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<p><strong>Jaime de los Santos</strong> (Madrid, 1978) compagina lo mejor que puede sus diversas facetas, pero asume que es imposible que no se mezclen: vicesecretario de Educación e Igualdad del <strong>PP</strong>, tertuliano televisivo, historiador del arte y escritor. Acaba de publicar su segunda novela, <strong>‘El evangelio según Caravaggio’</strong>, pero lo que empieza siendo una conversación sobre un libro evoluciona hacia el feminismo, la homofobia, Vox y <strong>Pedro Sánchez</strong>. Todo es política, al fin y al cabo.</p>
Publica su segunda novela, en la que conviven el historiador y el político: «La polarización no la inventó Sánchez, es tan española como el buen tiempo»
Jaime de los Santos (Madrid, 1978) compagina lo mejor que puede sus diversas facetas, pero asume que es imposible que no se mezclen: vicesecretario de Educación e Igualdad del PP, tertuliano televisivo, historiador del arte y escritor. Acaba de publicar su segunda novela, ‘El evangelio según Caravaggio’, pero lo que empieza siendo una conversación sobre un libro evoluciona hacia el feminismo, la homofobia, Vox y Pedro Sánchez. Todo es política, al fin y al cabo.
- ¿Por qué Caravaggio?
- Por la verdad y por las mujeres. No hay nada que me seduzca más que la verdad en todos los sentidos y Caravaggio es el pintor de la verdad. Hasta que llega Pasolini, que por eso es el otro protagonista de la novela, es el único artista que ha creado sin paternalismos, sin romanticismos y sin opinar. Muestra a los desfavorecidos tal y como son mientras sus contemporáneos los pintan de forma almibarada, pienso en los niños vagabundos de Murillo, que se comen unas rodajas de melón que ya quisieran, o en Juan de Pareja, el esclavo que tenía Diego Velázquez y al que retrata casi como si fuera un hidalgo. Tuve la suerte de tener una profesora y mentora en la universidad Complutense, Beatriz Blasco Esquivias, que un día nos dijo en clase que no ha habido ningún otro artista que haya mirado al desfavorecido como lo hacía Caravaggio y a mí, que siempre me han interesado los márgenes, se me quedó.
- ¿Y lo de las mujeres?
- Mi otra obsesión son las mujeres prostituidas. Llevo muchos años trabajando con APRAMP, una asociación que rescata a mujeres que se ven obligadas a prostituirse como consecuencia de proxenetas, de puteros y de redes inaceptables. Caravaggio convive con ellas, las toma como modelos para sus cuadros y se atreve no sólo a convertirlas en María Magdalena, que es lo fácil, sino también en Santa Marta e incluso en la Virgen María..
- La prostitución sigue en España en un estado de alegalidad que ni izquierda ni derecha afrontan. ¿Eres abolicionista?
- Yo, Jaime de los Santos, el ciudadano no afiliado a nada, soy profundamente abolicionista. La prostitución debería estar prohibida. Y ahora te voy a hablar como legislador. Lo primero que tenemos que hacer es aprobar una ley contra la trata de seres humanos que esclaviza, según la ONU, a casi 50 millones de personas que en su mayoría son mujeres y niñas. Recuerdo con mucha tristeza que España es el país con mayor turismo sexual de toda la Unión Europea y a quienes me defienden desde una perspectiva bonhomista la libertad de las mujeres que quieran prostituirse, les hago dos reflexiones: qué opinarían si su hija decidiera dedicarse a una labor que para ellos o ellas es tan respetable como cualquier otra y, sobre todo, si se han planteado qué lleva a una mujer, incluso haciéndolo de forma libre, a prostituirse.
- ¿No crees que sea posible decidirlo con total libertad y normalidad?
- Una mujer se dedica a la prostitución por la necesidad más absoluta, que es lo mayoritario, o por una falta de valores, y no tengo ningún problema en decirlo así, que es consecuencia de una sociedad que se ha olvidado de recordar que el cuerpo es mucho más que un espacio para el divertimento. Esto puede sonar muy pío y no tiene nada que ver con Rosalía, pero creo que, en la profunda y permanente laicización de todo, no nos hemos dado cuenta de que por el mismo sumidero se han ido muchos valores que sostenían y sostienen gran parte de la convivencia.
- ¿Cuántas veces calculas que te habrán preguntado cómo puedes ser homosexual y de derechas?
- En todas las entrevistas, para empezar. Es un tópico permanente. Ese y que cómo puedo ser gay y católico. Soy creyente y, como cualquier ser pensante, discrepante. Si discrepo con mi madre, que es a la persona que más quiero, ¿cómo no voy a discrepar con una institución hecha por hombres y mujeres tan imperfectos como yo? Lo que pasa es que. con la madurez, decidí creérmelo todo porque me hace mucho más feliz creer en el buey, la mula, el ángel y los pastores que andar racionalizando la fe. Creo que la fe es un don y que los ateos son más ultraortodoxos que los católicos porque defienden con absoluta certeza algo indemostrable. Igual mi fe absoluta es naif, pero es que yo quiero ser naíf en esto. Y en lo de la homosexualidad y la derecha habría que hacer historia.
- Te escucho.
- La batalla por los derechos del colectivo LGTBI se la quieren apropiar muchos, pero se debe a muy pocos, entre otras, a esas feministas a las que hoy los defensores de lo trans señalan de forma indecente cuando ya en el 68, en París, una de las pancartas más sobresalientes que ellas llevaban era a favor de los derechos gays. ¿Qué quiero decir? Cuidadito con los señalamientos de los que ahora, en nombre del colectivo LGTBI, se creen con derecho a todo porque, como su función se ha vaciado, tienen que disparar a cualquier lado para que alguien les haga caso.
- ¿A quién te refieres?
- A esa izquierda que durante muchos años ha vivido solo para la permanente crítica al Estado y a cualquiera que no sea de los suyos, pero en un país en el que tenemos reconocidos todos nuestros derechos, se diluye su razón de ser. Por suerte, nos hemos convertido en una de las naciones más igualitarias del mundo y, sin una lucha real, sólo les queda dedicarse a juzgarlo todo sin darse cuenta que en ese juicio sumarísimo al que someten a la población lo que están haciendo es que perdamos adeptos y algunos y algunas, precisamente por esa hiperventilación de esa izquierda, conviertan nuestra lucha en su arma arrojadiza y empiecen a ir contra esa igualdad y contra esos derechos. Y estoy hablando de Vox, no tengo ningún problema en ponerle nombre y apellidos.
- Como miembro del PP, ¿cómo justificas tener que pactar con un partido con ideas homófobas y machistas?
- Creo que con Vox hay que ser profundamente sólido a la hora de negociar. ¿Por qué? Porque si Pedro Sánchez algo ha hecho bien ha sido blanquear a los malos y con eso me refiero de manera muy especial a un partido como Bildu. Se ha preocupado de hacerlos pasar por chicos y chicas buenísimos por más que sus dirigentes tengan condenas por terrorismo.
- No vale utilizar a los ‘malos’ ajenos para blanquear a vuestros ‘malos’.
- Me refiero a que con Vox solamente nos paramos a mirar sus grandes errores, que son imperdonables, pero nos olvidamos de que vivimos en un país democrático en el que tres millones de ciudadanos y ciudadanas han elegido esa opción y yo, que creo en la democracia, no soy nadie para tildarlos de grandes malvados. Lo que hay que hacer a la hora de negociar con Vox es ser contundente, sólido y no moverte de tus ideales. Lo que no puedes hacer es, si eres el PSOE, bajarte los pantalones a la primera de cambio y olvidar que has dicho que no podrías dormir con según qué cosas para seguir a Podemos a pies juntillas.
- Sigues sacándome lo que ha hecho el PSOE cuando yo he preguntado por el PP y Vox.
- Bien. El PP lo que tiene que hacer es negociar con quien corresponda, porque eso es sinónimo de democracia, sin perder ni un ápice de lo que significan nuestras siglas y de lo que son nuestras creencias. Y si Vox no quiere apoyar a un Gobierno del PP porque no le gusta que defendamos convencidamente la igualdad, que expliquen ellos a sus votantes que no estuvieron dispuestos a sacar al país de una de las peores eras de esta democracia como es el sanchismo.
- No me regatees. Se puede pactar con Vox como se puede pactar con Bildu, es lícito, pero vivimos una auge del antifeminismo y de la homofobia, especialmente entre los hombres jóvenes y votantes de Vox, que ataca directamente a tus valores y a lo que defiende tu partido.
- Yo creo que, como pasa a menudo con Vox, pesa más el titular y el exabrupto que la realidad. Es cierto que eso está sucediendo en un sector de la juventud, pero en global es la juventud con menos prejuicios de nuestra historia. Hay más bisexualidad que nunca, uno de cada tres jóvenes no tendría ningún problema en tener relaciones con alguien de su mismo sexo y mis sobrinos, que van de los 23 a los 14 año, ni se plantean lo que tiene que ver con el género. Eso con la homofobia. En cuanto al feminismo sí hay una huida hacia atrás. ¿Y por qué digo que es una huida? Porque el wokismo, como toda ultraortodoxia, ha hecho que algunos hombres, probablemente por inseguridad, tomen posiciones y generen espacios para los titubeantes.
- La culpa siempre es de los mismos…
- Me explico. Durante milenios se colocó al macho como centro absoluto de cualquier situación de poder, y ahora me vendrán los de los matriarcados a los que me limito a responder con una pedorreta, y entonces llegó el feminismo inteligente, que trabaja por la igualdad real entre hombres y mujeres y demuestra todo lo que hay que hacer y lo que ha sufrido la mujer. Por ejemplo, la violencia de género que afecta a las mujeres por el simple hecho de serlo y es indiscutible. Pero, de repente, llegan unos que pretenden tensionarlo todo porque no tienen nada mejor que proponer y llevan el feminismo hasta tal extremo que a las primeras que soliviantan es a las feministas reales y reaniman a esos machirulos que se habían visto arrinconados tras ser educados en un cuasi poder absoluto. Que alguien te dé oxígeno para recuperar según qué posiciones, envalentona. Y sobre los jóvenes, también te digo que no les exijamos reflexiones en profundidad que no hacemos los adultos cuando, además, están atravesados por todo tipo de revueltas hormonales.
- Pero de la revuelta hormonal al machismo va un trecho.
- Sí, sí, sólo digo que a esa edad todo es muy visceral. No sé a ti, pero yo con 18 años podía pensar una cosa y la contraria en la misma mañana. Mi padre era socialista y la primera vez que yo voté fue al Partido Popular, única y exclusivamente, porque acababa de cumplir los 18 años y Aznar prometió que quitaba la mili. ¿Hay algo más hormonal que el terror que me daba compartir habitación con un montón de señores que yo me había inventado que me iban a hacer las peores barrabasadas? Tenemos la mejor juventud de la historia, estoy convencido. Cuidado con quienes atacan sistemáticamente a los jóvenes porque no es cierto: son más sensibles, más empáticos y tienen más conocimiento que nunca. Y estoy convencido de que a la mayoría de esos jóvenes hombres heterosexuales que defienden el franquismo o niegan la violencia de género, si nos sentamos 20 minutos a escucharlos, de las 20 cosas que nos digan sólo dos serían burradas y podrían entender su error. Lo que pasa es que ese aglutinador testosterónico que en nuestra juventud era, por ejemplo, el heavy metal, pese a que en la España de los años 80 nadie entendía lo que cantaban Kiss o Iron Maiden, ahora lo pueden ser las ideas de Vox.
- No es igual de problemático.
- No, pero el problema de Vox, uno de los problemas, es que cuando sólo tienes tres ideas simples, convences un rato, pero no duras. ¿Por qué no crees que no quieren entrar en los gobiernos? Porque son solo ideología e ideología facilona. Es cortoplacista.
- ¿Aún crees en la política?
- Sí, más que nunca.
- ¿Pero entiendes el hastío y la desconfianza del ciudadano?
- Perfectamente. Soy un adicto a la historia, leo mucho y creo que la tan necesaria sociedad del bienestar, que se alcanzó entre todos y todas como consecuencia de una Transición que algunos quieren olvidar y es uno de los ejemplos más sobresalientes de política de los últimos siglos, ha llevado a que determinadas zonas de la sociedad se ensombrezcan. Cuando todo es o parece fácil, hay determinados reconocimientos que desaparecen. En los años 80 y 90, nuestros padres y nuestros abuelos tenían muy claro hasta qué punto la política y los políticos habían sido imprescindibles para la construcción de un país que era en todo mejor que en el franquismo porque una dictadura, sea del color que sea, siempre es terrible, por más que el ex jefe del Estado en sus memorias pretenda hacerle algún guiño.
- No es el único. Como hablábamos antes, ciertos jóvenes comienzan a reivindicarla.
- Sí. ¿Qué pasa? Que los que hemos nacido a finales de los 70 o principios de los 80 tenemos claro que cualquier manera de entender el mundo en el que la libertad desaparece tiene que ser censurada sí o sí porque hubo quienes se preocuparon de recordárnoslo. Hablo de nuestros padres y nuestros profesores. Después de eso ha venido una etapa narcotizada en la que esa obtención de casi todo de forma fácil ha llevado a que los más jóvenes rechacen lo que significa la política. A eso también hemos contribuido mucho los políticos. No solamente los que roban, han robado y probablemente seguirán robando, que son los menos, sino con una toma de posiciones muy poco generosas y con la normalización de la mentira, empezando por el presidente del Gobierno. Lo peor que tiene Pedro Sánchez es que es un mentiroso compulsivo al que, como es un amoral, no le importan las consecuencias: la mentira cala en la gente y genera una gran desconfianza.
- ¿Y el tono? ¿No crees que la gente está harta de gritos y ataques personales?
- El problema es que del tono es muy difícil huir. Los políticos no venimos de Marte ni salimos de vainas, somos la consecuencia directa de la sociedad en la que vivimos y que pretendemos mejorar. Nos alimentamos de lo que ocurre en la calle y, a este respecto, los medios de comunicación tenéis la corresponsabilidad. Cuando yo hablo de Santa Teresa de Jesús en la comisión de Cultura del Congreso, para defender a una de las primeras feministas de la historia, a ningún medio le interesa y se hace eco de una sola de mis frases. Sin embargo, cuando llamo putero a José Luis Ábalos, que es lo que dice la RAE que son los hombres que van con mujeres prostituidas, eso se convierte en titular en todos sitios. ¿Qué pasa? Que si allanas permanentemente tu tono, desapareces.
- Bueno, tú te calientas con facilidad en las tertulias.
- Sí, me caliento rápido en los debates. Luego me veo y conmigo mismo no tengo ningún problema, pero sí pienso: «Ostras, habrá quien piense que soy gilipollas». Eso sí me afecta porque no lo soy. De hecho, con tengo una buenísima relación con personas que he tenido sonadas broncas como Afra Blanco o Elisa Beni, que ahora quieren hacer parecer que es más del PP que yo, pero a mí me ha dado por arriba y por abajo cuando era adalid de la izquierda beligerante.
- ¿Estamos abusando del concepto polarización para explicarlo todo?
- Con eso me da la risa. Nos debemos creer que esto de la polarización lo ha inventado Pedro Sánchez y para nada. Sánchez, que es un malo con un olfato extraordinario, lo que ha sabido es detectar cuál es la mejor manera de generar polémica permanente en la cafetería de todos los barrios de España, pero no hay más que pasar por el Museo del Prado y ver el ‘Duelo a garrotazos’ para entender que la polarización es tan española como el buen tiempo y la generosidad. Lo que ocurre ahora, simplemente, es que tenemos un empacho de información que multiplica un conflicto que siempre ha existido. Cuando me dicen que ahora los diputados somos peores que antes, aconsejo que consulten los diarios de sesiones de todas las legislaturas anteriores. Se decían las mismas burradas o peores, lo que pasa es que entonces nadie veía lo que se decía en el Congreso. Ahora TikTok es una máquina de polarizar porque multiplica el alcance de esos enfrentamientos que siempre han existido. No nos engañemos, el cainismo no lo inventó la civilización nacida en torno al Mediterráneo, pero nos hemos preocupado mucho de alentarlo.
- ¿Cuál ha sido tu gran decepción en estos años?
- Te doy dos nombres propios. Yolanda Díaz e Inés Arrimadas. Reconozco a ambas que, en un momento dado, sirvieron de ejemplo icónico para muchas otras mujeres, pero una vez se convirtieron en iconos y alcanzaron una situación de poder influir, liderar y cambiar cosas, no hicieron nada. Son las dos grandes mentiras de la política española.
- ¿No serías más feliz dedicándote a lo tuyo? ¿Te merece la pena este trabajo?
- Sí, porque de verdad creo mucho en la necesidad de la política para cambiar las cosas y porque agradezco profundamente a todos esos señores que en la Transición fueron capaces de, viendo de dónde veníamos y con una herramienta que se llama política, convertir a España en lo que es hoy: uno de los diez mejores países del mundo, sin duda. Creo que ese espíritu sigue ahí, en los políticos y en los ciudadanos. Sigo pensando que en el Partido Socialista Obrero Español hay muchos militantes y muchos dirigentes que pertenecen a la misma idea que Felipe González, lo que pasa es que ahora mismo hay una dictadura que detenta el señor Pedro Sánchez y todo lo intoxica.
- Esto de la dictadura… ¿Te refieres sobre su propio partido o sobre el país?
- En primera instancia, sobre su propio partido. Sobre el país, no, porque por más que él en sus sueños húmedos querría que así fuera, tenemos unas instituciones tan sólidas y tan férreas que por más que tú intentes que pase de tapadillo que tu Fiscal General del Estado es un delincuente, porque lo ha dicho el Tribunal Supremo, no lo consigues. Es decir, Pedro, sobre los tuyos puedes. Sobre España no, porque España es mucho más que todo eso. Lo que pasa es que el PSOE es muy importante para la salud democrática de España y lo tiene secuestrado. Hay que reconocerle una cosa: tonto no es. ¿Qué ha hecho Pedro? Colocar en las estructuras inmediatas a su poder casi teocrático a sus gentes, que creen en él menos de lo que piensa, pero en la mayoría de los casos no quieren perder sus posiciones de poder. Por ejemplo, Pilar Alegría, mientras ofrece 60.000 pavos a un menda para que no señale a Bolaños y silencia las orgías del señor Ábalos, lo que quiere es no perder la posibilidad de ser ministra y, que es imposible, de ser un día presidenta de la Comunidad Autónoma de Aragón.
- Entiendo, entonces, que lo de la escritura seguirá siendo sólo un hobby.
- Tenemos un amigo común, Ángel Antonio Herrera, que me dice siempre que le mato de envidia porque soy muy feliz mientras escribo y él sufre mucho para hacerlo. Para mí, escribir es una fuente permanente de conocimiento. Me obliga a saber cosas y aunque esto suene cursi no tengo ningún problema porque es la verdad: lo único que me interesa de verdad en la vida es aprender. Es una cosa obsesiva. Por eso, cuando algunos pretenden construir según qué imágenes frívolas sobre mí, y a veces lo consiguen, no me preocupa porque sé que no se sostienen. Lo único que quiero ser de mayor es sólido y bueno y me estoy preocupando muy mucho en que no se me noten las costuras.
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