Columna Poliédrica
Quien no conoció la Costa Rica de la segunda mitad del siglo XX, no tiene un punto de referencia para analizar lo que ha venido pasando en los últimos cuarenta años.
Nosotros hemos insistido en que la debacle comenzó en 1986, desde el primer gobierno de Óscar Arias Sánchez; a partir de ese momento, sin duda alguna, comenzó el desmantelamiento de lo que fue el Estado de Bienestar costarricense y cuyos resabios nos llega hasta nuestros días en lo que queda de algunas instituciones.
Hubo una época en que, por ejemplo, la Educación Pública costarricense estaba a la par de los países con los mejores índices en esta materia. Recientemente fue divulgado el Informe sobre el Estado de la Educación y las conclusiones son absolutamente desalentadoras; no obstante, es la síntesis de un proceso que se resume en la caída sostenida en la inversión y presupuestos en el sector educativo, la evidente decadencia en la formación de los educandos que se refleja en los malos resultados de la pruebas Pisa, así como en el perfil de los docentes que ha venido a menos en los últimos años.
El sector salud es el otro damnificado de los últimos cuarenta años. La Seguridad Social canalizada, principalmente, por medio de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) ha venido a menos y eso se debe a la corrupción, desde lo interno y externo de la institución; tal y como lo hemos escrito en otro momento, los verdaderos intereses que están detrás de este proceso no se han manifestado de manera plena y ellos están vinculados a los Seguros Privados en el ámbito de los servicios de salud.
El otro sector que ha sido objeto de desmantelamiento es el de energía y telecomunicaciones. Este proceso es más opaco para el gran público, ya que los negocios vinculados a estas materias se hacen en las altas esferas financieras donde no llega o no quieren llegar los medios de comunicación; es decir, se trata de temas que por su complejidad técnica y económica, no es posible su comprensión por las personas de a pie y sí por los que conocen del manejo societario y de inversiones con montos de dinero difíciles de dimensionar.
A la par de estos sectores principales, hay otros que también han sido desmantelados. El sector cultura de nuestro país, por ejemplo, se la juega como mejor puede, ya no hablo de la danza, la pintura o la escultura, que históricamente siempre lo han tenido difícil; hablo, por ejemplo, de la música en sus diferentes manifestaciones cuya disminución de recursos es palpable por parte del gobierno de la República y del sector privado del país.
Todos los que conocimos la otra Costa Rica, la del Estado de Bienestar, nos sentimos abrumados por la situación en la que hemos caído como país. Quienes no la conocieron les puede resultar indiferente lo que aquí escribimos, pero quienes sí la conocieron entienden la nostalgia y sobre todo la tristeza que se siente por la debacle de lo que fue y ya no es.
Se pueden señalar responsables, pero son la mayoría de quienes estuvieron en la toma de decisiones en los últimos cuarenta años. Obviamente los principales responsables son los que han estado en la Presidencia de los Supremos Poderes, pero no solo ellos; son los que han estado con ellos, los intereses que han representado y como contraparte, a la gente que ellos han dejado de representar y que es la mayoría del pueblo costarricense.
Estamos en caída libre, el problema es cuánto nos falta para tocar fondo. No quisiera pensar que el costo de tocar fondo sea nuestra democracia.
(*) Andi Mirom es Filósofo
Columna Poliédrica Quien no conoció la Costa Rica de la segunda mitad del siglo XX, no tiene un punto de referencia para analizar lo que ha venido pasando en los últimos cuarenta años. Nosotros hemos insistido en que la debacle comenzó en 1986, desde el primer gobierno de Óscar Arias Sánchez; a partir de ese
Columna Poliédrica
Quien no conoció la Costa Rica de la segunda mitad del siglo XX, no tiene un punto de referencia para analizar lo que ha venido pasando en los últimos cuarenta años.
Nosotros hemos insistido en que la debacle comenzó en 1986, desde el primer gobierno de Óscar Arias Sánchez; a partir de ese momento, sin duda alguna, comenzó el desmantelamiento de lo que fue el Estado de Bienestar costarricense y cuyos resabios nos llega hasta nuestros días en lo que queda de algunas instituciones.
Hubo una época en que, por ejemplo, la Educación Pública costarricense estaba a la par de los países con los mejores índices en esta materia. Recientemente fue divulgado el Informe sobre el Estado de la Educación y las conclusiones son absolutamente desalentadoras; no obstante, es la síntesis de un proceso que se resume en la caída sostenida en la inversión y presupuestos en el sector educativo, la evidente decadencia en la formación de los educandos que se refleja en los malos resultados de la pruebas Pisa, así como en el perfil de los docentes que ha venido a menos en los últimos años.
El sector salud es el otro damnificado de los últimos cuarenta años. La Seguridad Social canalizada, principalmente, por medio de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) ha venido a menos y eso se debe a la corrupción, desde lo interno y externo de la institución; tal y como lo hemos escrito en otro momento, los verdaderos intereses que están detrás de este proceso no se han manifestado de manera plena y ellos están vinculados a los Seguros Privados en el ámbito de los servicios de salud.
El otro sector que ha sido objeto de desmantelamiento es el de energía y telecomunicaciones. Este proceso es más opaco para el gran público, ya que los negocios vinculados a estas materias se hacen en las altas esferas financieras donde no llega o no quieren llegar los medios de comunicación; es decir, se trata de temas que por su complejidad técnica y económica, no es posible su comprensión por las personas de a pie y sí por los que conocen del manejo societario y de inversiones con montos de dinero difíciles de dimensionar.
A la par de estos sectores principales, hay otros que también han sido desmantelados. El sector cultura de nuestro país, por ejemplo, se la juega como mejor puede, ya no hablo de la danza, la pintura o la escultura, que históricamente siempre lo han tenido difícil; hablo, por ejemplo, de la música en sus diferentes manifestaciones cuya disminución de recursos es palpable por parte del gobierno de la República y del sector privado del país.
Todos los que conocimos la otra Costa Rica, la del Estado de Bienestar, nos sentimos abrumados por la situación en la que hemos caído como país. Quienes no la conocieron les puede resultar indiferente lo que aquí escribimos, pero quienes sí la conocieron entienden la nostalgia y sobre todo la tristeza que se siente por la debacle de lo que fue y ya no es.
Se pueden señalar responsables, pero son la mayoría de quienes estuvieron en la toma de decisiones en los últimos cuarenta años. Obviamente los principales responsables son los que han estado en la Presidencia de los Supremos Poderes, pero no solo ellos; son los que han estado con ellos, los intereses que han representado y como contraparte, a la gente que ellos han dejado de representar y que es la mayoría del pueblo costarricense.
Estamos en caída libre, el problema es cuánto nos falta para tocar fondo. No quisiera pensar que el costo de tocar fondo sea nuestra democracia.
(*) Andi Mirom es Filósofo
Opinión – Diario Digital Nuestro País