<p>Bastó un capricho de <strong>Carmen Polo</strong> para torcer el destino de dos esculturas románicas de valor excepcional. En el verano de 1954, Año Santo compostelano, la esposa de <a href=»https://www.elmundo.es/e/fr/francisco-franco.html» target=»_blank»>Francisco Franco</a> se detuvo ante dos piezas vinculadas al conjunto del Pórtico de la Gloria que pertenecían al patrimonio público de Santiago. El alcalde, atento al poder y a sus antojos, decidió entregárselas como obsequio para el Pazo de Meirás, la residencia estival del jefe del Estado. Las piezas pasaron entonces, sin anuncio ni explicación, del patrimonio de todos a un entorno privado donde no debían haber acabado.</p>
Hace 70 años, Carmen Polo se llevó las estatuas de los profetas Ezequiel y Jeremías del Pórtico de la Gloria. Tras una larga batalla judicial, vuelven a Santiago como bienes públicos
Bastó un capricho de Carmen Polo para torcer el destino de dos esculturas románicas de valor excepcional. En el verano de 1954, Año Santo compostelano, la esposa de Francisco Franco se detuvo ante dos piezas vinculadas al conjunto del Pórtico de la Gloria que pertenecían al patrimonio público de Santiago. El alcalde, atento al poder y a sus antojos, decidió entregárselas como obsequio para el Pazo de Meirás, la residencia estival del jefe del Estado. Las piezas pasaron entonces, sin anuncio ni explicación, del patrimonio de todos a un entorno privado donde no debían haber acabado.
Setenta años después, los profetas Ezequiel y Jeremías vuelven a Santiago como bienes públicos. Ayer fueron presentados en la nueva ala del Museo do Pobo Galego, un momento «histórico» para el Ayuntamiento que marca la primera vez en que la familia Franco se ve obligada a devolver bienes incautados durante la dictadura, un precedente que puede reabrir otros expolios aún enquistados.
«Es la victoria del pueblo frente a bienes que le fueron arrebatados injustamente. Estas piezas abren por fin una vía para que el patrimonio perdido regrese a sus legítimos propietarios», explica Míriam Louzao, concejala de Capital Cultural y Memoria Histórica.
Ese camino apunta ya a otros escenarios conocidos como el propio Pazo de Meirás, aún pendiente de un recurso, la Casa Cornide de A Coruña o las pilas bautismales de Moraime, que la familia Franco utilizaba como maceteros en el jardín. «Resulta inconcebible que hayamos tenido que esperar 50 años desde la muerte del dictador para empezar a reparar esto. El franquismo sigue teniendo una impunidad que es una herida abierta», lamenta Louzao.
Aun así, el triunfo que hoy brilla solemne entre las vitrinas del Museo do Pobo Galego nació de un esfuerzo mucho menos vistoso, forjado durante años de hurgar en papeles que amarilleaban en silencio. Entre cartas sueltas, inventarios dispersos y papeles que nadie había revisado en décadas, el personal del Ayuntamiento y varios investigadores consiguieron recomponer un rompecabezas documental que muchos daban por perdido.
«Este caso demuestra que la investigación en archivos siempre merece la pena», explica Francisco Prado-Vilar, historiador del arte de la Universidad de Santiago. Puede parecer un ejercicio arduo y monótono, admite, pero incluso en dictaduras con censura «siempre quedan rastros«. Y esos rastros son los que permiten reclamar obras en situaciones muy parecidas.
Museos de todo el mundo revisan hoy el origen de miles de piezas para depurar adquisiciones irregulares, un proceso que en muchos casos ya ha dado frutos. Ahí están los casos de los bronces de Benín o las decenas de esculturas romanas que el Met de Nueva York devolvió recientemente. «La restitución ética es uno de los grandes debates de la museografía internacional. Y España no es ajena a ello», recuerda Prado-Vilar.
Las figuras de Ezequiel y Jeremías forman parte de uno de los conjuntos más influyentes del arte europeo. Originalmente estaban situadas en la fachada exterior del Pórtico de la Gloria, pero hacia 1520, cuando se decidió instalar puertas, fueron retiradas. Seis de ellas terminaron en colecciones privadas, incluidas estas dos. Su expresividad, sostiene, es singular dentro del taller del Maestro Mateo: «Ezequiel aparece airado; Jeremías, abatido. Son imágenes potentísimas del Antiguo Testamento, de una sofisticación técnica y una fuerza espiritual excepcionales«.
Durante décadas, sin embargo, se las identificó erróneamente como Abraham e Isaac, una atribución que se repitió por inercia en catálogos y notas de prensa. Hoy la hipótesis está descartada. «Iconográficamente es imposible», insiste Prado-Vilar. «No existe ninguna portada románica o gótica en la que Isaac aparezca como un hombre adulto barbado».
Las esculturas podrán visitarse hasta el 31 de mayo en una exposición planteada como una celebración colectiva. Incluirá charlas, visitas educativas y material audiovisual que contextualiza la obra, su historia y lo que su regreso significa para la ciudad. «Queremos que la gente entienda que no es solo ver dos esculturas«, señala Louzao. «Es recuperar lo que era del pueblo y que le fue arrebatado por un dictador».
Setenta años después de aquel gesto en Meirás, Jeremías y Ezequiel vuelven a ser de todos. Su retorno no cierra una historia. Abre la siguiente.
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