Transcurridos los primeros cien días de gobierno del delincuente convicto que ocupa la Casa Blanca, a quien el pueblo norteamericano le creyó sus promesas eligiéndolo para que gobernara en estos tiempos turbulentos al interior y el exterior del país, los resultados han sido totalmente contrarios a los esperados por ellos. No para quienes anticipábamos un gobierno norteamericano similar al de Nicaragua en sus manifestaciones antidemocráticas.
La grosería, la mendacidad y hasta el mal gusto acompañan un monólogo presidencial lleno de mentiras, llegando hasta la vulgaridad de faltarle el respeto a la Iglesia Católica en el momento de la elección del sumo pontífice. A los países socios y aliados, como los de Europa, México y Canadá, no solamente los ha maltratado, sino que se ha atrevido a expresar calumnias basadas en sus delirios ignorantes de la realidad.
Ya es evidente que hay estadounidenses furiosos por todo el país al darse cuenta de la enorme cantidad de consecuencias funestas e inesperadas que tienen las decisiones del nuevo presidente. Los más enfadados son los que votaron a Trump creyendo que se iban a recortar los precios de los alimentos y se están encontrando con que las cuentas del supermercado siguen igual, y lo que es peor, la absurda imposición de aranceles a todo o que importe en los EEUU aumentarán los precios de los alimentos, resultando en todo lo contrario a sus promesas de campaña.
Pero lo que sí se están recortando son los servicios y las ayudas oficiales. Hay una legión de nuevos despedidos cada día, y empieza a ser raro no conocer a alguien que ha perdido el empleo. Las protestas llegan a los congresistas, y los republicanos –los que no tienen miedo, pocos aún, lo dicen en voz alta—se dan cuenta de que queda poco más de año y medio para las próximas elecciones legislativas.
Quién iba a pensar que un brillante y suicida destroyer como Elon Musk iba a emplear el juguete que le ha regalado Trump -DOGE, Departamento de Eficiencia Gubernamental- para hacer saltar por los aires programas y agencias que podrían tener un exceso de burocracia, pero que también garantizaban tareas importantes y a veces imprescindibles en investigación, seguridad, defensa, protección de los veteranos, sanidad, medicina, vacunas, enseñanza, servicios, cooperación internacional… Los no menos brillantes e incompetentes chicos de las tijeras de Musk siembran el caos, y las consecuencias no deseadas se extienden por todo el país. Si el hombre más rico del mundo sigue desatado con la motosierra, pronto la oleada anti Trump recordará mucho a la oleada proTrump de no hace tanto tiempo.
Y quién iba a pensar, en estos tiempos tan pacíficos y estables, que les parecería una buena idea hacer una purga en el FBI, la CIA y la cúpula militar. Claro que hay que sanear y eliminar burocracia, pero ¿eso incluye el despido del presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, de la jefa de Operaciones Navales de la Armada, del número dos de la Fuerza Aérea y, lo que es peor, de los responsables jurídicos de los tres ejércitos? Quién lo iba a decir, un Gobierno que quiere obligar a las fuerzas armadas a tragarse su agenda política.
Pero todavía más, la Casa Blanca impone reglas a los medios y decide, en lugar de que lo haga la Asociación de Corresponsales, qué periodistas pueden entrar en la sala de prensa, acompañar a Trump en sus viajes y hacerle preguntas. Y cómo se contagia esta querencia autoritaria: ahí está la orden de Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, de que el diario publique en su sección de Opinión solo artículos «sobre libertades personales y los mercados libres». Las opiniones contrarias, que las publiquen otros, dice Bezos, que considera «innecesario» que los periódicos difundan puntos de vista diversos en sus secciones de Opinión.
¿Para qué hablar de las tonterías ignorantes de cada día sobre Ucrania, Europa o Canadá que delatan la ignorancia de Trump, de Elon Musk y de los pésimos representantes de la nueva Administración? ¿Para qué detenernos en ese infame vídeo de Gaza convertida en la Riviera adoradora de un Trump de oro? ¿Para qué seguir buscando ejemplos de barbaridades cuando son muchas más de las que podemos absorber?
¿Y para cuándo el final de esta destrucción de los mecanismos democráticos y de exigencia de responsabilidades en una democracia estadounidense puesta a prueba por el populismo destructivo como pocas veces en su historia contemporánea? ¿Para cuándo el final de esta agitación internacional disparatada que juega a favor de las autocracias y las dictaduras y en contra de las democracias?
Creo que este ejemplo de fascismo populista, ignorante y autodestructivo, causará daños enormes al interior de los EEUU, además de haber dañado las relaciones con otros países antes amigos, o incluso súbditos del Imperio. Solamente China y Rusia, tímidamente seguidos por algunos países, se han atrevido a responder a las afrentas inferidas por este mitómano descontrolado.
Lo que más me entristece es recordar aquella frase terrible que dice: cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Transcurridos los primeros cien días de gobierno del delincuente convicto que ocupa la Casa Blanca, a quien el pueblo norteamericano le creyó sus promesas eligiéndolo para que gobernara en estos tiempos turbulentos al interior y el exterior del país, los resultados han sido totalmente contrarios a los esperados por ellos. No para quienes anticipábamos un
Transcurridos los primeros cien días de gobierno del delincuente convicto que ocupa la Casa Blanca, a quien el pueblo norteamericano le creyó sus promesas eligiéndolo para que gobernara en estos tiempos turbulentos al interior y el exterior del país, los resultados han sido totalmente contrarios a los esperados por ellos. No para quienes anticipábamos un gobierno norteamericano similar al de Nicaragua en sus manifestaciones antidemocráticas.
La grosería, la mendacidad y hasta el mal gusto acompañan un monólogo presidencial lleno de mentiras, llegando hasta la vulgaridad de faltarle el respeto a la Iglesia Católica en el momento de la elección del sumo pontífice. A los países socios y aliados, como los de Europa, México y Canadá, no solamente los ha maltratado, sino que se ha atrevido a expresar calumnias basadas en sus delirios ignorantes de la realidad.
Ya es evidente que hay estadounidenses furiosos por todo el país al darse cuenta de la enorme cantidad de consecuencias funestas e inesperadas que tienen las decisiones del nuevo presidente. Los más enfadados son los que votaron a Trump creyendo que se iban a recortar los precios de los alimentos y se están encontrando con que las cuentas del supermercado siguen igual, y lo que es peor, la absurda imposición de aranceles a todo o que importe en los EEUU aumentarán los precios de los alimentos, resultando en todo lo contrario a sus promesas de campaña.
Pero lo que sí se están recortando son los servicios y las ayudas oficiales. Hay una legión de nuevos despedidos cada día, y empieza a ser raro no conocer a alguien que ha perdido el empleo. Las protestas llegan a los congresistas, y los republicanos –los que no tienen miedo, pocos aún, lo dicen en voz alta—se dan cuenta de que queda poco más de año y medio para las próximas elecciones legislativas.
Quién iba a pensar que un brillante y suicida destroyer como Elon Musk iba a emplear el juguete que le ha regalado Trump -DOGE, Departamento de Eficiencia Gubernamental- para hacer saltar por los aires programas y agencias que podrían tener un exceso de burocracia, pero que también garantizaban tareas importantes y a veces imprescindibles en investigación, seguridad, defensa, protección de los veteranos, sanidad, medicina, vacunas, enseñanza, servicios, cooperación internacional… Los no menos brillantes e incompetentes chicos de las tijeras de Musk siembran el caos, y las consecuencias no deseadas se extienden por todo el país. Si el hombre más rico del mundo sigue desatado con la motosierra, pronto la oleada anti Trump recordará mucho a la oleada proTrump de no hace tanto tiempo.
Y quién iba a pensar, en estos tiempos tan pacíficos y estables, que les parecería una buena idea hacer una purga en el FBI, la CIA y la cúpula militar. Claro que hay que sanear y eliminar burocracia, pero ¿eso incluye el despido del presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, de la jefa de Operaciones Navales de la Armada, del número dos de la Fuerza Aérea y, lo que es peor, de los responsables jurídicos de los tres ejércitos? Quién lo iba a decir, un Gobierno que quiere obligar a las fuerzas armadas a tragarse su agenda política.
Pero todavía más, la Casa Blanca impone reglas a los medios y decide, en lugar de que lo haga la Asociación de Corresponsales, qué periodistas pueden entrar en la sala de prensa, acompañar a Trump en sus viajes y hacerle preguntas. Y cómo se contagia esta querencia autoritaria: ahí está la orden de Jeff Bezos, propietario de The Washington Post, de que el diario publique en su sección de Opinión solo artículos «sobre libertades personales y los mercados libres». Las opiniones contrarias, que las publiquen otros, dice Bezos, que considera «innecesario» que los periódicos difundan puntos de vista diversos en sus secciones de Opinión.
¿Para qué hablar de las tonterías ignorantes de cada día sobre Ucrania, Europa o Canadá que delatan la ignorancia de Trump, de Elon Musk y de los pésimos representantes de la nueva Administración? ¿Para qué detenernos en ese infame vídeo de Gaza convertida en la Riviera adoradora de un Trump de oro? ¿Para qué seguir buscando ejemplos de barbaridades cuando son muchas más de las que podemos absorber?
¿Y para cuándo el final de esta destrucción de los mecanismos democráticos y de exigencia de responsabilidades en una democracia estadounidense puesta a prueba por el populismo destructivo como pocas veces en su historia contemporánea? ¿Para cuándo el final de esta agitación internacional disparatada que juega a favor de las autocracias y las dictaduras y en contra de las democracias?
Creo que este ejemplo de fascismo populista, ignorante y autodestructivo, causará daños enormes al interior de los EEUU, además de haber dañado las relaciones con otros países antes amigos, o incluso súbditos del Imperio. Solamente China y Rusia, tímidamente seguidos por algunos países, se han atrevido a responder a las afrentas inferidas por este mitómano descontrolado.
Lo que más me entristece es recordar aquella frase terrible que dice: cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría
Opinión – Diario Digital Nuestro País