<p>»La idea embrionaria se me apareció, como no podría ser de otro modo, en la forma simplificada de una noticia publicada en un periódico: un grupo de científicos de la Universidad de Oxford había conseguido aislar <strong>un gen, al que bautizaron como FoxP2</strong>, y demostrar su implicación en el canto de los pájaros y el lenguaje primitivo de los primeros humanos», explica <a href=»https://www.elmundo.es/autor/benjamin-g-rosado.html» target=»_blank»><strong>Benjamín G. Rosado</strong></a> (Ávila, 1985) sobre el origen de su primera novela, <a href=»https://amzn.to/4bRXOEe» target=»_blank»><i>El vuelo del hombre</i></a> (Seix Barral), una obra caleidoscópica sobre <strong>el poder de la ficción para cambiar la realidad</strong>. «Así prendió la chispa de una novela que, sin meterse en cuestiones técnicas sobre este fascinante hallazgo, recurre a esa hipótesis, la del lenguaje como instrumento del destino, para hablar de los juegos de identidad y la necesidad de escapatoria a través de dos grandes historias de amor», resume.</p>
El periodista cultural debuta en la ficción con ‘El vuelo del hombre’, una novela caleidoscópica sobre el poder de la ficción para cambiar la realidad ganadora del Premio Biblioteca Breve 2025
«La idea embrionaria se me apareció, como no podría ser de otro modo, en la forma simplificada de una noticia publicada en un periódico: un grupo de científicos de la Universidad de Oxford había conseguido aislar un gen, al que bautizaron como FoxP2, y demostrar su implicación en el canto de los pájaros y el lenguaje primitivo de los primeros humanos», explica Benjamín G. Rosado (Ávila, 1985) sobre el origen de su primera novela, El vuelo del hombre (Seix Barral), una obra caleidoscópica sobre el poder de la ficción para cambiar la realidad. «Así prendió la chispa de una novela que, sin meterse en cuestiones técnicas sobre este fascinante hallazgo, recurre a esa hipótesis, la del lenguaje como instrumento del destino, para hablar de los juegos de identidad y la necesidad de escapatoria a través de dos grandes historias de amor», resume.
Debutante en la literatura, esta chispa periodística no es extraña, pues Rosado lleva tres lustros trabajando como periodista cultural, especializado en música clásica, en medios como El Cultural, EL MUNDO, Esquire, Vanity Fair, Harper’s Bazaar o Scherzo, además de ser fundador del suplemento La Lectura de este diario.
El vuelo del hombre cuenta la historia de Diego Marín, un joven que se ve abocado a la escritura cuando en un viaje vital conoce en Chile a un maestro retirado, el profesor Castro, que le inspira a escribir Ciudad Café, la metafórica e inspiradora historia de un piloto que sobrevuela el continente latinoamericano, y que pronto se convierte en un fenómeno literario extraordinario.
El imprevisible gran éxito del libro de Marín, y su incapacidad para lidiar con la fama editorial y para volver a escribir, le llevan a mudarse a Nueva York en un viaje de huida. Cuando parece que su nombre caerá irrevocablemente en el olvido, la ficción y la realidad se funden en un hecho imprevisible: su editor le llama para decirle que en la selva colombiana ha fallecido un piloto llamado como su personaje, Lucho Ortega, y que comparte con él inquietantes características.
Entre medias de este arco central, la novela funciona como una matrioska que reúne anécdotas históricas, reflexiones tangenciales sobre el arte y la música, tramas paralelas de todo tipo… «Toda la novela se sostiene sobre una malla invisible que, en mi cabeza, funciona como una partitura que pauta el relato con una serie de leitmotivs: la autoría como imitación, la impostura del yo, la creación como plagio, la escritura como una forma asequible de vuelo…», enumera Rosado. «Todo eso está ahí pero no suena, son sólo ecos lejanos. Las únicas notas que escuchamos nos llegan a través de lo dicen y sienten los personajes, de sus vivencias, muchas al límite de lo verosímil».
«Mi mayor preocupación a la hora de encajar las piezas de la novela era mantener la curiosidad del lector, el verdadero motor de la narración»
Volviendo al libro, tras la llamada, Marín viaja inmediatamente hasta el país latinoamericano donde se verá envuelto en una catártica experiencia plagada de casualidades y aventuras en la que la ficción y la realidad, la literatura y la vida, se funden y confunden inextricablemente. «Mi mayor preocupación a la hora de encajar las piezas del puzle era que la imagen resultante, trazada de casualidades y conexiones fortuitas, fuera lo suficientemente nítida y no produjera una sensación de arbitrariedad», confiesa el autor. «O, dicho de otro modo: que hubiera una finalidad, un propósito, que satisficiera, si no las expectativas, sí la curiosidad del lector, que es el verdadero motor de la narración«.
Ganador del Premio Biblioteca Breve 2025 con un debut, el escritor no elude la paradoja de que su protagonista se convierta en un autor de éxito con un primer libro. «No entraba en mis planes ganar un premio, mucho menos el Biblioteca Breve y como debutante, pero es posible que, sin darme cuenta, proyectara en el protagonista el desesperado anhelo de quien se encierra largo tiempo a escribir una historia sabiendo que probablemente no llegará a publicarse«, reconoce. «No deja de tener gracia que el libro sea ya una realidad y el premio me siga pareciendo un feliz malentendido, ese tipo de cosas que uno lee y no termina de creerse«.
«Aunque me lo propusiera no podría escribir sobre mí. Lo digo desde el convencimiento de quien sabe que su vida no reviste ningún interés»
La apuesta de Seix Barral por una novela de ficción pura, una novela de aventuras casi de otra época, contrasta con la tendencia general de una época dedicada, quizá en exceso, a la autoficción y a las novelas híbridas, géneros hacia los que Rosado, a pesar de la tónica generacional, asegura no verse tentado. «Más que una elección lo considero una limitación consciente: aunque me lo propusiera no podría escribir sobre mí mismo. Digo esto desde el pudor y la timidez, pero sobre todo desde el convencimiento de quien sabe que su vida no reviste el más mínimo interés para el lector«, opina. «Además, si algo me podía permitir como autor primerizo era precisamente ese punto de candidez de quien se asoma a la literatura, no con la intención de reinventarla, sino para descubrir, con genuino asombro, lo que ya estaba ahí desde hace mucho tiempo».
En este sentido de ficción pura, El vuelo del hombre destila en sus páginas una idea de viaje, real y metafórico, físico y temporal, muy alejada del producto masivo y de consumo que es el turismo actual. Un rasgo que viene, probablemente, de su vagabunda gestación. «Este libro es también el resultado de un largo viaje: a bordo de un rompehielos por aguas de la Antártida, en una cabaña en Wisconsin, por moteles de mala muerte en el Callejón de los Tornados estadounidense, en salones de amigos y desconocidos a mi paso por Nueva York, Valparaíso, Buenos Aires…», enumera.
«Pero todas aquellas experiencias me las guardo para mí, pues el libro no está planteado como una bitácora de viaje», insiste Rosado, que defiende que la novela «se atiene a otro tipo de coordenadas estrictamente literarias. Lo escribí con la esperanza de que al mejor guionista de Hollywood le resultara imposible adaptarlo. Ojalá me equivoque también en eso», bromea.
Otra de las claves del libro es la citada dicotomía entre literatura y vida, un tema inagotable en la historia de la cultura, de Cervantes a Martín Gaite, de Flaubert a Santa Teresa y, por supuesto, en las obras de sus admirados y homenajeados Paul Auster y Enrique Vila-Matas. «Tardé dos años en escribir el primer borrador, que tenía unas seiscientas páginas. La primera lección que saqué de ese largo encierro fue que lo que uno escribe nunca es lo que pasa, sino lo que no puede llegar a ocurrir precisamente porque uno está escribiendo. Quizá por eso el libro plantea un pulso permanente, que es en realidad una renuncia, entre la literatura y la vida», sintetiza el escritor. «Por mi carácter y natural tendencia a la soledad me resulta muy tentador vivir en un lúcido estado de embriaguez literaria. Y, sin embargo, tengo muy clara mi elección: me quedo con el mundo real, con el anodino encanto de las vistas desde mi ventana de Bartleby«.
«Un libro, como una caída por las escaleras del metro, puede cambiarlo todo. Su efecto depende, en última instancia, de cómo se lea»
Una elección, la del mundo real, que no empaña uno de los grandes mensajes de El vuelo del hombre, que la ficción, ese elemento consustancial a nuestra especie desde el origen de los tiempos puede modificar la realidad y operar cambios en la sociedad y los individuos. «Un libro, como una caída por las escaleras del metro, puede cambiarlo todo. Pero eso no quiere decir que esté diseñado para tal propósito», matiza Rosado, que sostiene que la ficción «no es más que el empeño por contar algo con las limitadas herramientas que nos ofrece el lenguaje. Es, por definición, imperfecta y engañosa«.
Por eso, opina que la ficción «sólo puede cambiar la realidad en la medida en que no puede contenerla, y por tanto está obligada a adulterarla, a mentirnos. Su efecto depende, en última instancia, de cómo se lea«, reflexiona. «Hace poco un buen amigo me soltó, en el comedor de la redacción, una frase que me ha tenido varios días pensando: ‘Nadie puede leer por ti’. No se me ocurre mejor antídoto contra el clima catastrofista que ha generado la irrupción de la IA en la literatura. Se inventarán mil maneras de contar historias, pero tranquilos: nadie podrá leer por nosotros«, concluye.
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