Columna Poliédrica
El irrespeto a los policías se ha vuelto algo que está sobrepasando los límites que nos lleva a la anarquía. Ser policía en estos tiempos es muy difícil en razón de las restricciones jurídicas y, sobretodo, porque se ha instalado en una buena parte de la población costarricense la idea de que los policías no pueden ni siquiera llamarles la atención; el tema es difícil porque desde el punto de vista teórico se trata de lograr un equilibrio entre los derechos de los ciudadanos y la obligación del Estado de hacer respetar la ley, mantener el orden y resguardar la convivencia entre los habitantes del Estado costarricense.
Uno de los problemas políticos y jurídicos fundamentales es la relación entre el poder expresado con base en el aparato represivo del Estado y los derechos de libertad. Hablamos de la libertad negativa postulada por Isaiah Berlin y que se materializa por medio de las diferentes libertades establecidas en la Constitución Política de la República de Costa Rica; dichas libertades son principalmente oponibles ante la autoridad del Estado, situación que resulta evidente en los límites que se le imponen a los policías al ejercer su labor, pero que ampliados al extremo genera una falta de respeto a la autoridad y en concreto a los policías.
Lo ocurrido en Abangares es un nuevo hecho que debe llamarnos la atención. Sin que estemos planteando irnos al otro extremo en que los policías son omnipotentes, sí consideramos que es necesario evitar que cualquier mortal, hombre o mujer, se sienta en la posibilidad de agredir a un policía; esta situación está relacionada con esa idea que tienen muchos ciudadanos de que son intocables y que los policías son objeto de sanción en caso que lo hagan, porque incurren en abuso de autoridad.
Lo comentado constituye una idea que no se puede seguir fomentando. Cuando un borracho, un drogadicto o un ciudadano común y corriente, considera que puede irrespetar la autoridad que representa el policía, estamos caminando por un filón muy peligroso; en otras palabras, se trata de un equilibrio que nuestros abuelos expresaban en el viejo dicho: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.
Tal y como lo hemos mencionado en otros artículos, estos son los resultados prácticos de una interpretación extrema del denominado garantismo penal. Les guste o no a sus defensores más ortodoxos, se ha llevado el planteamiento teórico a un punto, en que los malhechores se aprovechan de las garantías que les otorga el ordenamiento jurídico, situación que genera una situación de impunidad para delincuentes, impotencia para las autoridades y orfandad para el ciudadano común; las personas lo que observan es que la autoridad, representada por los aparatos represivos del Estado, hacen aguas frente a la acción de las personas que irrespetan la ley, a los policías y a sus semejantes.
Merece la pena recordar la cita del poeta iraní conocido como Saadi: “El exceso de severidad produce odio, como el exceso de indulgencia debilita la autoridad.”
(*) Andi Mirom es Filósofo
andimirom@gmail.com
columna poliédrica.blogspot
Columna Poliédrica El irrespeto a los policías se ha vuelto algo que está sobrepasando los límites que nos lleva a la anarquía. Ser policía en estos tiempos es muy difícil en razón de las restricciones jurídicas y, sobretodo, porque se ha instalado en una buena parte de la población costarricense la idea de que los
Columna Poliédrica
El irrespeto a los policías se ha vuelto algo que está sobrepasando los límites que nos lleva a la anarquía. Ser policía en estos tiempos es muy difícil en razón de las restricciones jurídicas y, sobretodo, porque se ha instalado en una buena parte de la población costarricense la idea de que los policías no pueden ni siquiera llamarles la atención; el tema es difícil porque desde el punto de vista teórico se trata de lograr un equilibrio entre los derechos de los ciudadanos y la obligación del Estado de hacer respetar la ley, mantener el orden y resguardar la convivencia entre los habitantes del Estado costarricense.
Uno de los problemas políticos y jurídicos fundamentales es la relación entre el poder expresado con base en el aparato represivo del Estado y los derechos de libertad. Hablamos de la libertad negativa postulada por Isaiah Berlin y que se materializa por medio de las diferentes libertades establecidas en la Constitución Política de la República de Costa Rica; dichas libertades son principalmente oponibles ante la autoridad del Estado, situación que resulta evidente en los límites que se le imponen a los policías al ejercer su labor, pero que ampliados al extremo genera una falta de respeto a la autoridad y en concreto a los policías.
Lo ocurrido en Abangares es un nuevo hecho que debe llamarnos la atención. Sin que estemos planteando irnos al otro extremo en que los policías son omnipotentes, sí consideramos que es necesario evitar que cualquier mortal, hombre o mujer, se sienta en la posibilidad de agredir a un policía; esta situación está relacionada con esa idea que tienen muchos ciudadanos de que son intocables y que los policías son objeto de sanción en caso que lo hagan, porque incurren en abuso de autoridad.
Lo comentado constituye una idea que no se puede seguir fomentando. Cuando un borracho, un drogadicto o un ciudadano común y corriente, considera que puede irrespetar la autoridad que representa el policía, estamos caminando por un filón muy peligroso; en otras palabras, se trata de un equilibrio que nuestros abuelos expresaban en el viejo dicho: ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre.
Tal y como lo hemos mencionado en otros artículos, estos son los resultados prácticos de una interpretación extrema del denominado garantismo penal. Les guste o no a sus defensores más ortodoxos, se ha llevado el planteamiento teórico a un punto, en que los malhechores se aprovechan de las garantías que les otorga el ordenamiento jurídico, situación que genera una situación de impunidad para delincuentes, impotencia para las autoridades y orfandad para el ciudadano común; las personas lo que observan es que la autoridad, representada por los aparatos represivos del Estado, hacen aguas frente a la acción de las personas que irrespetan la ley, a los policías y a sus semejantes.
Merece la pena recordar la cita del poeta iraní conocido como Saadi: “El exceso de severidad produce odio, como el exceso de indulgencia debilita la autoridad.”
(*) Andi Mirom es Filósofo
andimirom@gmail.com
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Opinión – Diario Digital Nuestro País