In memoriam F. J. Hinkelammert (1931–2023)
Errar es humano, perseverar en el error es diabólico.
— San Agustín de Hipona (354–430)
No era música lo que se oía,
ni alegría lo que estallaba;
no era agua lo que llovía,
ni maná del cielo;
sobre escuelas, templos y hospitales,
los angustiados olivos,
la memoria ancestral,
la esperanza y el arte.
Bajo los escombros no había terroristas,
ni sus doscientos cincuenta rehenes;
sino ancianos, mujeres, artesanos, periodistas,
y más de quince mil niños etiquetados “colaterales”.
Bajo aquellos techos siniestros,
millones de sueños destrozados;
los derechos humanos hechos trizas,
con cada herido, desaparecido o soterrado;
junto con los discursos hipócritas
de los cobardes con corbata
y henchidas cuentas bancarias.
La Guadaña visitaba, en sus casas,
no solo a los diversos semitas,
dejándolos sin comida ni consuelo;
no solo sacrificaba a Jesús de Nazaret,
otra vez en el altar de la codicia.
Éramos todos los que allá caíamos,
sobre el canto de su hoja de acero,
con las rodillas rotas y el alma en llaga,
con nuestros divinos versos,
la anhelada paz y su justicia.
Nosotros, los mismos de siempre,
los maldecidos y maldicientes babelitas.
La sangre inocente salpicará
eternamente el rostro de los genocidas;
el de sus hijos y nietas, aunque no sea justo;
el de los cómplices e indiferentes,
que no temen a Dios, ni a profeta alguno;
a ningún sagrado libro, ni tribunal supremo;
a ninguna Asamblea de Naciones Unidas,
ni a su Consejo de (in)seguridad,
cuya impotencia sirve de fusta
al jinete rojo del Apocalipsis.
¿Qué hacha diabólica partió a Palestina?
¿Qué bestia inmunda escupió allá su fuego?
La atávica violencia que pare leviatanes homicidas,
cuya sed no se sacia con ningún holocausto.
En la Franja de Gaza, hace muchos años,
la venganza afila sus garras y dientes,
tras cada crimen impune de lesa humanidad.
En vez de semillas resembraron
ahora el huracán del conflicto.
Los amos del planeta con sus leyes que matan.
Los mercaderes de armas,
que alzan hoy una bandera y mañana la contraria.
Todos los que ahogan el grito de la vida
e impiden hasta la ayuda humanitaria.
¡Qué pesadilla horrenda despertó a los incautos!
Hermanas, hermanos, exijo e imploro,
en nombre de lo más sagrado:
jamás otro Hamás,
mil doscientos veces lo digo.
Y nunca más Netanyahu,
más de cincuenta mil veces lo repito.
¡Basta ya de ese dilema macabro,
del uno o el otro!
13 de julio de 2025
(*) Hernán Alvarado Ugarte, Sociólogo y economista político, catedrático jubilado.
In memoriam F. J. Hinkelammert (1931–2023) Errar es humano, perseverar en el error es diabólico. — San Agustín de Hipona (354–430) No era música lo que se oía, ni alegría lo que estallaba; no era agua lo que llovía, ni maná del cielo; sobre escuelas, templos y hospitales, los angustiados olivos, la memoria ancestral, la
In memoriam F. J. Hinkelammert (1931–2023)
Errar es humano, perseverar en el error es diabólico.
— San Agustín de Hipona (354–430)
No era música lo que se oía,
ni alegría lo que estallaba;
no era agua lo que llovía,
ni maná del cielo;
sobre escuelas, templos y hospitales,
los angustiados olivos,
la memoria ancestral,
la esperanza y el arte.
Bajo los escombros no había terroristas,
ni sus doscientos cincuenta rehenes;
sino ancianos, mujeres, artesanos, periodistas,
y más de quince mil niños etiquetados “colaterales”.
Bajo aquellos techos siniestros,
millones de sueños destrozados;
los derechos humanos hechos trizas,
con cada herido, desaparecido o soterrado;
junto con los discursos hipócritas
de los cobardes con corbata
y henchidas cuentas bancarias.
La Guadaña visitaba, en sus casas,
no solo a los diversos semitas,
dejándolos sin comida ni consuelo;
no solo sacrificaba a Jesús de Nazaret,
otra vez en el altar de la codicia.
Éramos todos los que allá caíamos,
sobre el canto de su hoja de acero,
con las rodillas rotas y el alma en llaga,
con nuestros divinos versos,
la anhelada paz y su justicia.
Nosotros, los mismos de siempre,
los maldecidos y maldicientes babelitas.
La sangre inocente salpicará
eternamente el rostro de los genocidas;
el de sus hijos y nietas, aunque no sea justo;
el de los cómplices e indiferentes,
que no temen a Dios, ni a profeta alguno;
a ningún sagrado libro, ni tribunal supremo;
a ninguna Asamblea de Naciones Unidas,
ni a su Consejo de (in)seguridad,
cuya impotencia sirve de fusta
al jinete rojo del Apocalipsis.
¿Qué hacha diabólica partió a Palestina?
¿Qué bestia inmunda escupió allá su fuego?
La atávica violencia que pare leviatanes homicidas,
cuya sed no se sacia con ningún holocausto.
En la Franja de Gaza, hace muchos años,
la venganza afila sus garras y dientes,
tras cada crimen impune de lesa humanidad.
En vez de semillas resembraron
ahora el huracán del conflicto.
Los amos del planeta con sus leyes que matan.
Los mercaderes de armas,
que alzan hoy una bandera y mañana la contraria.
Todos los que ahogan el grito de la vida
e impiden hasta la ayuda humanitaria.
¡Qué pesadilla horrenda despertó a los incautos!
Hermanas, hermanos, exijo e imploro,
en nombre de lo más sagrado:
jamás otro Hamás,
mil doscientos veces lo digo.
Y nunca más Netanyahu,
más de cincuenta mil veces lo repito.
¡Basta ya de ese dilema macabro,
del uno o el otro!
13 de julio de 2025
(*) Hernán Alvarado Ugarte, Sociólogo y economista político, catedrático jubilado.
Opinión – Diario Digital Nuestro País