<p class=»ue-c-article__paragraph»>»<strong>Mañana las tropas alemanas entrarán en París</strong>. Francia se ha disuelto como un terrón de azúcar en un vaso de absenta…». Así arranca<i><strong> El barman del Ritz</strong></i> (Galaxia Gutenberg), la versión novelada de la ocupación alemana de París que ha removido las conciencias de los franceses y que ha convertido a<strong> Philippe Collin</strong> (Brest, 1975) en el autor más palpitante del momento, con su bagaje de ensayista, guionista de cómics, productor radiofómico y autor de <i>podcasts </i>históricos, de Napoleón a Pétain y la Resistencia.</p>
Frank Meier sirvió sus célebres cócteles a Hemingway, Coco Chanel y a los jerarcas nazis durante la ocupación de París. Nunca imaginaron que aquel maestro del trago era judío, como desvela un nuevo libro
«Mañana las tropas alemanas entrarán en París. Francia se ha disuelto como un terrón de azúcar en un vaso de absenta…». Así arranca El barman del Ritz (Galaxia Gutenberg), la versión novelada de la ocupación alemana de París que ha removido las conciencias de los franceses y que ha convertido a Philippe Collin (Brest, 1975) en el autor más palpitante del momento, con su bagaje de ensayista, guionista de cómics, productor radiofómico y autor de podcasts históricos, de Napoleón a Pétain y la Resistencia.
El barman del Ritz del título era el austriaco Frank Meier (1884-1947) y llegó a ser el coctelero más codiciado en el período de Entreguerras. Su sucesor, Colin Field, puso a nuestro autor sobre la pista, y a partir de ahí empezó un arduo trabajo de investigación sobre la vida y milagros de Meier: de los archivos policiales sobre sus actividades durante la ocupación nazi al opúsculo que llegó a escribir sobre sus secretos al otro lado de la barra, The Artistry of Mixing Drinks.
«Hice acopio de todo lo que se podía saber sobre él», recuerda Phillipe Collin entre el murmullo incesante del bar Hemingway del Ritz, el lugar elegido a conciencia para invocar a los fantasmas de la historia. «Sobre la marcha me di cuenta de que la mejor forma de contar su vida era a través de una novela. Eso me ha permitido verter sobre los páginas los sentimientos, el miedo y la psicología de los personajes, algo que como historiador no habría podido hacer».
Frank Meier se formó como coctelero en Nueva York durante la IGuerra Mundial y regresó a Europa para ponerse tras la barra del Ritz en 1921. Allí creó el bar Hemingway, en honor a su mejor cliente, y dio de beber a Francis Scott Fitzgerald y Jean Cocteau, entre otros, pero también a todos los jerarcas nazis, que durante los años de la ocupación se hospedaron en el fabuloso hotel, entre ellos Göring y Goebbels. Como buen camarero, Meier era un hombre discreto, y así pudo ocultar su secreto más importante: era judío.
Ese es uno de los más fascinantes descubrimientos de Philippe Collin, lo cual añade una doble carga de intriga y de ambigüedad moral ante la presencia constante de oficiales de la Wehrmacht que entraban y salían del Ritz desde la plaza Vendôme.
En el proceso de búsqueda del escritor se produjo también una «conexión personal» con el protagonista, hasta el punto de proyectar sobre él su propia vida: «El que escribe al final los diarios de Frank soy yo mismo. Me conmovió realmente el personaje, su experiencia del exilio, su ascenso social, la realización personal».
«Digamos que Frank Meier fue primero un espectador, observando todo lo que ocurría desde la barra», recalca Collin. «Y, pasado el tiempo, se acaba convirtiendo en actor de ese pequeño teatro en que se convirtió el bar del Ritz, que era un modelo reducido de la Francia ocupada».
La familia Ritz era originariamente suiza, y la neutralidad de su país fue usada como cobertura para permitir que el hotel siguiera abierto durante los cuatro años y medio de ocupación alemana, entre junio de 1940 y diciembre de 1944). «Aunque Goebbels aprovechó las circunstancias con fines propagandísticos para hacer creer que la vida mundana, cultural y artística de París continuaba como si nada», recuerda Collin.
Coco Chanel puso las notas de frivolidad y traición en aquel extraño cóctel en el que convergían soldados, prostitutas, espías, colaboracionistas y conspiradores, en un mundo de lujo y confort agitado desde la barra por Frank Meier, en contraste con el «cerrojazo» decretado más allá de la emblemática rue Cambon…
«El Gobierno de la República ha huido antes de ayer para refugiarse en Tours. Ya no hay administración, ni taxis, ni policía, ni correos, ni servicios públicos. El pánico se propaga como el fuego por el bosque…», podemos leer.
Philippe Collin recrea la escalofriante atmósfera de la ocupación y lanza entre líneas al lector una inquietante pregunta: «¿Qué habrías hecho tú en el lugar de Frank Meier?». «Yo no tengo la respuesta», confiesa el autor, y deja la última palabra en manos de los lectores, de los muchos lectores, pues el libro se ha convertido en un fenómeno en Francia con más de 300.000 ejemplares vendidos.
La situación actual en Europa, reconoce, hace que quizás su novela sea aún más «relevante» ahora. Con la foto de Hemingway a sus espaldas, Collin recuerda de hecho cómo la Guerra Civil española fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial, y cómo el conflicto en Ucrania y los recientes virajes geopolíticos han vuelto a proyectar el espectro sobre el Viejo Continente: «La amenaza de la guerra persiste».
El barman del Ritz se publica en España después de haber visto la luz también en Brasil y meses antes de la traducción inglesa. Los derechos para el cine se han vendido ya al otro lado del Atlántico. Philippe Collin, que trama una continuación, imagina una película con resonancias al «Siempre nos quedará París» de Casablanca; aunque el proyecto va para largo, tres años, calcula, y prefiere no revelar su actor predilecto para su personaje del alma…
«Frank ha conocido dos guerras y cada una le ha arrebatado a algún ser querido. Ya sabe cómo es esto: primero se llora, luego se halla la fuerza para seguir viviendo. La desgracia tiene la memoria corta, para lo bueno y para lo malo», sentencia.
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