<p><i>Emily in Paris </i>no va de nada. En esa serie hay personajes y acciones, pero no subtexto. <i>Emily in Paris </i>tiene tramas, pero no temas. A <i>CSI </i>también le pasa. O a <i>Friends</i>. <i>The Good Wife </i>sí tenía un tema muy claro: la nobleza humana y sus contradicciones en un mundo contemporáneo complejo e hipócrita. <i>The Good Fight</i>, su secuela, también iba de algo, de muchas cosas. Ambas series venían firmadas por <strong>el matrimonio más talentoso de la televisión, el formado por Robert y Michelle King</strong>. Suya es también la extraordinaria <i><strong>Evil</strong></i>, cuya cuarta y última temporada puede verse ahora en SyFy. En <i>Evil </i>hay personajes y acciones, tramas y temas. Los temas de <i>Evil </i>son la fe, el respeto, la tolerancia, la familia y la incertidumbre. Y sus contradicciones en un mundo contemporáneo complejo e hipócrita. También hay personajes (interesantísimos) y tramas (muy originales) en esta serie. Como las series anteriores del matrimonio King, <i>Evil </i>tiene otra dificilísima virtud: <strong>un sentido del humor fino y retorcido</strong>.<br><br>Robert y Michelle King plantean una premisa muy seductora: la colaboración entre <strong>una psicóloga clínica, un científico y un sacerdote </strong>investigando fenómenos que podrían ser sobrenaturales, explicables a través de la ciencia… o pruebas de la existencia de Dios. <strong>O del demonio</strong>. Estando Michael Emerson en esta serie, está casi hecho el <i>spoiler </i>de esta última y aterradora opción. Así que Evil pronto pisa el acelerador y le ofrece al espectador un surtido de casos a cual más inesperado. Unos son más inquietantes, otros más divertidos. Uno en concreto, el cuarto de la primera temporada, titulado <i>Rose390</i>, es <strong>uno de los más arriesgados de la televisión reciente. </strong>La serie se lo jugó todo ahí… y ganó.<br><br><i>Evil </i>tiene lo mejor de <i>The Good Wife</i>, lo mejor de <i>True Blood </i>y lo mejor de <i>Expediente X</i>. Protagonizada por Katja Herbers (<i>Westworld</i>), Mike Colter (<i>Luke Cage</i>) y Aasif Mandvi (<i>Shut Eye</i>) es una de esas series que en otras manos habría optado a un montón de premios. <i>Evil </i>acumula un total <strong>de cero nominaciones a los Emmy y los Globos de Oro</strong>. Ni el guion de <i>Rose390 </i>ni la interpretación de Michael Emerson, un actor que siempre llama la atención, lo consiguieron. Como esas fuerzas del mal (¿y del bien?) que sus protagonistas ven de diferentes maneras, <i>Evil </i>opera en la penumbra. Que sea tan buena y tan desconocida no es la única de sus paradojas. Esta es la menos neoyorquina de las series ambientadas en Nueva York. También es la más <strong>inteligentemente ambigua </strong>en su tratamiento de la fe religiosa. Se pueden decir muchas cosas de <i>Evil</i>, pero no que sea anticlerical o abiertamente creyente. En esta serie el más allá más católico se cruza con las preguntas abismales de la ciencia más abstracta y difícilmente comprensible. Su cuarta temporada empieza con <strong>un acelerador de partículas en el que, por qué no, igual se está abriendo una puerta interdimensional al inframundo</strong>. O se está jugando a ser Dios, que es lo mismo. Un perro robótico es el centro de la siguiente historia. <i>Yo, robot </i>mezclado con <i>E.T.</i> y con <i>Déjame salir</i>. Todo en menos de una hora de prodigiosa y orgullosa televisión comercial. Porque sí: eso es posible. Lo que ridiculeces como Kaos fingen aparatosamente, <i>Evil </i>lo consigue con elegancia y sin numeritos.<br><br>Como <i>The Leftovers</i>, ficción con la que comparte inquietudes metafísicas, la nueva obra maestra de los King es <strong>una serie de preguntas, no de respuestas</strong>. Pero su pregunta más tremenda es por qué no la está viendo todo el mundo. Por qué demonios está pasando eso.</p>
Robert y Michelle King unen lo mejor de The Good Wife, lo de True Blood y de Expediente X y lo enriquecen con su humor negro y su disposición a la ambigüedad.
Emily in Paris no va de nada. En esa serie hay personajes y acciones, pero no subtexto. Emily in Paris tiene tramas, pero no temas. A CSI también le pasa. O a Friends. The Good Wife sí tenía un tema muy claro: la nobleza humana y sus contradicciones en un mundo contemporáneo complejo e hipócrita. The Good Fight, su secuela, también iba de algo, de muchas cosas. Ambas series venían firmadas por el matrimonio más talentoso de la televisión, el formado por Robert y Michelle King. Suya es también la extraordinaria Evil, cuya cuarta y última temporada puede verse ahora en SyFy. En Evil hay personajes y acciones, tramas y temas. Los temas de Evil son la fe, el respeto, la tolerancia, la familia y la incertidumbre. Y sus contradicciones en un mundo contemporáneo complejo e hipócrita. También hay personajes (interesantísimos) y tramas (muy originales) en esta serie. Como las series anteriores del matrimonio King, Evil tiene otra dificilísima virtud: un sentido del humor fino y retorcido.
Robert y Michelle King plantean una premisa muy seductora: la colaboración entre una psicóloga clínica, un científico y un sacerdote investigando fenómenos que podrían ser sobrenaturales, explicables a través de la ciencia… o pruebas de la existencia de Dios. O del demonio. Estando Michael Emerson en esta serie, está casi hecho el spoiler de esta última y aterradora opción. Así que Evil pronto pisa el acelerador y le ofrece al espectador un surtido de casos a cual más inesperado. Unos son más inquietantes, otros más divertidos. Uno en concreto, el cuarto de la primera temporada, titulado Rose390, es uno de los más arriesgados de la televisión reciente. La serie se lo jugó todo ahí… y ganó.
Evil tiene lo mejor de The Good Wife, lo mejor de True Blood y lo mejor de Expediente X. Protagonizada por Katja Herbers (Westworld), Mike Colter (Luke Cage) y Aasif Mandvi (Shut Eye) es una de esas series que en otras manos habría optado a un montón de premios. Evil acumula un total de cero nominaciones a los Emmy y los Globos de Oro. Ni el guion de Rose390 ni la interpretación de Michael Emerson, un actor que siempre llama la atención, lo consiguieron. Como esas fuerzas del mal (¿y del bien?) que sus protagonistas ven de diferentes maneras, Evil opera en la penumbra. Que sea tan buena y tan desconocida no es la única de sus paradojas. Esta es la menos neoyorquina de las series ambientadas en Nueva York. También es la más inteligentemente ambigua en su tratamiento de la fe religiosa. Se pueden decir muchas cosas de Evil, pero no que sea anticlerical o abiertamente creyente. En esta serie el más allá más católico se cruza con las preguntas abismales de la ciencia más abstracta y difícilmente comprensible. Su cuarta temporada empieza con un acelerador de partículas en el que, por qué no, igual se está abriendo una puerta interdimensional al inframundo. O se está jugando a ser Dios, que es lo mismo. Un perro robótico es el centro de la siguiente historia. Yo, robot mezclado con E.T. y con Déjame salir. Todo en menos de una hora de prodigiosa y orgullosa televisión comercial. Porque sí: eso es posible. Lo que ridiculeces como Kaos fingen aparatosamente, Evil lo consigue con elegancia y sin numeritos.
Como The Leftovers, ficción con la que comparte inquietudes metafísicas, la nueva obra maestra de los King es una serie de preguntas, no de respuestas. Pero su pregunta más tremenda es por qué no la está viendo todo el mundo. Por qué demonios está pasando eso.
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