Río de Janeiro (Brasil), 4 ene (Sputnik).- Brasil se despide de 2024 después de haber ejercido la presidencia del G20 (el grupo de las mayores economías del mundo) y arrancará el 2025 con la responsabilidad de liderar a los BRICS, así como organizar la COP30 del clima en la ciudad de Belém, en el corazón de la Amazonía.
La presidencia de Brasil en el G20 estuvo marcada un tono social. La cumbre en Río de Janeiro terminó con una declaración de consenso que citó explícitamente la necesidad de tasar a las grandes fortunas, una propuesta del país sudamericano, y el trabajo a lo largo de los meses dio frutos concretos, como la «Alianza global contra el hambre y la pobreza», que ya tiene fondos y pretende beneficiar a 500 millones de personas con programas sociales de aquí a 2030.
Para Helena Margarido Moreira, profesora de Relaciones Internacionales de la Fundación Escuela de Comercio Álvares Penteado, la presidencia del G20 fue «un éxito» de la diplomacia brasileña, y entre los puntos favorables también destacó el interés del Gobierno en rescatar el protagonismo de los movimientos sociales a través de una especie de cumbre paralela, el G20 Social, que el actual liderazgo sudafricano se comprometió a replicar.
La organización de la cumbre en Río de Janeiro, a la que asistieron más de 50 delegaciones, culminó uno de los objetivos del mandatario Luiz Inácio Lula da Silva cuando regresó a la presidencia de Brasil en enero de 2023: volver a colocar al país en el mapa de las relaciones internacionales, tras los años de aislamiento de Jair Bolsonaro (2019-2022).
En su estrategia por recuperar el protagonismo perdido, Lula se esforzó en revitalizar los espacios multilaterales, así como reivindicar una reforma urgente de las instituciones de gobernanza global (básicamente la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio, y el Banco Mundial), que es uno de los puntales de su política internacional.
Para Moreira, en 2025 el Gobierno de Brasil continuará en la misma línea, y el hecho de ocupar la presidencia de los BRICS ayudará a consolidar ese mensaje como portavoz de los anhelos de los países en vías de desarrollo. No obstante, advierte que no será fácil.
«El principal desafío será lidiar con el nuevo Gobierno de EEUU; no es que (presidente Joe) Biden no colocase obstáculos y dificultades para la institucionalización de los BRICS, pero la cuestión más proteccionista que viene con el Gobierno de Donald Trump será un desafío para los países del sur global de forma general», avanzó.
Trump ya amenazó a los países BRICS con aranceles máximos para las exportaciones a EEUU si siguen en su empeño de buscar alternativas al dólar en sus intercambios comerciales.
Ese será uno de los debates que Brasil deberá liderar al frente de los BRICS, junto con cómo se organiza la expansión del grupo (que el año pasado dio la bienvenida a Etiopía, Egipto, Irán, y los Emiratos Árabes Unidos y tiene una larga lista de interesados).
China es más favorable al crecimiento para lograr una plataforma de peso que consiga consolidar a su alrededor una alternativa geopolítica a EEUU, pero los diplomáticos brasileños temen que su país pierda protagonismo en un grupo cada vez mayor y más heterogéneo y que los avances del grupo, siempre lentos, acaben en parálisis.
Uno de los temas que siempre sobrevuela la agenda de los BRICS, por la presencia de Rusia en el grupo, es la situación en Ucrania. Brasil ha intentado mediar en el conflicto y Lula siempre ha recelado de las presiones de los países europeos para que fuera más enfático en su apoyo a Vladímir Zelenski.
Sin embargo, todo apunta a que la posición de Brasil continuará guiada por el pragmatismo y preservando las buenas relaciones con Rusia; a principios de diciembre el Ministerio de Minas y Energía se reunió con la empresa de energía atómica rusa Rosatom para buscar acuerdos de cooperación, por citar un ejemplo.
«Brasil seguirá de la forma más pragmática posible, sin dejar que el conflicto entre Rusia y Ucrania tome la agenda del sur global, porque no es un conflicto que afecte directamente los objetivos estratégicos de esos países», apunta Moreira.
Un ejemplo de ese empeño de Brasil en evitar que Ucrania acabe eclipsándolo todo es la presidencia del G20, donde, a pesar de las presiones, se consiguió que buena parte de los debates estuvieran centrados en la lucha contra la pobreza, una transición energética justa para luchar contra el cambio climático y una fiscalidad más igualitaria.
Es muy posible que la cumbre de los BRICS se celebre a finales del primer semestre de 2025 para que la diplomacia brasileña tenga tiempo de preparar el otro gran evento del año: la COP30 del clima, que se celebrará en noviembre en Belém (capital del estado de Pará).
Será la primera vez que una ciudad amazónica acoja una de estas cumbres, que en los últimos años se convirtieron en megaeventos internacionales.
La cita supone para Brasil algunos quebraderos de cabeza: primero por las precarias infraestructuras de Belém (una ciudad pobre y con pocas camas de hotel) para recibir a los miles de delegados y jefes de Gobierno, pero sobre todo porque habrá que redoblar los esfuerzos en las negociaciones ante los escasos resultados de la COP29 que se celebró en Baku (Azerbayán).
Además, recuerda Moreira, la cita se celebrará ya bajo el Gobierno de Trump, que podría sacar a EEUU del Acuerdo de París y desmovilizar los esfuerzos de otros países en la lucha contra el calentamiento global. (Sputnik)
Río de Janeiro (Brasil), 4 ene (Sputnik).- Brasil se despide de 2024 después de haber ejercido la presidencia del G20 (el grupo de las mayores economías del mundo) y arrancará el 2025 con la responsabilidad de liderar a los BRICS, así como organizar la COP30 del clima en la ciudad de Belém, en el corazón
Río de Janeiro (Brasil), 4 ene (Sputnik).- Brasil se despide de 2024 después de haber ejercido la presidencia del G20 (el grupo de las mayores economías del mundo) y arrancará el 2025 con la responsabilidad de liderar a los BRICS, así como organizar la COP30 del clima en la ciudad de Belém, en el corazón de la Amazonía.
La presidencia de Brasil en el G20 estuvo marcada un tono social. La cumbre en Río de Janeiro terminó con una declaración de consenso que citó explícitamente la necesidad de tasar a las grandes fortunas, una propuesta del país sudamericano, y el trabajo a lo largo de los meses dio frutos concretos, como la «Alianza global contra el hambre y la pobreza», que ya tiene fondos y pretende beneficiar a 500 millones de personas con programas sociales de aquí a 2030.
Para Helena Margarido Moreira, profesora de Relaciones Internacionales de la Fundación Escuela de Comercio Álvares Penteado, la presidencia del G20 fue «un éxito» de la diplomacia brasileña, y entre los puntos favorables también destacó el interés del Gobierno en rescatar el protagonismo de los movimientos sociales a través de una especie de cumbre paralela, el G20 Social, que el actual liderazgo sudafricano se comprometió a replicar.
La organización de la cumbre en Río de Janeiro, a la que asistieron más de 50 delegaciones, culminó uno de los objetivos del mandatario Luiz Inácio Lula da Silva cuando regresó a la presidencia de Brasil en enero de 2023: volver a colocar al país en el mapa de las relaciones internacionales, tras los años de aislamiento de Jair Bolsonaro (2019-2022).
En su estrategia por recuperar el protagonismo perdido, Lula se esforzó en revitalizar los espacios multilaterales, así como reivindicar una reforma urgente de las instituciones de gobernanza global (básicamente la ONU, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio, y el Banco Mundial), que es uno de los puntales de su política internacional.
Para Moreira, en 2025 el Gobierno de Brasil continuará en la misma línea, y el hecho de ocupar la presidencia de los BRICS ayudará a consolidar ese mensaje como portavoz de los anhelos de los países en vías de desarrollo. No obstante, advierte que no será fácil.
«El principal desafío será lidiar con el nuevo Gobierno de EEUU; no es que (presidente Joe) Biden no colocase obstáculos y dificultades para la institucionalización de los BRICS, pero la cuestión más proteccionista que viene con el Gobierno de Donald Trump será un desafío para los países del sur global de forma general», avanzó.
Trump ya amenazó a los países BRICS con aranceles máximos para las exportaciones a EEUU si siguen en su empeño de buscar alternativas al dólar en sus intercambios comerciales.
Ese será uno de los debates que Brasil deberá liderar al frente de los BRICS, junto con cómo se organiza la expansión del grupo (que el año pasado dio la bienvenida a Etiopía, Egipto, Irán, y los Emiratos Árabes Unidos y tiene una larga lista de interesados).
China es más favorable al crecimiento para lograr una plataforma de peso que consiga consolidar a su alrededor una alternativa geopolítica a EEUU, pero los diplomáticos brasileños temen que su país pierda protagonismo en un grupo cada vez mayor y más heterogéneo y que los avances del grupo, siempre lentos, acaben en parálisis.
Uno de los temas que siempre sobrevuela la agenda de los BRICS, por la presencia de Rusia en el grupo, es la situación en Ucrania. Brasil ha intentado mediar en el conflicto y Lula siempre ha recelado de las presiones de los países europeos para que fuera más enfático en su apoyo a Vladímir Zelenski.
Sin embargo, todo apunta a que la posición de Brasil continuará guiada por el pragmatismo y preservando las buenas relaciones con Rusia; a principios de diciembre el Ministerio de Minas y Energía se reunió con la empresa de energía atómica rusa Rosatom para buscar acuerdos de cooperación, por citar un ejemplo.
«Brasil seguirá de la forma más pragmática posible, sin dejar que el conflicto entre Rusia y Ucrania tome la agenda del sur global, porque no es un conflicto que afecte directamente los objetivos estratégicos de esos países», apunta Moreira.
Un ejemplo de ese empeño de Brasil en evitar que Ucrania acabe eclipsándolo todo es la presidencia del G20, donde, a pesar de las presiones, se consiguió que buena parte de los debates estuvieran centrados en la lucha contra la pobreza, una transición energética justa para luchar contra el cambio climático y una fiscalidad más igualitaria.
Es muy posible que la cumbre de los BRICS se celebre a finales del primer semestre de 2025 para que la diplomacia brasileña tenga tiempo de preparar el otro gran evento del año: la COP30 del clima, que se celebrará en noviembre en Belém (capital del estado de Pará).
Será la primera vez que una ciudad amazónica acoja una de estas cumbres, que en los últimos años se convirtieron en megaeventos internacionales.
La cita supone para Brasil algunos quebraderos de cabeza: primero por las precarias infraestructuras de Belém (una ciudad pobre y con pocas camas de hotel) para recibir a los miles de delegados y jefes de Gobierno, pero sobre todo porque habrá que redoblar los esfuerzos en las negociaciones ante los escasos resultados de la COP29 que se celebró en Baku (Azerbayán).
Además, recuerda Moreira, la cita se celebrará ya bajo el Gobierno de Trump, que podría sacar a EEUU del Acuerdo de París y desmovilizar los esfuerzos de otros países en la lucha contra el calentamiento global. (Sputnik)
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