<p>Nos conocimos como se hacía antes. Su amigo, mi amiga. Nos presentaron una noche. <strong>Hubo química, risas, intercambio de teléfonos</strong>. Con la ligereza de los 20. Hubo mensajes, un reencuentro fortuito en una ciudad europea, un amago de volver a verse. Hace poco supe que había ganado un premio. Era como lo recordaba. Y vuelvo a pensar en aquella historia que no fue.</p>
Hubo química. Conectasteis… Todos tenemos una historia que no llegó a ser. No era el momento. No os volvisteis a ver. El destino no quiso
Nos conocimos como se hacía antes. Su amigo, mi amiga. Nos presentaron una noche. Hubo química, risas, intercambio de teléfonos. Con la ligereza de los 20. Hubo mensajes, un reencuentro fortuito en una ciudad europea, un amago de volver a verse. Hace poco supe que había ganado un premio. Era como lo recordaba. Y vuelvo a pensar en aquella historia que no fue.
Y si…
Todos guardamos celosamente alguna memoria así. Seguro que tú también has sentido esa química interrumpida. Un cruce de miradas, unas bromas compartidas, aquella conversación en la que conectasteis.
Después… No era el momento. No os volvisteis a ver. El destino no quiso.
Antes solía pensar que era un poco naif dar importancia a esos encuentros atascados. Pero ya no.
No pueden ser algo tan nimio si el cine está construido de historias así: el Breve encuentro del médico y la esposa en una estación; los vecinos infelices Deseando amar en Hong Kong… Como en las relaciones de verdad, también ellos sienten dolor. Viven el duelo por el amor roto antes de comenzarlo siquiera.
¿Y si el chico americano y la estudiante francesa que se conocen en un tren no se hubieran reencontrado? Todavía añorarían lo que ocurrió en Viena Antes del amanecer.
No puede ser algo tan nimio si la huella es tan universal.
«Ese tipo de historias también tienen relevancia y también te marcan«. Palabra de Blanca Lacasa. Su novela El accidente condensa uno de esos flechazos. Con la velocidad de quien se precipita hacia lo fatal. «¿Está pasando algo o me lo estoy superinventando?», preguntará ella. «¿Cómo te lo vas a estar inventando?», responderá él. Los dos tienen novio; es imposible. Queda en unos mensajes, en una complicidad que sus amigos ignoran, en una noche de besos y abrazos. Queda también la posibilidad de un reencuentro futuro: «Puede que un día cualquiera, mucho tiempo después, él o ella manden un mensaje que diga: ‘Oye'».
Y si…
Porque a veces esa segunda oportunidad sucede. Me ocurrió hace un tiempo con uno de esos «Y si…». Una asignatura pendiente, una fascinación sin resolver.
Son Vidas pasadas que reaparecen. Como la escritora coreana que se cita con su amigo de la infancia en Nueva York. Entonces, descubrimos que esos amores frustrados suelen vivir mejor en el refugio cálido del recuerdo.
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