<p>Dice Joe Eszterhas que los 80 años cumplidos que luce atravesados con un cáncer de garganta por culpa del tabaquismo no es óbice para que no pueda atreverse una vez más con un thriller erótico. <strong>«Los rumores sobre mi impotencia cinematográfica son exagerados, además de discriminatorios por edad».</strong> La declaración aparece en el frontispicio de la noticia exclusiva de la revista The Wrap que anuncia una vuelta a los orígenes (reboot) del personaje que interpretara Sharon Stone en 1992 a las órdenes de Paul Verhoeven. Hablamos de la inteligentísima asesina del picahielos Catherine Tramell, hablamos de <i>Instinto básico.</i> Lo que se sabe es que United Artist y el omnipresente Amazon MGMStudios (los mismos que se han hecho con los derechos de James Bond) pagarán, de entrada, dos millones de euros al escritor por su libreto, ampliables a cuatro si el proyecto se completa con película.</p>
Joe Eszterhas, el guionista de la mítica película dirigida por Paul Verhoeven, anuncia la firma de un contrato de cuatro millones de dólares para revivir al personaje de Catherine Tramell interpretado por Sharon Stone
Dice Joe Eszterhas que los 80 años cumplidos que luce atravesados con un cáncer de garganta por culpa del tabaquismo no es óbice para que no pueda atreverse una vez más con un thriller erótico. «Los rumores sobre mi impotencia cinematográfica son exagerados, además de discriminatorios por edad». La declaración aparece en el frontispicio de la noticia exclusiva de la revista The Wrap que anuncia una vuelta a los orígenes (reboot) del personaje que interpretara Sharon Stone en 1992 a las órdenes de Paul Verhoeven. Hablamos de la inteligentísima asesina del picahielos Catherine Tramell, hablamos de Instinto básico. Lo que se sabe es que United Artist y el omnipresente Amazon MGMStudios (los mismos que se han hecho con los derechos de James Bond) pagarán, de entrada, dos millones de euros al escritor por su libreto, ampliables a cuatro si el proyecto se completa con película.
Se sabe eso y las intenciones de Eszterhas de poner a trabajar al «hombre retorcido» que dice que habita en su interior para dar a luz una historia al menos tan problemática, provocativa y ácida como la original. Ante la insistencia de la revista, la única definición que ha salido de su boca sobre lo que trama es que será «antiwoke» o no será. Y no ha dado más explicaciones.
Lo que sigue son conjeturas y caras de asombro porque se suponía que por el modelo de «depredador homosexual» que seguía el personaje de Stone era, de por sí, lo contrario a woke. De hecho, el mismo día de su estreno activistas LGTBIQ+ se plantaron delante de los cines de San Francisco (donde está ambientada), Nueva York, Chicago y otras ciudades de Estados Unidos al grito de «Hollywood homophobia has got to go» (Basta ya de tanta homofobia, en castellano). Otra de las frases que se coreaba a las puertas de las salas de exhibición era «Rape is not sexy» (La violación no tiene nada de atractivo; o, de otro modo algo más actual, Sólo sí es sí). Si se quiere, y en su formato más extremo y hasta básico, Instinto básico no hace nada más que repetir punto por punto los lugares comunes de la eterna mujer fatal que tanto ha excitado la imaginación masculina, siempre a la búsqueda de nuevas coartadas para parecer más inteligente, más sofisticado, menos elemental. En el ideario antiporno de Andrea Dworkin, por ejemplo, el thriller erótico de Verhoeven reproduce el tropo más clásico de que detrás de cada NO en realidad hay un SÍ velado. La femme fatale ritualiza, de acuerdo con esta lectura, una supuesta revolución de la mujer que, en verdad, no es más que otra manera mucho más elaborada de sumisión.
Pero Instinto básico nunca se dejó definir fácilmente. Y no es menos cierto que Camille Paglia, siempre abonada a la polémica, corrió en defensa de la película con el mismo empeño y hasta clarividencia con que Virgine Despentes describía la feroz incomodidad del porno por su facilidad para golpear «el ángulo muerto de la razón». Paglia, no por casualidad autora de Vamps & Tramps: más allá del feminismo, seguía una línea similar de razonamiento para, desde las páginas de Vanity Fair, declarar alto, claro y muy orgullosa: «¡Las mujeres son zorras!». Su exclamación se dirigía a Sharon Stone coronada como nueva diosa y estandarte del dominio de la mujer en el deseo sexual. La femme fatale sería ahora justo lo contrario: no tanto un producto derivado como una afirmación, una muestra palpable de quién manda. «¡Ante una mujer en su plenitud sexual, los hombres se convierten en gelatina!», escribía a la mayor gloria de Stone y su ya mítico cruce de piernas, que ya estábamos tardando en mencionar.
Así las cosas, no parece nada claro si la definición de antiwoke sirve para marcar distancias con el original o, al revés, para manifestar que la intención es volver a hacer lo mismo. Sea como sea, lo cierto es que Eszterhas se ha superado a sí mismo. Por la cinta que tanto hizo penar al detective interpretado por Michael Douglas cobró tres millones de dólares. Es decir, ahora uno más. Además, tampoco ha de esforzarse tanto para superar a la secuela ya filmada de 2006, cuyo guion corrió cargo de Michael Canton-Jones y que fue un desastre en todos los sentidos de la palabra: de crítica, de público, de woke y de antiwoke. Otra cosa es que supere a su primera criatura, capaz de recaudar 353 millones de dólares a nivel mundial con un presupuesto de tan solo 49. El hombre retorcido, sin duda, tiene trabajo.
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