América Latina enfrenta un nuevo desafío que, aunque previsible, exige una respuesta unificada y contundente. La reciente aprobación de Marco Rubio como secretario de Estado de Estados Unidos, sumada al anuncio de nuevas tarifas arancelarias contra México, marca el inicio de una era aún más agresiva contra las soberanías de nuestra región.
Este halcón de la ultraderecha, aprobado con votos de ambos partidos en el Senado estadounidense, encarna una amenaza directa a los proyectos soberanistas y a la autodeterminación de nuestros pueblos.
Rubio, un neoconservador implacable, tiene en la mira a Cuba, Venezuela y Nicaragua, no por razones de justicia, sino por rencores históricos y objetivos hegemónicos. Junto a él, figuras como John Ratcliffe consolidan un equipo que busca perpetuar la intervención y el saqueo. Esta agresión no se limita a la imposición de sanciones o al control político, sino que se enfoca también en los recursos estratégicos de la región, como los minerales esenciales para la tecnología moderna.
Venezuela, Bolivia, Chile y Argentina —países con vastas reservas de litio y cobre— se han convertido en objetivos clave. Incluso figuras como Elon Musk, con intereses directos en el «Triángulo del Litio,» han manifestado su intención de asegurar el acceso a estos recursos bajo el disfraz de inversión tecnológica.
Es fundamental reconocer que esta línea no es nueva. La administración Biden, aunque menos estridente, utilizó a neoconservadores como Blinken, Sullivan y Victoria Nuland para imponer sanciones y políticas de presión que agravaron los conflictos en la región. Esta continuidad en las estrategias de intervención refuerza la urgencia de una respuesta regional sólida y coordinada.
Ante esta continuidad de halcones, América Latina debe levantarse como un bloque sólido. Cuba, México, Colombia, Brasil, Venezuela, Uruguay, Honduras y Nicaragua deben liderar una resistencia que no admita fisuras. Blindar la soberanía de estos países no es una opción, es una obligación moral y estratégica. Las diferencias ideológicas deben ceder paso al principio fundamental del respeto a la autodeterminación y a la consolidación de nuestra America como un bloque con influencia global.
La Argentina de Milei es una quinta columna y Costa Rica nunca ha tenido vocación latinoamericanista. Duele decirlo, Costa Rica nada pesa en el escenario regional, porque todo le da miedo o lo carcome la indiferencia. Su gran momento lo vivió con don Rodrigo Carazo, defensor de nuestra soberanía frente al FMI, y con don Oscar Arias y el excanciller, Rodrigo Madrigal Nieto, a propósito de los Acuerdos de Paz que terminaron con la guerra en América Central.
La unidad latinoamericana debe exigir con fuerza la eliminación de toda sanción injusta, el fin de la inclusión de Cuba en listas arbitrarias y el retorno de Guantánamo a manos cubanas. Cuba es un símbolo de soberanía, como el Mexico de Lázaro Cárdenas y López Obrador. Son ejemplos históricos que no hay que olvidar. America Latina debe constituirse en un bloque sólido regional, uniendo a pesar de nuestras diferencias ideológicas y de regímenes. ¡Unidad ante todo por la defensa de nuestros recursos naturales, con énfasis en los mineros y petroleros! Son nuestros y no se deben a los piratas extranjeros. Trump va a intentar doblegarnos, pero el ejemplo de la presidenta mexicana es el camino que seguir.
La dignidad con la que la presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido a las agresiones de Trump debe ser un ejemplo para la región. Su firmeza muestra que la resistencia no es una elección, es un deber. Solo un bloque soberanista unido podrá garantizar que los recursos naturales de América Latina sean gestionados en beneficio de sus pueblos y no explotados bajo presiones externas.
El camino está trazado. América Latina debe consolidarse como un bloque soberanista que defienda los derechos de sus pueblos. En cada país, en cada plaza, debemos reafirmar que nuestra región no es un patio trasero ni un tablero geopolítico para los halcones de Washington. Es hora de luchar unidos por un futuro en el que nuestras voces y decisiones sean respetadas, como corresponde a naciones libres. Como dijera el querido Hugo Chávez: «Tenemos que consolidar una gran patria. Ya no es hora de competir entre nosotros, es hora de ser solidarios y construir juntos el camino hacia la independencia definitiva.»
(*) Allen Pérez es Abogado.
Cambridge, noviembre de 2024
América Latina enfrenta un nuevo desafío que, aunque previsible, exige una respuesta unificada y contundente. La reciente aprobación de Marco Rubio como secretario de Estado de Estados Unidos, sumada al anuncio de nuevas tarifas arancelarias contra México, marca el inicio de una era aún más agresiva contra las soberanías de nuestra región. Este halcón de
América Latina enfrenta un nuevo desafío que, aunque previsible, exige una respuesta unificada y contundente. La reciente aprobación de Marco Rubio como secretario de Estado de Estados Unidos, sumada al anuncio de nuevas tarifas arancelarias contra México, marca el inicio de una era aún más agresiva contra las soberanías de nuestra región.Este halcón de la ultraderecha, aprobado con votos de ambos partidos en el Senado estadounidense, encarna una amenaza directa a los proyectos soberanistas y a la autodeterminación de nuestros pueblos.
Rubio, un neoconservador implacable, tiene en la mira a Cuba, Venezuela y Nicaragua, no por razones de justicia, sino por rencores históricos y objetivos hegemónicos. Junto a él, figuras como John Ratcliffe consolidan un equipo que busca perpetuar la intervención y el saqueo. Esta agresión no se limita a la imposición de sanciones o al control político, sino que se enfoca también en los recursos estratégicos de la región, como los minerales esenciales para la tecnología moderna.
Venezuela, Bolivia, Chile y Argentina —países con vastas reservas de litio y cobre— se han convertido en objetivos clave. Incluso figuras como Elon Musk, con intereses directos en el «Triángulo del Litio,» han manifestado su intención de asegurar el acceso a estos recursos bajo el disfraz de inversión tecnológica.
Es fundamental reconocer que esta línea no es nueva. La administración Biden, aunque menos estridente, utilizó a neoconservadores como Blinken, Sullivan y Victoria Nuland para imponer sanciones y políticas de presión que agravaron los conflictos en la región. Esta continuidad en las estrategias de intervención refuerza la urgencia de una respuesta regional sólida y coordinada.
Ante esta continuidad de halcones, América Latina debe levantarse como un bloque sólido. Cuba, México, Colombia, Brasil, Venezuela, Uruguay, Honduras y Nicaragua deben liderar una resistencia que no admita fisuras. Blindar la soberanía de estos países no es una opción, es una obligación moral y estratégica. Las diferencias ideológicas deben ceder paso al principio fundamental del respeto a la autodeterminación y a la consolidación de nuestra America como un bloque con influencia global.
La Argentina de Milei es una quinta columna y Costa Rica nunca ha tenido vocación latinoamericanista. Duele decirlo, Costa Rica nada pesa en el escenario regional, porque todo le da miedo o lo carcome la indiferencia. Su gran momento lo vivió con don Rodrigo Carazo, defensor de nuestra soberanía frente al FMI, y con don Oscar Arias y el excanciller, Rodrigo Madrigal Nieto, a propósito de los Acuerdos de Paz que terminaron con la guerra en América Central.
La unidad latinoamericana debe exigir con fuerza la eliminación de toda sanción injusta, el fin de la inclusión de Cuba en listas arbitrarias y el retorno de Guantánamo a manos cubanas. Cuba es un símbolo de soberanía, como el Mexico de Lázaro Cárdenas y López Obrador. Son ejemplos históricos que no hay que olvidar. America Latina debe constituirse en un bloque sólido regional, uniendo a pesar de nuestras diferencias ideológicas y de regímenes. ¡Unidad ante todo por la defensa de nuestros recursos naturales, con énfasis en los mineros y petroleros! Son nuestros y no se deben a los piratas extranjeros. Trump va a intentar doblegarnos, pero el ejemplo de la presidenta mexicana es el camino que seguir.
La dignidad con la que la presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido a las agresiones de Trump debe ser un ejemplo para la región. Su firmeza muestra que la resistencia no es una elección, es un deber. Solo un bloque soberanista unido podrá garantizar que los recursos naturales de América Latina sean gestionados en beneficio de sus pueblos y no explotados bajo presiones externas.
El camino está trazado. América Latina debe consolidarse como un bloque soberanista que defienda los derechos de sus pueblos. En cada país, en cada plaza, debemos reafirmar que nuestra región no es un patio trasero ni un tablero geopolítico para los halcones de Washington. Es hora de luchar unidos por un futuro en el que nuestras voces y decisiones sean respetadas, como corresponde a naciones libres. Como dijera el querido Hugo Chávez: «Tenemos que consolidar una gran patria. Ya no es hora de competir entre nosotros, es hora de ser solidarios y construir juntos el camino hacia la independencia definitiva.»
(*) Allen Pérez es Abogado.
Cambridge, noviembre de 2024
Opinión – Diario Digital Nuestro País