol en el centro y es más conceptual que cronológica: su hipótesis es que la manera del hombre del Pop Art de componer sus cuadros y sus fotos estaba basada en una tensión entre el espacio y el objeto en la que el objeto, mil veces repetido, desfigurado y texturizado hasta perder su identidad, es el que se desvanece, el que es derrotado, el que se vuelve aberrante. Y que esa, en el fondo, es la esencia del arte abstracto.
«Yo tenía miedo con esta exposición pero estoy muy contenta porque la he visto y he descubierto que funciona», dijo la comisaria en la presentación del acto. Tiene razón. ¿Qué parecen las fotografías de coches siniestrados de Warhol sino objetos que son engullidos por el aire? «Warhol vio que el mundo estaba demasiado lleno de objetos». Tres de sus cuadros que aparecen en Madrid son tres láminas metálicas deformadas por manchas de pis. Guillermo Solana lo dijo de otra manera: «No es cierto que Pollock sea pintura sin figura ni que Warhol sea figura sin pintura».
Hay otro descubrimiento en la exposición del Thyssen: esa especie de big bang inverso por la que el espacio se come a los objetos no expresa la alegría de las fiestas sin fin de la Factory ni la celebración del éxito capitalista, sino una idea de muerte. La serie de Sombras que Warhol firmó entre 1978 y 1979 da una imagen propia del arte tenebrista del siglo XVII. Es casi un tópico pero Warhol fue un artista mucho más complejo que la imagen que transmitió de sí mismo.
¿Y aquello de que «la contemplación es el principal acto político y radical que podemos hacer» que dijo Estrella Diego al principio de estas líneas? La comisaria se refería a la última sala de la exposición del Thyssen, un cuarto oscuro en el que se proyectan retratos filmados de Warhol. Hay primeros planos casi estáticos de Bob Dylan, Susan Sontag, Marcel Duchamp, Lou Reed, Salvador Dalí, Nico… Cada corte dura cuatro o cinco minutos. El espectador que se tome la contemplación en un sentido radical verá que en efecto, el espacio engulle al objeto.
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